Cazar en el espacio
En su nueva realización el inquieto Daniel Espinosa se juega por un enfoque basado más en el desarrollo de la historia y sus personajes que en la pompa de los CGI y la espectacularidad por la espectacularidad en sí. Life (2017) funciona como un refrito humanista y muy entretenido de Alien (1979), aquel maravilloso mojón de Ridley Scott…
¡Qué bien que le hacen al mainstream propuestas como Life (2017), obras que no sólo colaboran en la diversificación de la oferta cinematográfica sino que asimismo ayudan -por su garra y convicción- a que se produzcan más películas similares, léase de ciencia ficción y terror de gran presupuesto! Considerando los estrenos de los últimos meses, pareciera que Hollywood de a poco está volcando su interés hacia la heterogeneidad y dejando de lado en parte los films orientados exclusivamente al público adolescente y los adultos aniñados, circunstancia que celebramos y en la que el cineasta sueco Daniel Espinosa viene aportando su “granito de arena” desde que fuera incorporado al sistema de los grandes estudios norteamericanos luego del éxito internacional de Easy Money (Snabba Cash, 2010), donde realizó Protegiendo al Enemigo (Safe House, 2012) y Crímenes Ocultos (Child 44, 2015).
Aquí el director vuelve a reinventarse y consigue un trabajo que se ubica en el mismo nivel cualitativo del interesante thriller protagonizado por Tom Hardy: hablamos de una versión aggiornada de Alien (1979) y de todo ese linaje de seres espaciales animalizados y/ o inteligentes en línea con las criaturas de It! The Terror from Beyond Space (1958) y Planet of the Vampires (Terrore nello Spazio, 1965). En esta ocasión las pobres víctimas no son siete sino seis y la nave mercante se transforma en una estación de investigación, a la que llega una sonda con muestras de la superficie marciana para ser cotejadas por la tripulación. Por supuesto que se descubre vida extraterrestre y en un primer momento todo es algarabía hasta que el organismo de turno, una especie de molusco lovecraftiano que aumenta de tamaño sin parar, no soporta más el manoseo insistente de los humanos y comienza a cazar.
El guión de Paul Wernick y Rhett Reese es sencillo e incluye un puñado de diálogos algo acartonados pero resulta de lo más cumplidor en lo que respecta al encadenamiento de fatalidades en un ambiente cerrado, curiosamente evitando los estereotipos principales de esta clase de relatos (la desconfianza mutua entre los personajes y las rencillas arrastradas a través del tiempo) y construyendo un núcleo narrativo centrado en la hermandad y el compañerismo (algo así como el extremo opuesto de los clichés -ya señalados- que sofocan al cine contemporáneo, un panorama que también nos reenvía a Alien y a esas muertes que sí se lloraban en función del vínculo laboral/ afectivo entre los protagonistas). En este sentido el elenco está muy bien, con Jake Gyllenhaal y Ryan Reynolds a la cabeza, y todos saben cómo ponerle el pecho a las calamidades en un contexto de turbación y claustrofobia.
Más allá de la colección de escenas prodigiosas, como por ejemplo la toma secuencia del inicio símil Gravedad (Gravity, 2013), la huida de la criatura del laboratorio y todo el desenlace en su conjunto, lo cierto es que la película es muy pareja y esto se debe a la destreza de Espinosa a la hora de inyectar en la historia un nerviosismo de tono humanista, sanamente apegado a los personajes y su devenir. El diseño minimalista de las cabinas, los controles y hasta del extraterrestre está en consonancia con lo anterior y magnifica la voluntad del film de restituir el marco mundano al emporio de la ciencia ficción y el terror, en detrimento de esa tendencia insoportable orientada a saturar todo con artificios digitales y explosiones. Si bien se posiciona lejos de las cúspides del cine de género, Life transita el camino correcto y es respetuosa para con la inteligencia y la sensibilidad del espectador…