Narnia: Un pedacito de fe
Es tan difícil saber hasta dónde influye la información previa negativa o positiva respecto de una película, como escapar de las comparaciones. Que por todos lados se esparzan rumores acerca de las compañías productoras (Disney en el caso de Narnia 3 ) y directores que se salieron o entraron de una superproducción, por lo general no ayuda, pero sin dudas puede influir en el juicio de cualquiera. Lo mismo si se “bisbisea” acerca de los gurúes contratados para salvar proyectos cinematográficos de la ruina (en muchos casos guionistas), o de las estrategias de marketing que se emplean como anabólicos para promocionar lo que por sí solo no puede ganarse una justa popularidad.
Las crónicas de Narnia 3 puede adolecer de esta clase de virus, como también del de comparar las adaptaciones que se hicieron de esos libros con las que Peter Jackson hizo de El Señor de los anillos . Y es que los escritores de unas y otras novelas, C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien, fueron amigos además de colegas... Para algunos eso basta para suponer que hubo alguna clase de competencia aunque fuera subyacente entre ambos.
El problema en realidad está en comparar. A veces comparar es un mecanismo del aprendizaje. A veces es completamente nocivo.
Las crónicas de Narnia 3: la travesía del Viajero del Alba , con nuevo director a bordo, va mostrando un nuevo ingreso de los hermanos Pevensie a ese universo paralelo bautizado como el reino de Narnia, donde todo lo fantástico es imposible, y aún hay muchas cosas inimaginables por suceder. En esta ocasión Lucy y Edmund son acompañados por Eustace, un primo que los tiene como pensionarios en Cambridge (Inglaterra). Personaje que a la postre disfruta de los momentos más simpáticos de la entrega, primero por su carácter quejoso y ligeramente cínico, y luego por la transformación (a todas luces previsible desde el comienzo) que aborda al entrar en contacto con seres como los centauros, los príncipes, los dragones, y labrar paso por paso un compromiso con los hechos.
Sobresaliente toda la secuencia de la batalla final cerca de la Isla Negra, entre los tripulantes del bergantín Viajero del Alba y la gigantesca serpiente marina representante del mal. Captura la mayor parte de adrenalina que circula la película y deposita al espectador sin aliento en el fin de la proyección.
Para guardar en una cajita, una frase dicha como al pasar por el ratón parlante Reepicheep: “Nada es tan enorme como un pedacito pequeño de fe” cuando se quiere alcanzar algo que parecía imposible.