En su tercer largometraje tras Ciencias Naturales y El Pampero, Matías Lucchesi escribió junto a Mariano Llinás el guion de un western que tiene como protagonistas a dos mujeres en medio de la zona pre cordillera de Mendoza.
Las rojas empieza con una escena curiosa. Un programa de televisión italiano entrevista a Carlota (Mercedes Morán), una paleontóloga argentina que asegura hallarse en posesión de restos de una criatura mitológica, una especie de grifo. Que no es un grifo, aclara ella una y otra vez, de mal humor y mal predispuesta desde el comienzo de una entrevista que termina abandonando harta de sentirse boludeada. Tras ese prólogo, se nos presenta a Constanza (Natalia Oreiro) que viaja hacia una zona andina donde la paleontóloga se encuentra instalada trabajando, un lugar al que no es fácil acceder y al que encima llega demasiado temprano.
Constanza y Carlota no se llevan bien desde el primer minuto y sus miradas y fuertes posturas las muestran enfrentadas; Carlota quiere seguir trabajando tranquila en su proyecto y Constanza fue enviada para atender aparentes irregularidades. Pero la montaña y el hombre, en la piel de Freddy (Diego Velázquez), las va uniendo más allá de sus diferencias. Freddy y Carlota son enemigos y colegas y están detrás de lo mismo, algo que por el momento se encuentra bajo el poder de la mujer y el hombre le quiere arrebatar. Cada personaje sin embargo esconde más de lo que muestra.
Si bien sucede en medio de la montaña, entre mulas y carpas algunas más cómodas y grandes que otras, hay cierta rusticidad y suciedad que le falta a una película demasiado prolija y calculada. Es una producción de grandes despliegues visuales y sonoros que de todos modos permite a sus reconocidas protagonistas que se luzcan en medio de un duelo actoral en el que ninguna desentona: una en el papel de la mujer experta y dominante, la otra más joven pero no por eso ingenua. Dos personajes con sus fortalezas e inseguridades.
Sin embargo, el tono de la película es difícil de captar, desde esa extraña escena inicial que roza la parodia, pasando por el drama áspero hasta llegar a una resolución sorpresiva y apresurada que deja ganas de mucho más. Parecería que hay algo ahí que podría haberse explorado más con algo de riesgo; la presencia de Llinás se siente con más fuerza en ese acercamiento a lo fantástico con el que juguetea. En el medio, un interesante juego de personajes bien definidos y la latente sensación de peligro hacen de Las Rojas una película intrigante y entretenida que a medida que se sucede va perdiendo un poco de lo cautivante. Una producción atípica que viene a refrescar la cartelera con la importancia defender las riquezas de la naturaleza.