Los ángeles de cara larga
De todas las propuestas apocalípticas que Hollywood (ojo, con mayúsculas bien puestas) nos viene trayendo en la bienaventurada compañía de la ciencia ficción, Legion aparece como un circo de payasos endiablados y serios, dispuestos a hacer a uno caer en la trama de un microcosmos distorsionado por la llegada de un ángel de la guarda rebelde, una nueva versión de El-Nacido-Que-Nos-Salvará, Dennis Quaid fumando y actuando bien, y una claustrofobia excelentemente llevada durante un metraje que no se avergüenza de su decencia vilipendiada por un flojo desenlace.
Para empezar, Scott Stewart es el autor material de este crimen divertido. Un tipo que desde hacía diez años no se ponía detrás de las cámaras para dirigir, pero sí arrasaba el mercado con su compañía de efectos visuales en films como -atentos, agárrense de lo que tengan cerca-: Blade Runner, Mars Attacks!, The lost world: Jurassic Park, Sin City, Harry Potter and the Goblet of Fire, Superman Returns, Pirates of the Caribbean 2 y 3, y Iron Man. ¿Qué consiguió esta vez este buenazo amante del CGI? Una mirada muy original sobre el Apocalípsis, con guiños más que palpables sobre La Biblia, un desempeño cinematográfico inusual en estos proyectos (la fotografía es asombrosa) y una dimensión paralela pero superior a todo el cataclismo emmerichiano y existencialista tan burdo y patético al que estamos acostumbrados.
Este film que fue muy promocionado en Estados Unidos pero terminó siendo un fiasco en la taquilla, pasa al olvido por culpa de una mala resolución de los hechos y un par de detallecitos técnicos un tanto risibles. Pero en una mirada abierta, poco pretensiosa para con el género y consciente del contenido, la deja bien parada por su primera hora de metraje, destacando la introducción y la presentación inicial del reparto -digamos- coral, analizando psicológicamente a cada uno para que a la hora en que las papas empiezan a arder (o los ángeles endemoniados y los perros del Cielo empiezan a obrar) no nos comamos el estereotipo casi inexistente ni nos desentendamos de la propuesta. Es que la manera en que está tratado este compendio de miradas retorcidas sobre las decisiones y los "sentimientos" de Dios la hacen diferente, y eso ya es mucho decir para un film que si se lo trata de pochoclero o catalizador de un sábado lluvioso puede terminar en un "que flor de estupidez" ante la mirada gruesa del cinéfilo malhumorado.
Es así, amigos, para querer a Legion hay que armarse de paciencia y entenderlo por lo que es: un diamante en bruto que quizás nunca se llegue a pulir del todo, pero que será recordado como una propuesta minimalista y demasiado categórica sobre su propia esencia e hipótesis. Aspectos técnicos irreprochables consumados en un matrimonio que nunca funcionará con un guión revoltoso y mal desarrollado, aunque ciertas líneas sacadas de contexto pueden darle una buena lección a otros que intentaron o intentarán incursionar en este género.