En el pasado Guille tuvo una banda de rock junto a sus amigos, con la que compuso varias canciones, hasta que uno de los miembros desapareció en un viaje sin dejar ningún indicio y el grupo se disolvió. Diez años después, ya en el presente, una discográfica llega con el proyecto de editar esas viejas canciones, rearmar al grupo y comenzar una gira. Así comienza la historia de este joven que debe salir en busca de viejos y nuevos integrantes, con el propósito de lograr un objetivo que lleva una década interrumpido.
El pasado, las ausencias y la incertidumbre son los elementos con los que Ezequiel Acuña siempre rodea y moldea a sus personajes, estos condicionamientos son parte de la historia y a partir de ellos los protagonistas transitan su rutina. La Vida de Alguien es su cuarto largometraje, pero el primero con su firma única en el guion, hasta aquí en todas sus películas había participado Alberto Rojas Apel como co-guionista, y los resultados dan muestra de una obra llena de puntos altos: Nadar Solo, Como un avión estrellado y Excursiones.
La Vida de Alguien tiene muchas cosas en común con las películas mencionadas, no solo en el tono y en los temas que plantea, también hay escenarios recurrentes y hasta algunos viejos personajes que reaparecen como guiños a un fiel publico que los espera y creció junto a ellos. Pero al mismo tiempo es la película más distinta de todas, la que más recursos narrativos utiliza, la mayor experiencia cinematográfica que el realizador ha entregado.
Acuña se libra de las palabras, las reduce al mínimo, y da rienda suelta a un cine de imágenes, de sensaciones, de videoclips. Vemos ensayos, canciones, shows en vivos y cada momento musical sirve para apreciar como la relación entre los protagonistas va cambiando. Se encuentran, se acercan, se seducen, se enamoran, se distancian, todo al ritmo de las bellas secuencias musicalizadas (en su mayoría) por composiciones de La Foca, la banda uruguaya que sonaba en la secuencia final de Excursiones y que aquí presta su nombre e historia para construir esta ficción.
Técnicamente impecable, filmada en 35 mm. (como refuerzo de todo lo nostálgico que plantea el film), con un trabajo de sonido y fotografía sublimes, ya en la primer escena, con tonos oníricos uno queda hipnotizado por la fuerza de esas imágenes y no quedan dudas sobre quién es el director de la película. En cuanto a los actores, hay caras conocidas con momentos muy disfrutables como Matías Castelli y Martin Piroyanski, otros que se suman y están muy bien como Julian Kartun y Julian Larquier, pero son Santiago Pedrero y Ailin Salas, los que alcanzan con sus interpretaciones los momentos más emotivos del film, y de esta manera equilibran el ritmo de una historia, que sin ellos, solo sería el registro de una banda de rock y sus canciones. ¡Hay química entre los dos! Pedrero realiza su mejor trabajo en cine, explotando diversos matices y transmitiendo todos los sentimientos de sorpresa y confusión que el personaje exige, alcanzando una sensible profundidad que emociona. Ailin Salas, es el faro de la historia, cuando ella aparece todo se ilumina y la película adquiere unos bellos pasajes románticos, de una sutil belleza que solo Ailin puede contagiar.
Los grandes autores cinematográficos son los que exploran con sus películas todas sus obsesiones. Ezequiel Acuña, por suerte, continúa fiel a las suyas, perfeccionando la forma en que las representa. Y eso lo convierte en un cineasta esencial de nuestros tiempos.