La secuela del film de 2016 equilibra la falta de una idea original con cientos de gags, mucha ternura y una animación increíble
Es realmente una alegría que, tras la compra de Fox por parte de Disney, todavía queden estudios de animación capaces de darle batalla al gigante del entretenimiento y uno de ellos es Illumination Studios, que en la última década ha dado algunos de los mejores exponentes del género.
Con ejemplos tan latentes como Mi Villano Favorito (Despicable Me, 2010) y los Minions (2015), la otra gran historia que ha presentado el productor y director Chris Renaud es la de La Vida Secreta de tus Mascotas (The Secret Life of Pets, 2016), que en su momento fue calificada como una “Toy Story con perros” pero fue mucho más allá en el desarrollo de sus personajes, y dejó muchos personajes que los chicos todavía recuerdan.
En este caso, y como era cantado, Renaud retoma las andanzas de Max, Duke y el intrépido conejo Snowball para contar una historia bastante coral, en la que hay tres hilos narrativos.
Por un lado, Max y Duke viajan al campo junto a su ama Katie, su esposo (sí, se casó) y su hijo, por el que el “perro enano” ha desarrollado un inmenso afecto, al punto de que sufre del estrés de tener que cuidarlo de todo lo que lo rodea. En la granja donde van a parar, conocen a Gallardo, un perro que les enseñará que la vida sigue su curso a pesar de las preocupaciones.
Por su viaje, Max le deja a cargo su juguete a su querida Gidget, que pierde y debe recatarlo de un departamento lleno de gatos, en tanto que Snowball –que fue adoptado al final de la primera entrega- encara el rescate de un cachorro de tigre blanco llamado Hu, a instancias de una pequinesa llamada Daisy. El hombre que lo tiene cautivo es el dueño de un circo que lo trata con crueldad y que, como no podía ser de otra manera, es ruso (dicho esto con sarcasmo, claro está).