Superficialidad al sol
Un grupo de seis amigas se reunen en una terraza a fines de diciembre de 1995 para tomar sol, ya que esa misma noche van a participar en un concurso de salsa y quieren estar bronceadísimas.
En ese escenario, las chicas pasan el día al sol. Con un texto en letras amarillas que cada tanto nos informa la hora, desde temprano hasta que comienza a atardecer, las seis se extienden al sol sobre sus lonitas y se untan con extraños bronceadores caseros. Aparentemente en los noventa no les preocupaba demasiado el cuidado de la piel, ya que ninguna saca de su bolso un protector solar.
Entre música en cassettes, lonas transpiradas, bikinis de colores, un poco de ron y un poco de porro, las chicas pasan la tarde casi sin parar de hablar, y lo que comienza como una charla amena y pasatista se convierte de a poco en una catarsis colectiva. Karina (Elisa Carricajo) la psicóloga del grupo -estudiante de psicología, en realidad, y amante de toda terapia alternativa existente- les hace ver que los objetivos que se plantean son imposibles, que no son más que sueños: el novio perfecto, la casa propia, el trabajo donde te valoren. Las convence entonces de que deben plantearse un objetivo más simple, posible de alcanzar, y el sueño común que todas proponen es que dentro de un año en vez de juntarse en esa terraza a asarse como pollos, van a estar en una hermosa playa en Cuba, todas juntas.
A partir de ahí, Flor (Carla Peterson) la líder del grupo, una promotora simpática y con carisma, las arenga y las organiza para cumplir el objetivo; las propuestas van y vienen, el sueño se pincha tantas veces como se vuelve a inflar, y mientras tanto las chicas se enojan entre ellas, se critican, se ayudan, se juntan, y siguen manteniendo el mismo objetivo hasta el final de la historia.
La película funciona como una buena postal de los 90´s, esa época en que el uno a uno les permitía a muchos viajar, comprar en el súper productos importados, y la superficialidad se nos metía por los poros. Sin embargo, la historia falla cuando pretende ser algo más. Por momentos creemos que las chicas van a ir un paso más allá, y aparecerá alguna crítica o reflexión más profunda, o que a pesar de tanto sol la cosa puede volverse tragicómica, pero no, todo se queda en la superficie, como una foto o un simple retrato.
La química entre las actrices funciona muy bien, aunque los personajes son por momentos un poco estereotipados, y a pesar de que cae en algunos lugares comunes sobre la amistad femenina, la película es graciosa, entretenida, y tiene momentos de humor muy bien logrados, la mayoría aportados por Violeta Urtizberea, quien compone a una peluquera un tanto hueca, pero muy extrovertida.
El sol parece otro protagonista más de la historia -el mejor logrado-, casi sentimos el mismo calor que ellas, con tanto color cálido que nos sofoca desde la pantalla. La historia ha llegado y se ha ido como una tarde de verano, de esas en las que hemos pasado un buen rato, pero nada más.