Después de varios años trabajando como actriz y/o guionista dentro del cine independiente norteamericano, Greta Gerwig debuta como directora con Lady Bird, una película muy personal que, por supuesto, además escribe sobre una adolescente de Sacramento durante su último año de secundaria.
Christine se hace llamar Lady Bird y pretende que así lo haga el resto de la gente. Es el nombre que se dio a sí misma. Transita el último año de la secundaria en una escuela católica mientras lidia con la constante pregunta de qué va a hacer cuando termine. Es decir, dónde se va a ir a estudiar.
Lady Bird sueña con poder hacerlo en una ciudad como Nueva York. Mejor dicho, sueña antes que nada con poder salir de Sacramento, esa ciudad de California de la cual reniega. No obstante, su promedio escolar no es lo suficientemente bueno y la situación económica de su familia está muy complicada, por lo que las universidades que le proponen no son de su agrado. Su hermano vive en la casa con su novia pero apenas consiguen trabajo, su padre acaba de perderlo y su madre se la pasa haciendo turnos como enfermera en un hospital psiquiátrico para poder mantener a toda esa familia.
Pero Lady Bird es adolescente y no puede evitar encerrarse en ella misma, en lo que ella siente, en lo que ella quiere. Y se la pasa teniendo choques con esa madre con la cual no siempre logra entenderse más allá de comprender siempre que no quiere más que lo mejor para ella, aun cuando hace comentarios que la destrozan un poquito.
La película se enfoca en el personaje de Lady Bird desde varias aristas pero la principal es esa: la relación con su madre. Una madre que parece bastante peculiar a simple vista, con sus exigencias y comentarios algo hirientes, pero que a la larga se parece mucho a cualquier madre de adolescente que no sabe cómo tratarlos durante esa época tan complicada y tumultuosa. Con quien puede ir en el auto escuchando Las uvas de la ira y emocionándose hasta las lágrimas para luego discutir y terminar arrojándose del auto con tal de no seguir escuchándola.
Luego aparece el resto de las cosas que la rodean. Una clase social en la cual no se siente cómoda, creyendo siempre que se merece algo más y que en algún momento eso le va a llegar. Las expectativas versus la realidad. Las amistades, a veces puestas a prueba por ella misma. Y el despertar sexual, aquel al que Lady Bird no le tiene miedo y se siente ansiosa por descubrir.
El tono de Lady Bird es más bien intimista. La dirección de Gerwig es discreta y sin embargo consigue momentos muy logrados desde esa sutileza, retratando con mucha belleza la ciudad de Sacramento (esa ciudad a la que su protagonista parece odiar pero la atención que le presta indica que en realidad la ama, como le dice la hermana de la escuela católica a la que asiste) desde ciertos rincones. También hay un muy buen uso de la música que sirve para mucho más que situar la película en el 2002, año en que sucede.
El elenco es uno de los puntos más fuertes del film. Saoirse Ronan elimina todo acento irlandés interpretando a la adolescente protagonista con mucha frescura. Laurie Metcalf se lleva todos los laureles como esa madre tan particular. Lucas Hedges y Timothée Chalamet -otros dos actores a los que hay que prestar atención-, brindan su aporte como esos dos intentos de novios que tiene Lady Bird. Beanie Feldstein como la mejor e incondicional amiga es una muy agradable sorpresa. Tracy Letts, Lois Smith y Odeya Rush terminan de completar el sólido reparto.