Una familia presa del descontrol
Basada en una novela autobiográfica del escritor belga Dimitri Verhulst, "La vitalidad de los afectos" propone una historia tan irreverente, como desprovista de prejuicios morales, a la hora de evaluar el comportamiento de una familia.
Los Strobbe viven en un barrio de clase media baja, en una ciudad de Bélgica. La familia está compuesta por la madre jubilada y la única que aporta recursos económicos a esa casa, en la que habitan sus cuatro hijos. Uno de ellos separado, con un hijo adolescente. Ninguno de los hombres trabaja y viven sus días y noches, entre borracheras y apuestas inútiles al juego, que lo único que hace es endeudarlos.
LOS VECINOS
La anarquía parece reinar en la familia Strobbe, cuyo grupo a pesar de ser considerado por los vecinos como maleducados, sucios y vagos, se mantiene unido en el afecto y viste con orgullo ese apellido, que los define como un grupo de cuidado, para los que los conocen.
El observador de lo que ocurre en esa casa, es el adolescente Gunther. El muchacho ya desde la escuela primaria, siente el deseo de convertirse en escritor, pero sin duda el medio lo invita más a delinquir que al estudio.
La llegada de una asistente social a la casa termina modificando el entorno de Gunther y su familia y finalmente de lo que el espectador es testigo, es de que el muchacho decidió trasladar al papel lo vivido entre los suyos.
VIGOR DRAMATICO
En ese libro, al que primero las editoriales rechazan, se apoya esta historia filmada con sólidos recursos narrativos y un vigor dramático admirable.
"La vitalidad de los afectos" no pierde en ningún momento el concepto de unidad familiar, a pesar de las crisis, la dosis frecuente de violencia o el maltrato entre pares.
Emociones que se muestran crudamente, caracteres que se definen a través de un comportamiento humano bien estudiado por este joven cineasta representante de la "nouvelle vague" belga, son parte de este filme de un intenso atractivo dramático.
La película en síntesis detalla lo que ocurre cuando uno pasa de ser hijo a padre y cómo se vive esa experiencia y se la asimila simplemente a través del afecto, la dedicación y el respeto al otro.
Kenneth Vanbaeden y Koen De Graeve, hijo y padre en la ficción concretan una de las actuaciones más contundente de este fascinante friso familiar.