La anti Nomadland.
Tal vez por sobreabundancia o por su insistencia en revisitar los mismos temas, al director británico Ken Loach suele achacársele, un poco con certeza y otro poco con falacia, el imperdonable error de repetirse a sí mismo hasta el cansancio y hasta de agotar al espectador con su prédica contra las injusticias cometidas por el capitalismo salvaje contra una indefensa clase trabajadora.
Doble ganador de la Palma de Oro por El viento que acaricia el prado (2006) y Yo, Daniel Blake (2016), Loach, quien ha construido una obra sólida y siempre comprometida con el realismo social británico (y global), retorna con una historia que no por repetida deja de tener relevancia. Al contrario, en un mundo donde la digitalización a rajatabla, la hiperconectividad y la inteligencia artificial parecen barrer inexorablemente con lo que queda de la humanidad que no goza de los beneficios de una educación o una capacitación IT, un film como Lazos de familia (anodina versión del contundente “Sorry We Missed You”, o algo así como “No pudimos concretar la entrega, póngase en contacto para concertar una nueva fecha”) es un verdadero cachetazo a los adalides del progreso tecnológico a toda costa, sin un rostro humano.
En este escenario, donde la clase trabajadora no calificada pasa a ser simplemente un daño colateral inevitable, Lazos de familia ilustra con angustiante simpleza el destino de una familia de clase baja que se traslada de Manchester a Londres luego de que el padre de familia, Ricky, pierde su empleo en la construcción y, sin otra posibilidad, decide subirse (o hacer el “on-boarding”) al “nuevo” sistema de relaciones laborales en que no existen empleos, pero sí trabajos; donde no existen horarios, pero sí obligaciones contrarreloj; donde no se considera, no se concede ni se perdona un minuto de retraso y donde se abonan multas por problemas ajenos al trabajador. En suma, un mundo donde la creciente informatización pone al hombre al servicio de la máquina y vuelve a los humanos contra sus propios congéneres.
Creador también de las multipremiadas Riff Raff y Tierra y libertad, que exploran el destino casi inexorable de las clases desposeídas, en Lazos de familia Loach, de 85 lúcidos años, se alza con dignidad y con envidiable coherencia narrativa y de contenido contra productos como la injustamente glorificada Nomadland (2020), ganadora del Oscar a la Mejor Película del Año.
Lazos de familia y Nomadland tienen unas cuantas cosas en común: en lo anecdótico y en el hecho que desata la acción, los protagonistas son víctimas de la gran recesión que sigue al colapso financiero del 2008 y se ven obligados a tomar decisiones drásticas para no caer del otro lado del barranco económico, del cual no parece haber retorno.
En Nomadland, Fern (Frances McDormand), opta por una solución “autónoma”, sumándose a las hordas de nómades modernos vehiculizados, versión romantizada de la vida en el camino, con la libertad de manejar horarios sin ataduras; en un pasaje memorable de la cinta, incluso, Fern, alternativamente trabajadora golondrina en la cosecha de la papa (tarea inhumana para una persona de su edad) o empleada de empaque de una planta de Amazon, elogia lo conveniente y la buena paga del sistema de “contratación” de la empresa del viajero espacial Jeff Bezos.
En Lazos de familia, Rick, no muy convencido pero sin otra alternativa, se suma a un equipo de delivery multipropósito que no reconoce la relación trabajador-empleador, donde el trabajador es “dueño de una franquicia” de reparto que presta servicios a un implacable unicornio del e-commerce que aplasta sus derechos y cualquier posibilidad ya no de mejora mediante la perseverancia y el trabajo a destajo, sino también de su vida personal y familiar.
Si bien es cierto que Loach repite temas y esquemas narrativos que terminan volviéndose previsibles, no es menos cierto que un film como Lazos de familia atrapa por la brutal honestidad de su mensaje y por la empatía que generan las magníficas actuaciones de todo el elenco (con lógicas reminiscencias del cinéma vérité). Si los grandes auteurs del cine en muchos casos cuentan una y otra vez las mismas historias con argumentos similares y temáticas idénticas, Loach, con Lazos de familia, ratifica que es un realizador de raza fiel a sus principios. No es poco, en un mundo arrasado por la globalización y proclive a sumarse a los nuevos paradigmas, sin consideración por el costo humano del avance tecnológico y creciente inequidad social.