En su ópera prima, el realizador William Oldroyd presenta Lady Macbeth. Lejos de tener relación alguna con la obra de William Shakespeare, esta película está basada en una novela corta del escritor ruso Nikolái Leskov.
La historia transcurre en Inglaterra en el año 1865. La joven Katherine (Florence Pugh) es obligada a casarse con Alexander (Paul Hilton), el hijo del dueño de una finca. Éste no sólo le dobla la edad, sino que también la maltrata psicológicamente y la utiliza como un mero objeto. La protagonista no sólo deberá lidiar con los malos tratos de su ahora marido, sino también de los de Boris Lester (Christopher Fairbank), el padre de éste, quien en realidad compró a la joven con un único objetivo: conseguir un heredero.
Durante la ausencia de ambos hombres (quienes se fueron unos días por temas de negocios), Katherine conoce a Sebastian (Cosmo Jarvis), un joven que junto a un grupo de compañeros maltrata -y todo indica que iban a violar- a una de las empleadas del hogar. La protagonista, aburrida de su monótona vida, comienza un romance con este joven.
Lejos de ser un drama romántico de época, Lady Macbeth muestra la evolución de un personaje que pasó de ser víctima a victimario, de oprimida a opresora. Cansada de las humillaciones y de ser tratada como un objeto, Katherine pasará de ser una mujer sumisa a convertirse en alguien completamente fría y dispuesta a todo con tal de conseguir sus objetivos.
Si bien Lady Macbeth toma los elementos básicos del cine de época (el vestuario, la casa, los objetos y hasta la paleta de colores), elimina por completo el romanticismo que suele predominar en este tipo de películas. William Oldroyd, lejos de tratar con un tono romántico aquella época, muestra una realidad diferente a la que suele predominar en estas historias: el maltrato constante, tanto físico como psicológico, al que eran sometidas las mujeres día a día, quienes sólo eran consideradas como objetos que tenían como única finalidad satisfacer/servir al hombre.
La casi inexistente utilización de música extradiegética y los pocos diálogos generan un clima de opresión y de tensión constante. Las escenas además suelen tener una larga duración y estar acompañadas por planos fijos. Estas decisiones que toma el director van de la mano con la soledad y el aburrimiento constante que siente la protagonista por el estilo de vida que le quieren imponer.