Ree tiene pantalones
En un ambiente rural se desarrolla la desoladora historia de Winter's Bone (2010), segundo film de Debra Granik, que triunfó en Sundance con dos premios -incluyendo el Especial del Jurado-. Cuenta la historia de Ree (apabullante actuación de Jennifer Lawrence), una adolescente que vive la desaparición de su padre en el momento más complicado de su vida: cuando le toca crecer.
El film de Granik, coescrito para la pantalla con Anne Rosellini, es una historia sobre la madurez. Ree es un personaje visceral, que se cargó la familia al hombro justo cuando su padre los abandona sin dejar rastro y los deja a merced de Dios. Granik no sobresale por la labor estética, pero sí con la dirección de actores. Lawrence y un irreconocible John Hawkes se llevan por delante la pantalla, y encarnan los lazos de sangre (por fin un título bien inventado en Argentina) de una manera que llega al corazón. Su relación es inestable, y hasta bipolar, todo con un tono lisérgico pincelando el mar de fondo. Las mentiras, la violencia verbal, y física por momentos, toman protagonismo en un momento en que el in crescendo del guión ya no da más y busca estallar, como la sensible pero firme Ree.
Y es que todo pasa por Ree. Ella es la historia. Ella encarna la búsqueda por cielo y tierra de su desaparecido padre. Ella lleva las riendas de un film independiente que rebosa ternura y angustia al mismo tiempo (secuencia final), o asco y vergüenza por otra parte (el pueblo corrompido como espejo de la sociedad retorcida por los vicios y las drogas). Ree se pone los pantalones y construye el puente entre el público y una película virtuosa y fría, pero sensible al mismo tiempo.
Winter's Bone no será una novedad ni nada del otro mundo para los acostumbrados a thrillers contundentes. Pero la sangre y nervio que tiene esta historia es lo que tiene de particular. No vamos a encontrar en cualquier parte un drama familiar con tanta calidad y tanta mano dura para narrar el despojo y la soledad ante una situación desesperada como la que vive el personaje magistralmente encarnado por la joven y talentosísima Lawrence. Quizás nos remitamos a títulos recientes como The Constant Gardener (2005) para refutar esta idea, sólo que Granik no precisa un mega despliegue y nombres conocidos en cartelera para mostrar lo que quiere contar. Sólo le basta un microcosmos turbio, un personaje creíble y un poco de maleza en planos generales para hacerlo. Eso, obviando la tierna y devastadora lección de cómo crecer y sobrevivir, matando ardillas y disparando bien un rifle.