Robo con plásticos
Comedia hecha por gimnastas de la comedia. Gente con mucho stand up, serie de TV y película humorística encima. Comedia que revive una idea antigua pero que está en un buen momento para ser refrescada.
Algunos recordarán el filme El regreso de Martin Guerre. En la época medieval, Gerard Depardieu llegaba a una villa y aseguraba que era alguien que había vivido allí, y despertaba la duda generalizada acerca de si era o no un mentiroso que quería colarse o inventarse un mundo de la nada.
En pleno siglo 21, algunas cosas cambiaron y otras no tanto, como que la identidad puede ser robada, pero a través de medios electrónicos. Como las tarjetas de crédito. Que es lo que le sucede a Sandy, uno de los protagonistas en esta historia, poniéndolo al borde de la desesperación, por tener dos hijos, uno en camino, y una vivienda propia en la cual pensar.
Pero hay una persona y una vuelta de tuerca que llevan a esta película del género criminal a la comedia. Esa persona es la actriz Melissa McCarthy, quien compone de modo admirable a una mujer de mediana edad que, más que una inclinación a la estafa, tiene una curiosa, de a ratos tierna, y sin dudas extraña fantasía psicológica en la cabeza. Ella, más que robarle a un pobre diablo, lo que quiere es tener satisfacciones, ser como sueña ser, vivir a pleno la vida. Eso sí, dependiendo en buena medida del dinero, y del ajeno. Punto a favor. No estamos frente a un personaje clonado de tantos otros iguales.
Lamentablemente, la película dirigida por Seth Gordon deja de crecer muy temprano y no se convierte nunca en una gran película. Las constantes mentiras con que la ladrona se pasea por el mundo se hacen repetitivas. O la energía que lleva la historia desemboca en vías sin salida.
Una pena, porque Ladrona de identidades tiene escenas cómicas, buenas actuaciones, situaciones originales, y otras varias cualidades. Aunque, mirándola con ojos optimistas, con eso al menos le alcanza para no dejar a pie al espectador.