Liebig, de Christian Ercolano Por Paula Caffaro Liebig es la opera prima de Christian Ercolano, un documental que, a través de voces en primera persona reconstruye la historia de un pueblo que vio crecer su desarrollo urbano gracias al desembarco de una fábrica de conservas de carne. La vida organizada alrededor de la actividad fabril luego de cuatro décadas de labor ininterrumpida. Tanto ex trabajadores de la fábrica como vecinos relatan en primera persona lo que fueron aquellos años de bonanza mientras las chimeneas de Liebig’s Extract of Meet Company humeaba un “especial aroma a carne condimentada”. Es impresionante como el propio recurso fílmico de Ercolano logra capturar en los rostros y los objetos del pueblo una fotografía de cómo era todo en el pasado sin recurrir al flashback. Muchas veces mediante el silencio, pero otras con diálogos cargados de nostalgia, Liebig es un ejemplo de lo que podría haber sido y no fue. Sin embargo, el film lejos de recuperar la parte triste de la historia, decide enfocarse en un relato esperanzador y colorido. Este contraste narrativo se ve reflejado en la puesta en escena cuando desde el aire se observa lo que quedó del pueblo: una urbanización europea, hoy venida un poco a menos, pero aún activa. El documental participó en Panorama Argentino durante la edición 31 del Festival Internacional de Cine de Mar del Pata, además de recorrer otros grandes festivales europeos como los del Reino Unido y Rumania. Y tal vez, lo que más llama la atención, más allá del sentimiento nostálgico, es ver como la historia, una y otra vez, regresa a su eje: la estatua de una lata de conserva de la fábrica en el centro de la plaza principal del pueblo como monolito fundacional, pero también como recordatorio de un pasado dorado. LIEBIG Liebig. Argentina. 2017. Dirección: Christian Ercolano. Fotografía: Alejandro Reynoso. Montaje: Juan Pablo Docampo, Christian Ercolano. DURACIÓN: 68 minutos.
Documental tradicional que recorre un pueblo atrapado por el recuerdo de algo que ya no está. Cada testimonio potencian, con humor, el interés por esta fábrica fantasma que dejó su huella para siempre en los habitantes. La omisión de un hilo conductor, dejando la sucesión de voces para que los espectadores determinen su empatía con ellos, es uno de los mayores hallazgos de una película simple y honesta, y a la vez, pintoresca.
Los años maravillosos Liebig (2016) posee un inexorable contenido nostálgico pero no se queda sólo con eso y hay momentos para el humor, una cualidad difícil de encontrar en el género. El documental abre con una placa donde se da la información necesaria para iniciarnos en el recorrido que comenzará con un plano aéreo de los vestigios de la empresa Liebig's Extract of Meat Company Limited. En los primeros años del siglo XX se instala a orillas del Río Uruguay y se construyen casas y diversos lugares de entretenimiento para los trabajadores. El film narra los días dorados de la compañía a través de las personas que pasaron gran parte de su vida allí dentro. Christian Ercolano dirige el documental que no ahondará en las causas del cierre del establecimiento en 1980 sino que posará la atención en el proceso productivo que se daba en la planta y los recuerdos que albergan los pobladores traducidos en fotografías en blanco y negro o latas originales de la carne que allí se envasaba. En consecuencia, el director dedicará el tiempo justo a cada uno de los entrevistados sin caer en golpes bajos. Por el contrario, el hilo conductor de la cinta será la Fiesta de la Identidad y el Patrimonio que se celebra los primeros días de enero. En Liebig no hay una voz en off que nos vaya relatando los hechos. Los testimonios son de primera mano, Ercolano aprovecha a los protagonistas y las pinceladas de humor aparecen de manera natural, lo que hace de Liebig un documental ameno y disfrutable.
Liebig: ajadas postales de un pasado venturoso A principios del siglo XX, un grupo de europeos desembarcó en el río Uruguay para fundar una planta industrial especializada en producir extracto de carne. Liebig, Entre Ríos, fue bautizado con el nombre del alemán creador de la fórmula del producto. La demanda en tiempos de guerra de los productos enlatados convirtió ese territorio en una próspera localidad, pero en los años 70 la fábrica cerró y su impronta se redujo a una escultura con forma de envase de corned beef. El director Christian Ercolano recorre las instalaciones oxidadas de Liebig, hoy un pueblo fantasma, y expone el contraste entre un pasado suntuoso y un presente de privaciones.
Aquellos años felices Retrato del pueblo entrerriano que nació y creció a la sombra de una fábrica de carne enlatada. El pueblo entrerriano de Liebig se fundó y creció alrededor de la fábrica inglesa de carne en conserva (corned beef) homónima, que funcionó entre 1903 y principios de los años ’80. Ahora el pueblo es carne de documental: tuvo un muy logrado capítulo de Carne propia, de Alberto Romero, y ahora es el núcleo de la opera prima de Christian Ercolano. Con algo de gracia y bastante de melancolía, lo que aquí se narra es la vida en un pueblo semifantasma, porque así como hay centros urbanos que desaparecieron cuando el ferrocarril dejó de pasar por sus estaciones, Liebig perdió sustento y sentido con el cierre de la empresa. Diversos habitantes -todos de más de 60 años- que aún se sientan a tomar el mate en sus interminables tardes, se lamentan por el estado de abandono actual y evocan los años de esplendor de la fábrica, que todavía está ahí, en ruinas, como un doloroso recuerdo de la época dorada. No todos los testimonios tienen interés, algo que perjudica el ritmo de la película. En lo que coinciden es en una implícita conclusión: todo tiempo pasado fue mejor.
Este jueves llega a las salas de cine Liebig, un documental dirigido por Christian Ercolano. La ópera prima del cineasta participó de la sección Panorama Argentino del 31° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. En 1903 un grupo de europeos desembarcó a orillas del Río Uruguay. Allí fundaron Liebig’s Extract of Meat Company Limited, una de las fábricas de carne en conserva con mayor reconocimiento a nivel mundial. Luego de los años de gloria cerró sus puertas a fines de los años ’70. Lo único que quedó de aquel frigorífico fue Liebig, un pueblo que debe su nombre a Justus von Liebig, químico alemán descubridor del extracto de carne. Construido en las inmediaciones de la fábrica, el mismo que en su momento supo albergar a los empleados y a los familiares de ellos, en la actualidad cuenta con poco más de 700 habitantes. “Lo que queda de la fábrica en el pueblo Liebig son sólo memorias de un mejor tiempo”, expresa uno de los habitantes de aquel lugar. Es que para explicar la historia de aquella fábrica, que en su momento supo emplear a más de 3 mil personas, Ercolano no agrega una voz en off -recurso frecuentemente utilizado en documentales-, sino que le da protagonismo a los testimonios de aquellos que vivieron en carne propia el denominado tiempo de oro de aquella empresa. A pesar de esto, el documental no tiene como foco principal contar los datos duros de esta fábrica inglesa sino que su núcleo está puesto en mostrar la parte más humana del lugar. Construye el documental mediante las voces de aquellos que en su momento prestaron su tiempo y su servicio a la fábrica y que, en la actualidad, continúan viviendo en aquel sitio hoy en día denominado pueblo fantasma. A pesar de la carga emocional que hay en cada testimonio y de la nostalgia siempre presente en sus palabras, el documental nunca cae en golpes bajos. Si bien nos transporta a un pasado que parecía ser glorioso -por lo menos desde un lado administrativo-, la película no busca caer en dramatismos a la hora de mostrar la actualidad. Con un guion sólido, la historia muestra como cada habitante y ex-empleado siguió con su vida.
Liebig era una famosa empacadora de carne que estuvo por varios años a principio del Siglo XX, pero que de un día para el otro decidió irse del país. En su época de gloria, la empresa no sólo tenía una enorme fábrica en Santa Fe, sino que también le dio vivienda a sus trabajadores y levantó un lujoso hotel en la zona para que diferentes socios se alojaran en el lugar. En la actualidad todo está abandonado, o tomado por otras personas; mientras que los trabajadores dan su testimonio de lo que era trabajar allí. Hay que entender que no estamos ante un documental sobre una empresa en particular, sino que el tema central va mucho más allá de lo que se piensa. Se nos cuenta la historia de un poblado que perdió toda su identidad; de un lugar próspero, que con la partida de su benefactor, quedó estancado en el tiempo; con gente que añora el pasado, y nuevos miembros de la comunidad que quieren dar vuelta a la página y dejar de pensar en aquello que pasó hace décadas. Es interesante cómo en Liebig se ve algo que hoy comúnmente no se ve en la gente que trabaja en grandes empresas; y es que los empleados están agradecidos por haber sido parte de dicho proyecto; al grado de sentirse piezas claves para que la fábrica en cuestión funcione y haya sido el monstruo que fue en su época. Lejos vamos a estar de ver algún testimonio hablando mal de sus antiguos empleadores, o contando viejos trapos sucios. Y esto nos da pie a una reflexión, no por algún dato técnico de Liebig, sino por algo que vemos dentro del mismo documental. En un momento observamos cómo uno de los ex-trabajadores se indigna al ver un insulto escrito en la réplica de la lata de carne pero de tamaño gigante que fabricaba la empaquetadora de carne. Quizás parezca una reacción exagerada, pero también es ver cómo se perdió el respeto no sólo por la propiedad pública, sino por algo que era nuestro y que ya no está más, y cómo las generaciones jóvenes no tienen conciencia de la pérdida que sufrió el lugar. Quizás ese será el mensaje final que nos deja, y ya por eso vale la pena ver el documental y quedarse meditando.
Es la opera prima de Christian Ercolano, que también produjo este documental sobre el esplendor y decadencia de un pueblo construido alrededor de un inmenso frigorífico de extracto de carne y carne enlata. A principios del siglo 20, se funda Liebig s Extracto f Meat Company Limited. Al estilo de las empresas inglesas de antaño que construían las casas para los empleados de todos los rangos, clubs sociales, actividades deportivas, colegios y biblioteca. Un esplendor que se apagó definitivamente en los años 70 sumiendo al pueblo en una nostalgia fantasmagórica de sueños que ya no volverán. Por eso el documental se nutre de los recuerdos de ex empleados, todos mayores, muchos que no están, en reuniones para recordar viejos tiempos y en representaciones teatrales de hechos enriquecidos por la leyenda. Un registro en un solo tono de lamento por el fin de una empresa pujante y paternalista como ya no existen en el mundo actual.
La época dorada. Como tantos otros pueblos y ciudades, Liebig nació en Entre Rios rodeando a una industria que necesitaba darle alojamiento y servicios a la gente que trabajaba en la planta procesadora de carne, la cual producía principalmente carne enlatada en conserva para exportación. Durante más de medio siglo, la pujante industria creció hasta dar trabajo directo a miles de personas, e indirectamente a muchos otros que vivían con sus familias en lo que describen como una ciudad en miniatura, que contaba desde principios de siglo con servicio de electricidad, cine, biblioteca, entre otras cosas poco frecuentes para asentamientos de esa índole. Aunque de menor escala y fama que su gemela en Fray Bentos, la planta industrial de Liebig fue el centro de la vida de cada poblador de la ciudad, desde su fundación hasta que finalmente cerró a finales de los setenta; todos debían de una forma u otra su sustento a la empresa que alcanzó el punto más alto durante la Segunda Guerra Mundial, debido a que su Corned beef era el producto base de las raciones militares británicas. Por eso no es mucha sorpresa que cuando sus dueños ingleses decidieran venderla (después de años de declive en las ventas) y sus nuevos dueños no hicieron más que desmantelarla hasta que quedó abandonada, el pueblo se detuviera junto con las máquinas. El Liebig Latente: La historia que le interesa contar a este documental no es tanto una de datos históricos y fechas, sino más bien una de recuerdos y experiencias personales de quienes pasaron gran parte de su vida trabajando en la planta, hoy jubilados mayormente de edad avanzada que dan testimonio de la época dorada de la ciudad en un contraste tácito con una actualidad bastante menos reluciente. Como muchos documentales, Liebig tiene una importante carga política además de histórica, pero elige concentrar su mirada en la gente común en vez de los grandes hechos históricos. La historia de Liebig es referente de muchas otras similares que ocurrieron en todo el país y que muchas veces se cuentan como simples numeros o nombres perdidos, despersonalizadas; pero el efecto es bastante más potente cuando la historia se escucha de boca de quienes les pusieron el cuerpo durante décadas y hoy solo pueden añorar los buenos tiempos que han visto desmoronarse frente a sus ojos sin poder hacer nada. El director muestra con paciencia y respeto a sus entrevistados, que en general manejan ritmos o códigos que podrían impacientar a un público más joven o urbano. No opina explícitamente, pero muestra cómo incluso entre trabajadores había estratos que no guardan exactamente el mismo recuerdo de la benevolencia de la empresa. No repregunta, pero deja de manifiesto la nula organización obrera que aunque durante mucho tiempo pareció no ser necesaria, cuando una verdadera crisis llegó el pueblo quedó paralizado sin saber siquiera cómo intentar conservar sus empleos: un día que aún sigue en la memoria como el más trágico de la historia del pueblo. La narración del documental es principalmente emotiva y en segunda instancia histórica, una decisión correcta para lograr una mejor conexión con su público. Conclusión: Aunque el material es bastante breve y podría beneficiarse de un mayor trabajo de investigación y entrevistas, el documental es lo suficientemente ágil como para comunicar su mensaje antes de perder el ritmo.
En 1903, en Entre Ríos, Argentina, más precisamente en las márgentes del río Uruguay, una empresa inglesa instalaba una de las fábricas de carne en conserva de mayor reconocimiento mundial, la "Liebig Extract of Meat Company". Ese establecimiento impulsó el desarrollo de una ciudad entera que crecía bajo el ritmo de sus negocios. Liebig, el pueblo, se fue convirtiendo en una ciudad con todo. La compañía, en su momento de auge, proveyó al lugar de todo el confort posible, dado que empleaba a 3000 empleados en su trayecto más exitoso. Toda una comunidad vivenció el ascenso del confort de vida de Liebig hasta que, como en muchos otros lugares de Argentina, el ocaso del negocio y la caída de la rentabilidad hizo que los dueños se fueran del lugar, dejando sumido a los entrerrianos de la zona en un pueblo desconcertado y dolido. Esto es lo que presenta el documental de Cristian Ercolano donde se explica en detalle, como el cierre del complejo fabril en 1980 provocó una herida tremenda en el corazón de este pueblo. Sin estridencias, el documentalista se apoya en la potencia del conflicto para delinear, con pocos recursos, (y sin la didáctica y efectiva voz en off), la historia de un pueblo que no puede reconvertirse, luego de los años de gloria vividos. Hay entrevistas y mucho material en fotos que explican con claridad, lo ocurrido, dentro de un tono convencional pero efectivo. Ercolano promueve con su mirada la reflexión y elige buenos planos de la ciudad y la fábrica para ponerle entidad al retrato. Las ciudades también pueden sufrir, dentro de su corpus comunitario. Eso queda claro aquí y es por el oficio de un cineasta que realiza un correcto y sólido documento sobre ese recorrido. Propositiva e interesante
EL PUEBLO ENLATADO Como si fuese una continuación de la muy buena Carne propia de Alberto Romero pero ahondando en el caso particular del pueblo Liebig en Entre Ríos, llega este documental de Christian Ercolano que intenta profundizar en la historia pasada y presente de esta comunidad al borde del olvido. A principios del Siglo XX un grupo de ingleses se instaló cerca del Río Uruguay y a 9 kilómetros de Colón para retomar una planta industrial envasadora de carne -estilo corned beef en conserva- que había pertenecido a dueños alemanes. Esto supo ser también el nacimiento de aquella ciudad con casas particulares cuya arquitectura simulaba los fuertes ingleses en la India, con ventanas muy pequeñas y entradas angostas pero de largas arcadas que dejaban entrever largos pasillos. Aquí vivía la mayoría de la población de Liebig: obreros del frigorífico y sus familias. Mientras que del otro lado estaban las chalets de directivos, el muelle con importante actividad pesquera, la iglesia típica y otras instituciones menores. Pero todo en torno a la manga por donde entraba el ganado que era muy abundante por aquellos tiempos. El relato es contado de forma nostálgica por parte de un puñado de jubilados que supera los 60, pertenecientes tiempo atrás en lo que significó la segunda planta industrial más importante en carne envasada del mundo y la “cocina” que alimentó a los soldados aliados contra el nazismo. Pero luego, con el traspaso en los 70/80 a otros dueños, supo caer en la ruina y cierre total. Hoy sólo quedan algunos cimientos, las instalaciones están oxidadas y no se permite el ingreso a curiosos ya que el antiguo parque industrial sería de “dudosa propiedad privada”. Liebig vive del recuerdo de épocas doradas que hoy sólo dejaron en pie un monumento de lata corned beef al ingreso del pueblo. Monumento que es mirado con una melancolía increíble por los viejos moradores de la zona. El documental se sostiene en los relatos a veces un poco dispares y vagos de estos personajes de la tercera edad y poco se sustenta en los documentos históricos como sí se respaldaba Carne propia. Algo que sorprende ya que la historia es rica en datos duros y contextos socio/políticos nacionales e internacionales. La propuesta era muy interesante pero pierde fuerza narrativa y divaga, dejando con necesidad de una mayor profundización. Como si todos los secretos e historias interesantes hayan quedado sepultados en esas ruinas que supieron ser la “gran fábrica”. Sin embargo la premisa final es esperanzadora, y es que sus ciudadanos buscan explotar el turismo y que a los extensos terrenos de tierra noble puedan establecerse negocios hoteleros.
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Esta es la ópera prima de Christian Ercolano quien a través de su narración nos hace viajar un poco al pasado, realizando una buena observación del presente, cuando en la década del 70 se veían los cierres de fábricas. Muy interesante los comentarios de los pobladores, algunas fotos y con cierta mirada de nostalgia, en la actualidad, el pueblo cuenta con menos de 700 habitantes. Cuando el tren dejo de pasar por sus estaciones terminó siendo un pueblo fantasma y solo le queda el lindo recuerdo que tuvo su época dorada. Esta película habla entre otras cosas de los olvidos políticos pero sin recurrir a los golpes bajos.
Liebig (2016) indaga en la vida actual y la historia del pueblo homónimo, ubicado en Entre Ríos y fundado por la empresa de carne envasada Liebig Extract of Meat. Tal indagación la hace a través de entrevistas a los ex trabajadores de la compañía quienes todavía viven en el pueblo. Impresiona cómo, en apenas una hora y ocho minutos, el documental elabora con sencillez, y un toque de humor, lo que fue y lo que pudo haber sido esta empresa a través de lo que queda del pueblo actualmente. Como si de algo tan en apariencia nimio como un envase de carne procesada y tan importante en el mundo, surgieran posibilidades incluso inimaginables para un país. Y desde el comienzo, son asomadas también las razones de la decadencia de la empresa y del pueblo. Pero lo que queda después de tanto es la nada, o a esto también atiende el documental de Ercolano. Planos aéreos o planos generales trazan con amplitud la desolación y el silencio actuales: desde la distancia se avizora lo que hubo y lo que ya no hay. Por otro lado están las voces entrevistadas que hablan de los detalles: la conservación en una lata de aquel extracto de carne que nunca se vence, los carteles con los que la empresa publicitaba el producto, las fotos de eventos realizados y premios recibidos. Una sencilla composición musical acompaña ciertos pasajes del documental como curioseando la vida detenida del pueblo. No hay manipulación en el abandono en el cual ha caído esta que fue una pequeña ciudad, sino más bien observación detallada a través del recuerdo de lo que fue. En su conjunto, el documental logra que las personas entrevistadas formen la voz coral de tal recuerdo. Si bien está presente la nostalgia, no obnubila el toque de humor que contribuye a la fluidez de la película.