La leyenda del Chamán, nos trae a una temática diferente al mundo de la ficción de género nacional y es la figura de los mitos y ritos de nuestros pueblos originarios. Saliendo finalmente de la Ciudad de Buenos Aires, nos vamos al Chaco, a la vuelta de las raíces. Siempre la lucha será por las tierras y hay alguien dispuesto a vender su pasado al mejor postor.
Pero es en este enfrentamiento de valores, en donde se busca la identificación con el espectador: en las relaciones del que vuelve al pueblo y lo que provoca abrir la puerta al pasado. Ahora bien: antes de verlo, empecé a ir a por su comunicación previa y su tráiler. Honestamente, me costó entender a dónde quería apuntar en cuanto a que era confusa la cantidad de personajes y los lazos no terminaban de estar bien delimitados.
Esta estructura ambiciosa creo que le juega en contra al film donde toma demasiados puntos y los reduce a una serie de estereotipos luego porque si no, no podría resolverlos.
Si a esto sumamos que vemos por arriba la compra de las tierras y los ritos del chamán, termina de complicarla. Para volver a nivelar la balanza, me gustó en particular el uso del dialecto del pueblo originario como esta búsqueda de verosimilitud. Actoralmente, Diego Rafecas (que también es su director y guionista) defiende una historia que, repito, es el único que la tiene realmente clara. Por momentos esto hasta suma más que todo el resto.
El cast se completa con Liz Solari, Juan Palomino, Armand Assante y Adriana Barraza. Esto solo ya le da mucha proyección y la temática que es atractiva, lo que hace que por momentos quiera defenderla con uñas y dientes y por momentos, dejarla ir entre el mar de la cartelera.
El mensaje del film es recordar, concientizar, pero no victimizar. Esto le suma mucho valor a la historia ya que la pone en un foco de discusión valioso. La ley primera, que nadie se meta entre hermanos, termina siendo también una muestra de que nosotros como vecinos, cohabitantes y parte de esta cultura, un poco nos traicionamos.