Paradojas temporales para niños
Para los que no hayan escuchado en su vida nada con un nombre parecido, Mr. Peabody y Sherman está basada en Peabody´s improbable story, una serie de cortos animados de la década del ´60 cuya popularidad es tanta que si alguna vez hacen zapping por los canales de animación probablemente aún puedan verla. Saltando al presente, la versión animada 3D le da un lavado de cara con tecnología y la dirección a cargo de Rob Minkoff, ecléctico director de animación que cuenta con El rey león entre sus pergaminos. Habiendo hecho las formalidades, hagamos un balance de lo que podemos encontrar cuando veamos este film: entretenido y un tanto naif, esta renovación de la serie garantizará entretenimiento a los más chicos pero el relato cerrado con moraleja extraña la libertad creativa que apenas se atisba en el desenlace o en su epílogo, llevando a que una audiencia que tenga más de 9 años no lo encuentre tan interesante.
Pero, ¿de qué trata Mr. Peabody y Sherman?: en síntesis, un perro (Mr. Peabody) con un coeficiente extraordinario y que ha ganado prácticamente todo, desde premios Nobel a reconocimientos deportivos y que tiene la habilidad de hablar, se encuentra un día con un bebé abandonado, es decir, Sherman, y decide criarlo. De esta forma, busca alivianar las largas horas solitarias que lo acongojan a pesar de sus logros, utilizando su invención más lograda, la máquina del tiempo, para conocer y enseñarle historia a Sherman de una forma más “directa”. Por supuesto, el chico termina siendo a los siete años un genio a pesar de su peculiar “padre”. Aquí hay una diferencia drástica con el material original: Peabody resulta mucho más paternal y su relación con Sherman es la de padre-hijo, contando con un tono dramático mucho más intenso que los segmentos animados, donde era una relación más amistosa que tenía mucho de parodia. Por decirlo de otra forma, Peabody tiene a Sherman prácticamente como una mascota ayudante, sin considerar el aspecto paternal, algo que fue apuntalado en la película para darle al relato mayor identificación con los personajes. De esta forma pierde el absurdo de la serie original, que tenía mucho de tira cómica pero difícilmente hubiera sostenido los noventa minutos del film. Es aquí donde Minkoff hace uso de tópicos que puedan enriquecer el relato, pasando por la relación padre-hijo, la discriminación, el bullying y, cómo no, el amor.
Con una música de Danny Elfman que es de manual, la película naufraga hasta encontrarse con un desenlace caótico que le da vigor a los últimos minutos: un desorden temporal digno de Volver al futuro, saga en la que se homenajea a la serie animada original de Peabody. Sin embargo, hasta ese entonces el desarrollo de personajes peca de ser chato y rendirse ante el mensaje, a pesar de secuencias memorables como el largo silencio de Peabody cuando Sherman le dice que está dolido porque le dicen “perro”. Es en estas sutilezas donde vemos el talento de Minkoff, aunque ocasionalmente se pierda en un guión que por momentos no se decide entre ser fiel a su fuente original o contar algo novedoso que permita explotar variantes respecto a la versión de la década del ´60. También destacable es la evolución del personaje de Penny, que de su maldad de estereotipo logra tornarse en un personaje más querible sin que esto resulte arbitrario o extraño.
Sin grandes pretensiones pero con un gran amor por los personajes del material original, Mr. Peabody y Sherman es entretenida a pesar de que su guión no siempre encuentre la forma de desarrollar a los personajes y darle vigor a la trama.