La directora Mimi Leder regresa al cine después de varios años dedicados a la TV con una historia basada en un caso real y escrita por Daniel Stiepleman, en su primer guion llevado a la pantalla grande. Protagonizada por Felicity Jones y Armie Hammer, estamos ante la historia de una mujer que se convertiría en jueza para luchar por la igualdad de género en los Estados Unidos.
Es un mundo de hombres. En la entrada a Harvard en la década de los ’50 sólo se ven trajes y cabelleras cortas. Pura testosterona. Y allí, en el medio de esa multitud, unos zapatitos y un traje con pollera de un color que no es negro. Ruth Bader Ginsburg comienza de manera entusiasta las clases de abogacía, carrera en la que su marido está un poco más adelantado. Aunque desde el primer momento no hace más que encontrar dificultades (como que la ignoran cuando levanta la mano para dar una respuesta a lo que pregunta el profesor, por ejemplo), persevera y sigue estudiando, aun con una niña pequeña en su casa, aun cuando a su marido le diagnostican cáncer y, para que él tampoco pierda clases, asiste a ambas.
Finalmente termina la carrera en otra universidad, la de Columbia, en Nueva York, siguiendo a su marido, y la salida al mundo exterior laboral no le será más fácil. Nadie quiere contratarla y termina, resignada, siendo profesora de un grupo de alumnos con la cabeza más acorde a los tiempos que empiezan a cambiar. Ruth siempre es consciente de los machismos que la rodean, pero cuando aparece un caso que pone los estereotipos machistas del otro lado, se da cuenta de que es una oportunidad única para cambiar un poco las cosas. Y junto a su marido y a algunos contactos se prepara para ir a juicio por primera vez, con el caso de este hombre soltero que de ser mujer estaría exento de pagar impuestos al quedarse en casa cuidando a su madre enferma.
La voz de la igualdad va retratando así la vida del personaje interpretado por Felicity Jones a través de todo el proceso que la lleva hasta convertirse en la persona que cambiaría la historia -como bien nos adelanta el tagline de la película-, pero se queda principalmente en eso, en ese proceso. Así, el final se siente abrupto y dan ganas de saber un poco más. Como toda película de este tipo, la información la terminan de complementar unas placas con texto.
Al menos la película no apunta a los golpes bajos como otras anteriores de su directora (especialmente Cadena de favores). Pero termina siendo una clase bastante básica de feminismo. Es cierto que, como un manual, apunta diferentes tipos de machismos, muchos de ellos aún vigentes (podemos estudiar lo mismo que los hombres pero todavía es probable que nos paguen menos que a ellos), sin embargo lo hace de una manera didáctica y sin profundidad.