El constructor de sueños
El básquetbol no habría sido el mismo en nuestro país sin León Najnudel. "Fue la persona más importante del básquet argentino", remata en el film Julio Lamas, uno de sus principales herederos y uno de los muchos colegas y amigos que, porque estuvieron junto a él durante tantos años y compartieron su pasión por el deporte, supieron de su convicción de que había que federalizar el básquet y de la tenacidad incansable con la que él llevó adelante su idea. En los bares de Thames y Corrientes (su barrio desde la infancia) o donde se hiciera necesario ir -club por club, despacho por despacho, aquí o en el interior- para discutir y convencer, para avanzar unos pasos más hacia la fundación de la Liga Nacional de Básquetbol.
A la que se llegó gracias a su espíritu luchador y al apoyo de mucha gente vinculada con ese deporte -periodistas, jugadores, entrenadores, dirigentes- sólo después de recuperada la democracia. Para que se tenga una idea de la trascendencia de esa Liga, que modificó la manera de competir, baste decir que sin ella no hubiera habido, por ejemplo, ni Generación Dorada ni triunfo olímpico. Najnudel no sólo se había destacado como entrenador y había descubierto decenas de talentos. También había soñado ese futuro que lamentablemente no llegó a ver (murió en 1998). "Era un constructor un constructor de sueños", dicen de él las numerosas personalidades que Glusman convocó para que entre todos compusieran su retrato, y de esa suma de testimonios no sólo surge la figura del hombre que representa como ningún otro al básquetbol nacional, sino también la admiración y el cariño por el maestro que muchos vieron en él. Haber logrado que el documental atrape la sinceridad que contienen las palabras de quienes hablan -sean famosos como Nocioni, Scola y Adrián Paenza, los compañeros de toda la vida o de las noches de interminables conversaciones sobre básquet- carga el retrato de genuina emoción. Najnudel la merecía.