En esta película que escribe y dirige Pedro Wallace, Juana y Carmela son dos amigas que viven en la frontera entre Brasil y Argentina. Una especie de no lugar, como al margen. Además cargan en simultáneo un avanzado embarazo, algo que es una odisea en sí misma ya de por sí. Una tarde en que Carmela se siente mal y cree que podría estar pronta a dar a luz, Juana se dispone a acompañarla hasta el hospital más cercano, quedando los niños de ambos solos en la casa, entretenidos entre sus juegos.
El calor del verano misionero se puede percibir en esos rostros cansados, en el caminar pesado de las dos mujeres. Dos mujeres que al llegar hacia el punto dirigido no encuentran la respuesta necesitada: que todavía falta, que acá no hay lugar para atenderlas, que pruebe en otro lado; a la larga, tratadas como dos animales, «preñadas». Así, vagando con el peso a cuestas mientras no encuentran una pizca de solidaridad o empatía a su alrededor, excepto la que se brindan entre ellas. En sus casas no es muy distinto, Juana escucha los gritos del marido de Carmela y luego le descubre un moretón en la pierna. Es que Carmela terminó aceptando que las leyes, el Estado no están para todas las mujeres. Es que la violencia machista (en especial la doméstica) para ella es algo cotidiano.
Las preñadas pone en foco la amistad y sororidad femenina, aun en las circunstancias más inesperadas o adversas. Las actrices Ailin Salas y Marina Merlino ponen el cuerpo en un drama social de tiempos aletargados que impregnan de naturalidad al relato.
La fotografía y el diseño de sonido ayudan a transmitir la atmósfera del lugar. Los lugares abiertos, con pocas casas, las calles de tierra, los senderos empinados. Y después, la cuestión de la salud pública, con hospitales descuidados y con poco personal.
Agobiante pero también amorosa por la compañía entre las dos mujeres, Las preñadas parte de una premisa narrativa simple y la impregna de una fuerte carga social. Sin necesidad de apelar al suspenso o una tensión efectista ante cada nuevo pequeño obstáculo, y en su lugar con dos interpretaciones soberbias que son el corazón de una película que abre un debate necesario sobre una realidad que duele.