Fresco de adolescencia
Graciosa y tierna, fresca y colmada de verosimilitud en su pintura de una etapa de la vida (la adolescencia), en la exageración de cuyo retrato el cine suele buscar el efecto reidero y el chiste fácil antes que la autenticidad, Le nouveau no sorprende por la presunta novedad del tema que trata sino en todo caso por la forma en que lo hace: dejando atrás los lugares más comunes del género y apoyándose sobre todo en la precisión de sus pinceladas. El ambiente en que la historia transcurre es precisamente el de una escuela secundaria; el protagonista, un chico de 13 años que acaba de cambiar de ciudad (de Le Havre a París) y, por supuesto, de colegio, con todos los problemas que acarrea ingresar en un grupo ya establecido, y su hilaridad proviene de lo reconocible de las situaciones que presenta ¿Quién no recuerda haber armado listas al proyectar una reunión? ¿O haber colaborado por ejemplo en esos correos clandestinos que atraviesan el aula de mano en mano con mensajes más o menos secretos? ¿Y cuántos han sabido de quienes se las ingeniaban para colarse en una fiesta organizada por los más cancheros de la clase, tipos tan envidiados por su popularidad como detestados por el mismo motivo? ¿Y quién que haya sido "el nuevo" aunque solo fuera una vez, no sufrió alguna broma pesada de parte de la misma banda?
Esas y otras situaciones parecidas que contiene Le nouveau en medio de un clima de ligera diversión avivarán la nostalgia de muchos espectadores y al mismo tiempo, más allá de sus pequeñas crueldades, también despertarán su ternura.
Rosenberg (él también fue un "nuevo" como el tímido Benoit de su película), habrá querido evocar aquellos momentos (los del primer enamoramiento, de una linda chica también recién llegada, pero de Suecia),o de cuando supo descubrir que en medio de una pequeña comunidad que se mostraba hostil al principio, había tres o cuatro compañeros que podían ser sus pares -marginados como él, aunque por razones diversas: un grandulón ingenuote y un poco tonto, una tierna chica minusválida, un charlatán sabelotodo-, que le compensarían la desazón del primer frustrado romance. La afinidad, al fin, no se revela de inmediato. Y bien puede ser que de ella nazca una futura amistad.
Sin duda, además de un realizador sensible e inteligente que tiene muy fresca en la memoria la experiencia adolescente (acaba de cumplir 37 años) el film se ha beneficiado por el gran trabajo de su equipo de casting. De los intérpretes -todos, pero en particular Réphaël Ghrenassia y Joshua Raccah- depende en buena medida la natural empatía que se genera con la platea, y el clima fresco del espíritu adolescente. De la propia historia del cineasta, y de la de Benoit más sus nuevos amigos, incluido el tío juvenil que le da una mano al protagonista, se desprende que lo importante, al fin, es despreocuparse de la opinión de los otros y saber disfrutar de lo que la vida ofrece.