Ópera prima de Alice Rohrwacher, Las maravillas gira en torno a la agridulce historia de una niña en medio de una familia de apicultores en un pueblo de Italia.
El primer largometraje de Alice Rohrwacher es un drama con algunos toques de comedia, y por momentos algo surrealista. Se nota que Las Maravillas es una película dirigida por una mujer, ya que es una especie de oda a la femeneidad.
Gelsomina tiene 12 años y es la mayor de sus hermanos. Su familia vive de la apicultura y está comandada por un padre autoritario que tiene a su mujer y sus hijas prácticamente esclavizadas trabajando. “Cuando no está él se respira”.
Un día aparece un programa de televisión en busca del mejor productor local de alimentos y es ahí cuando aparece la bella Monica Bellucci, interpretando a su excéntrica conductora, como el ideal de belleza que la niña admira. Así como la actriz suele cautivar a la platea masculina, acá cautiva a la niña que de repente quiere ser algo más que una simple apicultora. Pero la primera persona que se le opone es su padre alemán.
Con una buena fotografía a cargo de Hélène Louvart y unas locaciones de ensueño es que se decide contar esta historia que parte de un guión simple que no termina de profundizar en las emociones de los personajes. De hecho, los personajes adultos apenas están desarrollados. La narración fluye de manera lenta y más bien contemplativa.
Gelsomina es inteligente e intuitiva y sabe que su futuro no está en ese lugar con los demás por eso se atreve a desafiar a su padre al entrar al concurso.
Con un tono extraño, agridulce y por algún momento casi absurdo, es que Las Maravillas es una rareza, atractiva e interesante pero cuyas pinceladas no terminan de definirla y se la siente un poco despareja.