En su nueva película Las Inocentes, Anne Fontaine vuelve a contar una historia basada en hechos reales, con un tópico complejo y delicado.
A Anne Fontaine le interesan los personajes femeninos y fuertes. Su más claro ejemplo se veía en Coco Avant Chanel, donde retrató a la ya mítica diseñadora de moda desde un costado personal y alejado de las biopics con aire a telefilm. En Las Inocentes vuelve a basarse en personajes que existieron, y acá decide retratar la vida en un convento de monjas polacas que fueron abusadas por soldados soviéticos y la gran mayoría se encuentran ahora embarazadas de ellos. También están solas, escondidas, resguardadas, hasta que una de ellas, desesperada por la situación crucial de una de sus hermanas, sale a buscar ayuda y así conoce a Mathilde. Mathilde trabaja para la Cruz Roja francesa y arriesga su trabajo y su vida en más de una ocasión para poder ayudarlas, también en silencio y a escondidas, a medida que salen a la luz otros secretos del lugar.
Mathilde no es religiosa (“Con la ayuda de Dios no es suficiente”, intenta hacerle entender a quienes se niegan en un principio su ayuda) pero es mujer y es por eso que de a poco se va creando afinidad entre la joven y las monjas. Pero a la cabeza está la madre superiora, rígida y madre de todas las decisiones a las que el resto debe obedecer.
El film va delineando las diferentes relaciones y sus modos de Mathilde para con las diferentes chicas, pero también en su trabajo y vida personal, con el doctor para el que trabaja. Mathilde no es una mujer que hable demasiado, o mejor dicho, sólo habla cuando tiene algo para decir, y si bien seguramente tendría mucho para decir sobre esta nueva situación en la cual se encuentra también sabe que ellas confían en que guardará su secreto. Y en su trabajo parece relegada a un lugar de ayudante cuando su trabajo con las monjas demuestra que tiene mayores conocimientos y capacidades.
El marco de ese invierno de 1945 que parece interminable, de esos bosques nevados de Polonia y recién concluida la Segunda Guerra Mundial, termina de agregar cierta distancia y frialdad que se siente durante gran parte del montaje. Es quizás por eso que su resolución resulta un poco apresurada y abrupta, principalmente por la calidez que de repente desprende.
Las Inocentes es un drama bien logrado, austero, pero peca de tibio a la hora de retratar una historia tan oscura y sórdida. Conmovedora y amarga al mismo tiempo, con buenas actuaciones y una trama que merecía ser contada, la última película de Anne Fontaine demuestra mucha madurez además.