Las Horas Más Oscuras (Darkest hour) pone a Gary Oldman en la piel de Winston Churchill, justamente en uno de los períodos más angustiantes en la historia de la humanidad: los primeros días de la segunda guerra mundial. Joe Wright (Hanna, Atonement) plasma en la pantalla grande una película que describe la depresión de aquel momento para reflejar un estado de last resort – último recurso – a lo largo de 125 minutos. Desde el vamos, Wright recurre a sofocar al espectador entre gritos desesperados de imparcialidad en momentos decisivos sobre el relevamiento del primer ministro Neville Chamberlain. Observamos discusión, rostros enojados aullando conveniencias partidarias – al mejor estilo político del: Sálvese quién pueda – pero no vemos a quien realmente nos interesa. Darkest hour introduce al futuro primer ministro en un momento nada triunfal: desayunando whisky en su cama.
Darkest hour presenta un Churchill que constantemente entra en dudas consigo mismo, es filoso como una navaja y claro, digno del viejo bulldog inglés patriota en toda su integridad. Todo esto es curioso ya que Joe Wright nos ofrece un modelo encantador en su propio estilo de la personalidad de Churchill y hay que aclarar: el film no quiere mostrar una simpatía falsa por el “Británico entre británicos”, sino que pone en hecho los terribles tiempos que acontecían al mundo en el mes de mayo de 1940 y abre la cortina al individuo que tomó decisiones correctas en un mar de dudas entre cobardes que buscaban la salida fácil. Oldman, inmenso como siempre, es como un faro entre la oscuridad de los tiempos, el ambiente abrumador presentado por Wright y el impecable trabajo de juegos y sombras a cargo de Bruno Delbonel (Inside Llewyn Davis, Harry Potter and the Half-Blood Prince) en la silla de director de fotografía.
La película presenta personajes históricos. Presenciamos – por obvias razones historicas – al rey Jorge VI (Ben Mendelsohn) perdido en decisiones e incertidumbre de conflicto y no por sus palabras – The King’s Speech –, también el excelente Stephen Dillane (Game of Thrones, Goal!) se pone en la piel del “escamoso” Lord Halifax, el villano de turno y Kristin Scott Thomas acompaña gratamente a Oldman como Clementine Churchill no obstante Darkest Hour es una fiesta total – con entrada y mesa dulce – en actuación de Gary. Calcado y perdido en esa obesa piel Oldman es el inquebrantable héroe británico y merece nada más y nada menos que todos los honores disponibles por su trabajo, y por favor… QUE VENGA EL OSCAR!
El film de Wright también funciona como parte 2 de una trilogía de películas con temática de la segunda gran guerra: Comenzando por el ya mencionado The King’s Speech (2010), introducimos a Darkest Hour en la segunda parte de la ecuación y terminamos con Dunkirk (2017) – film que también compite en la próxima edición de premios Oscar -, estos tres film pueden retratar la duda (Speech), el miedo (Darkest) y finalmente el triunfo (Dunkirk) de ese eterno mes de mayo en la historia británica.
Darkest Hour no es una película para todo público, está realizada para impactar a los interesados en films de época y cinéfilos hambrientos en plena temporada de premios; llena un vaso – gigante – en el rubro actuación, es hermosa en su estilo tétrico de reflexión temporal, y consigue realmente lo que busca, poner a Gary Oldman de nuevo en la cúpula del juego de la industria.