FESTIVAL NACIONAL DE CINE DE GENERAL PICO 2016: TRES PELÍCULAS por Roger Koza - Críticas breves, Festivales 07 Jun, 2016 04:50 | Sin comentarios Compartir en Tumblr Las calles Marcela Gamberini Las calles, María Aparicio Ponerle nombre a las calles, más bien renombrarlas es un acto colectivo, democrático. Asignar el nombre de un personaje calificado del lugar a una calle es un gesto político, de reivindicación popular, de pertenencia. Los chicos de la Escuela Nº 7710 de Puerto Pirámides de la provincia de Chubut, de la mano de su profesora de historia, inician una serie de entrevistas a los habitantes (notables) del pueblo donde, entre otras cosas, les hacen pensar y elegir un nombre para las calles. Estas entrevistas muestran el quiebre y el entrecruzamiento generacional entre los entrevistados y los entrevistadores, relevando el valor de la tradición, de la historia y de los relatos orales que se transmiten de generación en generación. Incluso esta idea está presente en la puesta que convoca en los mismos planos a dos generaciones distintas y definidas, cada una con sus gestos, sus maneras de hablar y sus silencios. El juego de miradas es una de las claves de lectura de la película; la mirada amorosa de la directora sobre sus personajes, las miradas entre los chicos, las miradas entre los adultos y esos chicos. En este sentido, el ojo que uno de los adolescentes se pinta en la mano es la punta del iceberg que le película reflota. Puerto Pirámides es esa ciudad, pueblo ideal por su valor estético, sus costas que albergan a esos trabajadores de la pesca, sus caminos polvorientos, sus perros callejeros, sus cielos abiertos que de tan celestes se vuelven transparentes. Este espacio idílico contiene a la película, que no se molesta en centrase en una calificación precisa; no es un documental puro ni una ficción pura, es más bien un cruce estético y político entre ambos géneros. Nombrar es hablar, es decir, es ponerle nombre a las cosas. De eso se trata básicamente Las calles: el lenguaje como pertenencia, idiosincrasia y tradición. maxresdefault Presente imperfecto Presente imperfecto, Iair Said El corto de Iair Said, quien escribe, dirige y actúa, es modélico en su género. En el día de su cumpleaños Martin recibe un regalo impensado, algo que no es para él. Esta confusión habla de la incomprensión, también de la soledad del protagonista (que mientras viaja solo en colectivo devuelve una llamada que tiene perdida en su celular y explica que, como es el día de su cumpleaños, tal vez alguien lo quiera saludar), y asimismo de la falta de diálogo y de la importancia de los gestos. Esa confusión inicial nos lleva a la confusión final, un amor cruzado, un beso partido y un cambio de miradas. La bondad del corto reside sobre todo en el modo en que Sair resuelve las escenas, de manera cómica a veces, a veces trágica. Cada plano tiene la información necesaria, el poder de síntesis que no ahorra ni escamotea ni expande datos y que, sin embargo, abre un abanico de significados que el espectador recibe sin filtros. Presente imperfecto es Said, es su actor, es su gesto, es su rostro, es su manera de caminar pero también es la soledad y la incomprensión que destila su mirada, entre atenta y perdida. Presente imperfecto es un corto que desmiente la idea de la duración de las películas, que afirma que en diez, quince minutos no se puede contar una historia, armar un relato, diagramar un personaje. Todo en cine es una cuestión de tiempo, nada es una cuestión de duración, sino de saber qué hacer con él, con el tiempo, esa ameba que corre o se ralentiza alejada de cualquier cronología. hqdefault Atrás de la vía Atrás de la vía, Franca González Serra Franca González Serra diagrama su documental a través de la figura de su abuela. Ya desde el comienzo una figura se impone, la de la duplicidad; dos vía que nacen de una sola son el telón de fondo de los créditos iniciales. Una abuela y su nieta, un pasado y un futuro, un pueblo atravesado por las vías del tren, dos espacios territoriales y dos espacios afectivos que finalmente se sellan en un abrazo final. El documental de corte clásico destila emotividad y calidez. La manera en que González Serra ilumina colabora en mucho con la creación de un clima que bordea los colores de la memoria, que la propician y que la invitan. Las luces que iluminan aquello que es necesario ver, los amaneceres y los atardeceres en La Pampa. El viaje que emprende la nieta, que es la directora, es un viaje iniciático y a la vez final; el recorrido es espacial y temporal, la tradición de una familia menguada que debería pasar de generación en generación. Ese tren que ya no pasa, esas vías vacías son la síntesis del estado de un pueblo y de una familia. Atrás de la via es un documental de esos que se hacen con el corazón y por eso pueden universalizarse. Marcela Gamberini / Copyleft 2016
El don de la palabra La película de María Aparicio explora un hecho real desde la ficción, pero con una clara orientación documental. El resultado es óptimo, gracias a su nivel de observación que captura detalles con pertinencia y sensibilidad. Basada en hechos reales, Las calles (2016) exhibe el proyecto que desarrolló Julia (Eva Bianco), única maestra de Puerto Pirámides. Allí, las calles no tenían nombre, y su iniciativa aspiraba a la elección de los mismos de forma democrática. Comprometida con su causa, Julia no sólo le permitió a su pueblo afianzar su identidad, sino que además promovió el diálogo entre generaciones, la investigación de sus jóvenes alumnos, y el conocimiento de figuras relevantes que hicieron su aporte a la historia local. A tono con la proteica elección de buena parte del cine de la post-dictadura de integrar la ficción y el documental, Las calles funciona como una “historia mínima” que, en su recorrido, revela poco a poco un universo único. María Aparicio hace que Puerto Pirámides sea un espacio palpable, cada vez más familiar para el espectador. Y si su propuesta llega a niveles en donde el núcleo duro de lo real vira lentamente hacia una suerte de “lirismo cotidiano”, en buena medida lo logra gracias a la actuación de Bianco, actriz que se destacó en Los labios (Iván Fund, Santiago Loza, 2010), dueña de un rostro y un semblante que inspira candidez y naturalidad. La puesta propone dos movimientos en torno a su figura; por una parte, la “disección” de su cuerpo –en especial su personalísimo rostro- y, por otra parte, el recorrido que produce llevando a sus alumnos a entrevistar a los vecinos del pueblo. Esta doble operación la vuelve cotidiana, a la vez parte y todo de ese espacio tan inhóspito que es la Patagonia. Pero Las calles es mucho más que un ejercicio sobre los límites entre el documental y la ficción. Es al mismo tiempo una película sobre la palabra y su incidencia en la memoria colectiva, escrita “puertas adentro” de una comunidad que ha hecho de la supervivencia un estilo de vida. La realizadora demuestra tener un nivel de observación extraordinario, además de revelarse como una auténtica documentadora de pequeños movimientos, balbuceos, ocurrencias y emociones. De modo que la película no sólo propone conocer un espacio geográfico; también nos muestra una manera de ser y de expresarse. Una de las joyas del 18 Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente - BAFICI.
Galardonada en festivales como el BAFICI (Mejor directora de la Competencia Latinoamericana), Cosquín (Premio del Público) y General Pico (Mejor Película), esta película combina ficción y documental con resultados muy valiosos. ¿Una película cordobesa filmada en Puerto Pirámides? Sí, así como suena. Porque las productoras, la directora Marcia Aparicio y las protagonistas (Eva Bianco y Mara Santucho) son de ese origen, aunque en este caso se trata de una combinación entre ficción y documental ambientada en ese hermoso enclave patagónico que es la Península de Valdés. Ocurre que allí muchas de las calles no tienen nombre y uno de los proyectos impulsados por Julia, la maestra de la única escuela del lugar, consiste en que los alumnos logren que sea la propia comunidad la que elija cómo denominarlas. Para ello, los chicos entrevistan a los vecinos más representativos del lugar, mientras la cámara sigue también las actividades productivas de la zona (como la recolección de mariscos, por ejemplo). La apuesta narrativa remite por momentos a la de Los labios, de Santiago Loza e Iván Fund, pero este primer largometraje de Aparicio tiene vuelo y sensibilidad propia en su aproximación a las diferencias generacionales, la tradición, la memoria y la identidad de un lugar y su gente.
“¿En qué se basará la decisión artística que lleva a que en una película titulada “Las calles” el protagonista que primero se nos presenta sea principalmente el mar?”, pensaba innecesariamente (tal vez), mientras la historia sin darme cuenta me cobijaba en lo más íntimo de su esencia. Es que en el uso de planos generales y necesariamente estáticos, más la complicidad de nuestros privilegiados paisajes del sur argentino, se nos regala en los primeros segundos de película una ineludible sensación de paz, a la que ya nos hemos desacostumbrado los que vivimos en ciudad. Y entonces, como primer indicio, se puede interpretar románticamente que el calmo oleaje de mar indica implícitamente el ritmo y estado de ánimo necesarios al que debemos predisponernos para estar en armonía con la película. Sin duda, una invitación más que atractiva. Las instancias dramáticas que suceden a la primera secuencia anteriormente redactada, están abocadas a convidarnos del estilo de vida rural, pueblerino y real, ya que la película mezcla escenas de ficción con escenas documentales, un estilo narrativo bien cuidado y excelentemente construido que, sin duda, ha sido uno de los principales aciertos artísticos que llevaron al film a consagrarse con premios del BAFICI y otros festivales. Todo transcurre en el pacífico Puerto Pirámides, un pueblo donde las calles no tienen nombre (¡Bingo! Aquí parece estar la razón del título de la película). Es por eso que Julia, maestra de la única escuela del lugar, desarrolla un proyecto escolar que compromete a sus alumnos en un objetivo común: buscar nombres para denominar las calles. Para lograrlo, acuerdan llevar adelante una serie de entrevistas a distintos habitantes del pueblo, para que cada uno de ellos les sugieran los posibles nombres y sus razones al momento de candidatearlos para una posterior votación abierta a la comunidad. Por esta vía, no sólo conocemos a distintos y atractivos personajes, sino que también conocemos al pueblo a través de sus relatos, en un clima totalmente similar al que de alguna manera ya vivimos los que tenemos o tuvimos el privilegio de compartir una tarde de mates con nuestros abuelos, esos seres mayores que con una dulzura indescriptible nos cuentan una cantidad inagotable de anécdotas sobre su pasado. Así entonces, más de uno va a rememorar sus propias escenas, mientras los personajes…quiero decir, las personas de la película, nos cuentan las suyas. Nota personal: Se agradece este “pequeño viaje regalado a mi infancia” (algo que seguramente también agradezca quien vea la película). Además, las historias son un excelente pretexto para darse un tiempo de reflexión sobre el tiempo, las historias y la vida, su complejidad y sencillez, que son en definitiva, grandes tópicos que sostienen a la película. Finalmente, en el mar que abraza al pueblo de Puerto Pirámides flotan las mayores esperanzas y razones de vida de sus habitantes, ya que éste es el principal modo de vida que ellos tienen: El de trabajar en todo aquello vinculado al puerto. Una comunidad de culturas y personalidades visiblemente heterogéneas, de seres humanos con diversos pasados que un día patearon el tablero y decidieron irse a construir una vida en otro lugar: Puerto Pirámides. Se podría decir que al pueblo, y al mar, le deben lo que son hoy en día, su actualidad. Y tan grande es el mar como lo es la actuación de Osvaldo Bayer en la película, una de las perlitas imperdibles de la misma. Puntaje: 3,5/5
La importancia del nombre Sinopsis: En Puerto Pirámides las calles no tienen nombre. Julia, maestra de la única escuela del lugar, desarrolla un proyecto escolar que compromete a sus alumnos en un objetivo común: buscar nombres para denominar las calles. Reseña: La hibridez entre documental y ficción resulta indispensable para llevar a buen puerto a esta película, que toma como punto de partida la iniciativa de una docente de historia de una escuela en Puerto Pirámides para que sus alumnos se interesaran por la historia de su lugar y los lugareños bajo el pretexto de realizar, luego de una exhaustiva investigación, la votación para ponerle nombre a las calles de acuerdo a una selección previa producto de las entrevistas con cada habitante del lugar. De esa manera, identidad y rescate del pasado se amalgaman en un periplo donde la palabra lleva la voz cantante. Saber preguntar, escuchar, “curiosear” podrían ser los motores de la investigación y cómo la ficción irrumpe para demarcar el rumbo y que se rompa el silencio de aquellos que prefieren no recordar. La idea de la representación en la puesta en escena con actrices o hasta el mismísimo Osvaldo Bayer resignifica la premisa de este interesante film, atravesado por historias mínimas de marisqueros, buzos y lugareños que tuvieron contacto directo con pueblos originarios.
Las calles, de María Aparicio Por Ricardo Ottone Se podría decir que Las calles es un film “basado en hechos reales”, lo cual tratándose de un documental es algo por lo menos llamativo ya que implica una cierta distancia, por lo menos temporal, con su objeto. La idea le vino a la directora cordobesa María Aparicio cuando una amiga le contó acerca de la experiencia dirigida por Eugenia Eraso, maestra de la única escuela de Puerto Pirámides, en Península Valdez, Chubut. Esta experiencia consistía en que sus alumnos de colegio secundario hicieran entrevistas con los pobladores, sus vecinos, para conocer y recopilar sus historias, un proyecto que culminaba con la elección popular para ponerle nombre a las calles del pueblo. La experiencia era buen tema para una película, el problema es que la misma ya se había realizado y completado. Aparicio decidió encarar entonces el relato como una mezcla de documental y ficción apostando directamente a reconstruir la experiencia y filmarla como si fuera actual. Para ello viajó a Puerto Pirámides e hizo a su maestra conducir las entrevistas y ordenar el proyecto de la elección. Con la particularidad que su maestra no es ya la original Eugenia Eraso sino que esta es interpretada por la actriz Eva Bianco, al igual que su ayudante que es interpretada por la actriz Mara Santucho. Esta decisión arriesgada logra un resultado sin embargo muy interesante. Si uno no las reconoce o no está avisado de esta circunstancia, difícilmente vaya a advertir su carácter de personajes tal es la fluidez y naturalidad con que ambas actrices se mueven en sus papeles e interactúan con los chicos y los vecinos. La realizadora no intenta disimular el carácter de reconstrucción. Lo cual queda claro cuando vemos a la cámara anticiparse ante ciertas situaciones y como algunas de estas son puestas en escena tratadas precisamente como escenas de ficción. Por otro lado los chicos también son tratados como personajes, se los presenta, tienen su momento de protagonismo y se los sigue en situaciones de su vida cotidiana que son planteadas previamente para la cámara. Es claro que en ciertos momentos están actuando, una circunstancia que no solo no se esconde sino que tampoco da una sensación de falsedad. Un papel que está también a medio camino es el de Osvaldo Bayer, que aparece ahí sin ser presentado y sin que tampoco esto haga falta. Vemos a Bayer haciendo de sí mismo y de “personaje de la Patagonia” contando una de esas historias que muchos conocemos (la de las prostitutas de San Julián) porque ya se la hemos escuchado en otras ocasiones pero cuya capacidad narrativa hace que no tengamos problema en escucharla otra vez. La búsqueda de nombre de las calles en el proyecto original era una excusa para que los chicos salgan al encuentro de su comunidad y conozcan de primera mano las historias de su pueblo como una forma también de apropiárselo. En el film las calles (a las cuales apenas se ve) son también una excusa, esta vez para encontrarse con relatos y experiencias que son las que le dan al film su verdadero valor documental y constituyen justamente su aspecto más jugosos e interesante, el de capturar lo maravilloso y fascinante de las historias de vida de la gente común. LAS CALLES Las calles. Argentina. 2016. Dirección: María Aparicio. Intérpretes: Eva Bianco, Mara Santucho, Gabriel Pérez, Osvaldo Bayer, Luna Barone, Maximiliano Buss. Guión: María Aparicio, Nicolás Abello. Fotografía: César Aparicio y Santiago Sgarlatta. Música: Fernando Uñates. Edición: María Aparicio y Martin Sappia. Duración: 81 minutos.
El entramado de una comunidad. El gran logro de la película, de la que participa Osvaldo Bayer, es la organización de un relato que logra transmitir las líneas invisibles que unen la vida cotidiana de los vecinos de la región: las de las viejas generaciones con aquellas más jóvenes. Los rastros de lo real están impresos a fuego en cada rasgo ficcional de Las calles, primer largometraje de la jovencísima (nació en 1992) realizadora cordobesa María Aparicio. Y viceversa, ya que la materia con la cual fue edificado cada plano de la película descree de esa falsa máxima que afirma que la distancia entre uno y otro universo es tan enorme como inviolables sus fronteras. Una serie de placas sobre el final confirma algo que el espectador pudo haber intuido durante la proyección: en la localidad de Puerto Pirámides, provincia de Chubut –donde habitan alrededor de 600 habitantes– las calles no llevaban nombre hasta que un proyecto educativo de la única escuela secundaria de la zona terminó en una ley sancionada por el municipio. “Poniéndoles nombre a las calles de mi pueblo” fue un largo proceso de cinco años que culminó con una votación popular en el año 2010; ahora cualquier turista o visitante ocasional puede recorrer las calles Cacique Inacayal, Peones patagónicos o Facón Grande, entre otra treintena de bautizadas arterias. A propósito del proyecto, el escritor e historiador Osvaldo Bayer –quien tiene una fugaz aparición en la película, en una escena donde una partida de generala se mezcla con la charla amistosa al calor del vino– escribió en 2009, en las páginas de este mismo diario, que se trató de “la más democrática de las acciones que se pueda uno imaginar. Toda una actividad comenzada por la docente Eugenia Eraso y acompañada desde un principio por otros docentes y las autoridades municipales”. La actriz cordobesa Eva Bianco es la encargada de darle forma a un alter ego posible de Eraso, al tiempo que otros actores y actrices –Mara Santucho y Gabriel Perez desde el frente profesional, a quienes se les suman varios habitantes de Puerto Pirámides sin experiencia actoral previa– se ocupan de recrear, reinventar y reproducir cada uno de los pasos de esa investigación educativa finalizada hace ya cinco años. La estructura formal de Las calles es ciertamente atípica: en lugar de optar por una configuración documental –ya sea en su vertiente tradicional o relativamente lejos de los usos y costumbres–, Aparicio reconstruye desde la ficción las charlas previas entre la docente y los alumnos y las entrevistas a los lugareños que dieron forma a la posterior elección comunal. Pero tampoco lo hace a partir de la simple ficcionalización, desde ese ubicuo formato del “basado en hechos reales”. El resultado es por demás estimulante, aunque no todos los segmentos se revelen igualmente intensos o relevantes. Lo cierto es que la mayor impronta social en ese particular accidente geográfico del sur de nuestro país, que se fue vaciando lentamente en los años 70 y 80 hasta que el turismo de verano logró revertir la tendencia, es la pesca submarina, el marisqueo a profundidad, que un veterano buzo describe en detalle –con sus placeres y dolores– y un matrimonio afincado en la Península Valdés desde hace muchos años confirma como una tradición transmitida de generación en generación, una particular “empresa familiar”. Quizás el logro más destacable del film, que participó de la Competencia Latinoamericana del Bafici el año pasado, sea la paciente organización de un relato que logra transmitir sin demasiado esfuerzo el entramado comunitario, las líneas invisibles que unen la vida cotidiana de los vecinos de la región y también las de las viejas generaciones con aquellas más jóvenes. El día a día de un sitio que, como se afirma en más de una ocasión, está poblado por habitantes nacidos en otros lugares del país que han hecho de ese trozo de mar y tierra patagónicos su lugar en el mundo. Y todo ello sin caer en excesos antropológicos o en el paisajismo con ballenas y lobos marinos como tópico visual recurrente.
DE LA ESCUELA A LA HISTORIA Argentina es un país grande y extenso, repleto de pueblitos pequeños con muy pocos habitantes. Tal demografía se acentúa en mayor medida hacia el sur, hacia la tan despoblada Patagonia. Uno de esos pueblitos es Puerto Pirámides, en la provincia de Chubut. El único ubicado dentro de la Península Valdés, no posee calles con nombre, por lo cual la escuela del lugar decide iniciar un proyecto en el que los alumnos realizarán entrevistas a los personajes del pueblo, para que allí cuenten sus historias, sus anécdotas y vivencias, y también para que sugieran los nombres de pobladores emblemáticos que podrían llevar las calles a denominar. De esto se trata Las calles, el documental ficcionalizado de Marina Aparicio, que retrata el proceso de entrevistas que se desarrollaron entre el año 2004 y 2010, con el apoyo del Consejo Deliberante de Puerto Pirámides. Esta película representa el debut cinematográfico de esta joven directora cordobesa. A través de la representación de cómo se sucedieron las entrevistas, de cómo la profesora de historia del pueblo fue guiando, aconsejando y corrigiendo a los alumnos en el proceso de realización de una consulta de tal envergadura, la pelícua va recolectando y narrando diferentes historias de los pobladores del lugar, los cuales se caracterizan por haber arribado desde distintos lugares del país, siendo muy poca la población nacida y criada en Puerto Pirámides. Mediante estos relatos se reconstruye lo que, para quien escribe, es el eje central de la película: Puerto Pirámides es un pueblo de pescadores, ya que toda su economía, su oficio imperante, sus costumbres y hábitos dependen de la actividad pesquera (ya sea en barco o manual, la pesca es fundamentalmente de mejillones y pulpos). Es interesante este enfoque, ya que Puerto Pirámides es un lugar muy visitado y explotado turísticamente por su avistaje de ballenas, actividad que no es nombrada en el film. Intercalando las diferentes instancias de las entrevistas, la directora ofrece bonitas tomas del pueblo y sus alrededores, permitiendo a los espectadores conocer sus paisajes y la forma de vida que llevan sus habitantes. Y para finalizar, qué mejor que recurrir a las palabras de una de las habitantes del pueblo, quien resume al mismo en el siguiente poema:
Vi por ahí que alguien quería ver una ballena en Las calles. Pedía por la inmensidad del mar y por la presencia del mamífero que ha inspirado piezas literarias grandiosas. Tuve la impresión de que se le exigía a la película más hermosura y menos rostros curtidos. También escuché, en otra ocasión, el suspiro cínico, propio de los hombres fatigados que descreen de todo y prefieren la amargura como última verdad de su desencanto. En esa ocasión, se maldecía el humanismo de Las calles, como si la apelación a esa difusa filosofía pretérita, y pasada de moda, implicara desconocer la complejidad del mundo, la inhospitalidad creciente de cualquier sociedad y las injusticias casi estructurales que ordenan la experiencia de los hombres.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
María Aparicio es una realizadora que con apenas 24 años y una película logró obtener premios en Festivales como el BAFICI por su contundente trabajo “Las Calles”, una película que habla de la identidad en medio de un proceso cívico en la Patagonia. Ya desde la elección temática como el registrar las imágenes en la remota Puerto Pirámides, Chubut, son el adicional de una película que busca transgredir sus límites para reflexionar sobre cómo el accionar de un grupo de personas, desde lo particular, pudo generar un cambio global. El desarrollo narrativo de la propuesta es particular, porque en vez de quedarse con el plasmado de la actividad previa a la elección y posterior, Aparicio intentó darle otra forma, jugando con el límite entre la ficción y el documental, y tratando que el abismo que muchas veces separa este tipo de expresiones se una en una sola historia. La cámara, además, y la decisión de la ubicación de la misma ofrece otra posibilidad expresiva relacionada a cómo se cuenta la cronología que terminó con la concreción del proceso y el bautismo de las calles. En “Las Calles” por un lado vamos a conocer a un grupo de adultos recreado con intérpretes de la talla de Eva Bianco o Mara Santucho, grandes actrices que hacen de la naturalidad escuela, pero también por actores nóveles o no actores que plasmaran el proyecto educativo de la escuela secundaria del lugar y que terminó en ley sancionada por el municipio como “Poniéndoles nombre a las calles de mi pueblo”. Ese proceso, largo, llevó más de cinco años y finalizó con la votación popular en el año 2010, también recreada en “Las Calles” y que posibilitó que el transitar Puerto Pirámides sea ahora una experiencia diferente. La habilidad de Aparicio radica en provocar una reflexión sobre la libertad de elección, sobre el difícil camino para cambiar; y también sobre el impulso vital de cambiar el estado de las cosas para mejorar. Pero también se habla de las ganas con las que se tienen y pueden hacer las cosas, sabiendo que nada impide que con pasión se pueda transformar algo impensado. Allí está el fuerte de la película, y ya no importa si es ficción o si es documental. Igualmente la división se la puede percibir a partir de la clara incorporación de las entrevistas a los habitantes históricos del lugar, sondeados por los jóvenes ávidos de conocimiento y de posibilidades para nombrar las calles. Y en el registro del proceso, “Las Calles” termina por consolidar gratamente su propuesta, un recorrido que espera finalizar con el poder identificar los espacios, para, de alguna manera, recuperar una identidad negada. El film se verá los jueves de junio a las 21 horas en el Centro Cultural de la Cooperación (Avenida Corrientes 1543).
En su opera prima, Las calles, la directora María Aparicio combina documental y ficción entregando una sensible mirada sobre un lugar y su gente buceando en la memoria y la identidad. Las calles de María Aparicio reconstruye un hecho real del 2010: una profesora de historia les da como consigna a sus alumnos buscar nombres para las calles de su pueblo. De esta manera aparecen las raíces y la esencia de Puerto Pirámides, una pequeña localidad del norte de Chubut, donde reina el mar y la pesca, en vez de ser un sustento de vida, se vuelve un arte para el espectador. Un contexto que pocos aprovechan y que tiene tantos recursos visuales como historias desconocidas. Julia (Eva Bianco) invita a sus alumnos a recolectar información dentro de la comunidad, escuchando sus anécdotas, siempre haciendo hincapié en el lenguaje de la memoria. Las entrevistas sirven como hilo conductor, mostrando las diversas miradas de los antiguos pobladores. Desde sus comienzos como forasteros hasta cómo sobrevivieron a las adversidades y forjaron su porvenir. Los escenarios van cambiando y se genera una especie de ida y vuelta entre las diferentes generaciones de la comunidad. Y cómo a través de la unión reivindican su cultura y le ponen palabras a sus caminos. Cielos atrapantes, mesetas áridas, el eco de las olas acompañando la música, son pequeños detalles que se ven a través de la cámara de Aparicio. Su registro casi documental permite adentrarnos en la mística de los paisajes, los colores intensos, el mar cambiante y la idiosincrasia de sus habitantes. Así como lo hizo el escritor Osvaldo Bayer en La Patagonia Rebelde, la película funciona como puente para recordar que el sur también existe y que su historia merece ser contada a través de sus protagonistas.