El cine independiente estadounidense acostumbra mostrar el lado oscuro del sueño americano. El problema más común de este tipo de cine es la mirada sobre los personajes que no puede despegarse de la condena del cineasta. Debra Granik da una clase magistral de cómo evitar ese error en Lazos de sangre y, en una de sus decisiones más osadas, recurre a tonos típicos del cine de terror en situaciones que suelen abordarse más cerca de los melodramas televisivos más chatos. Sin grandes concesiones ni renunciar jamás a sus ideales, Lazos de sangre consiguió hacerse un lugar en las nominaciones al Oscar. Un pequeño triunfo para una gran película.