“No están solas” Los trabajadores de la Línea 137 (2020,) son mucho más que eso. Alternan sus jornadas laborales entre atender llamadas de las personas que necesitan ayuda en situaciones extremas de violencia y acceden a la zona de los hechos urgentes. En el documental de Vasallo, podemos conocer un poco más la labor de quienes pelean por rescatar a mujeres víctimas de violencia de género; tomando medidas y actuando de manera inmediata, pero al mismo tiempo, acompañando desde un lado humano, poniendo el hombro para sostener a quien se animó finalmente a decir «Ya no más». A través de ciudades protagonistas; entre Chaco, Buenos Aires y Misiones; conocemos distintos casos que llegan a los operadores y operadoras del programa Las víctimas contra la Violencia, y comprendemos aún más la necesidad y urgencia de reforzar cada aspecto de la lucha contra la desgarradora realidad a la que son sometidas muchas mujeres y personas vulnerables en nuestro país y en el resto del mundo. Marta Dillon fue la guionista e investigadora de Línea 137. "Un film que no sólo está bien realizado, sino que es sumamente importante; haciéndonos conocer a quienes están para aquellas personas que los necesitan y escuchar a quienes llaman por su ayuda."
«Ganó ella» escribió Eva Giberti sobre Lucía Vassallo, cuando comentó la entrevista que Espectadores le hizo a la directora de Línea 137 a mediados del mes pasado. «Luchó contra todas las adversidades que le pusieron la instituciones oficiales» aseguró el alma mater de Las Víctimas contra las Violencias, programa estatal que inspiró la realización del documental cuyo título recuerda el número telefónico del call center asociado a este servicio público único en el mundo globalizado. La realizadora sorteó otros obstáculos además de aquéllos que académicos, periodistas, documentalistas suelen enfrentar cada vez que se proponen dar cuenta del accionar del Estado en algún ámbito preciso. En las instancias de preproducción, rodaje y edición, Vassallo lidió con un INCAA impuntual a la hora de pagar los subsidios acordados y, cuando llegó el momento de la exhibición nacional, debió adaptarse a los cambios impuestos por el coronavirus y la consecuente cuarentena: en lugar de pre-estrenar en la competencia de Derechos Humanos del 22º BAFICI, se acogió al Programa de estrenos durante la emergencia sanitaria que el renovado Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales implementó a fines de marzo. Por si cupiera alguna duda sobre la determinación de la también autora de La cárcel del fin del mundo, vale señalar los tres años y medio transcurridos entre la presentación del proyecto cinematográfico ante el INCAA, en octubre de 2016, y el estreno atípico anunciado para el jueves próximo*. Es preciso resaltar su voluntad y templanza porque parecen condiciones necesarias, cuando no imprescindibles, para retratar a los psicólogos y trabajadores sociales que integran los equipos de Las Víctimas contra las Violencias. En este artículo que redactó para Página/12, la misma Giberti recordó «cómo empezó la lucha contra la violencia sexual y familiar en el nivel oficial, del Estado y del gobierno». La nota ofrece anécdotas y datos que Línea 137 pasa por alto porque el propósito de su directora –y de la guionista Marta Dillon– es otro: registrar la rutina laboral de los trabajadores del programa. El largometraje gira en torno a tres agentes –dos mujeres y un varón– de la sede que funciona en la Ciudad de Buenos Aires, y a una agente de la sede que opera en Resistencia, Chaco. El protagonismo acordado a estos empleados estatales se extiende a los casos atendidos en guardias de doce horas seguidas. Servidores públicos y víctimas conforman una díada por donde asoma la violencia o, como bien indica el nombre del programa instaurado hace catorce años, las violencias en plural: de índole sexual, física, verbal, económica. Aquí asistimos a pedidos de socorro por parte de (ex) novias o esposas, de una madre octogenaria contra su hijo cincuentón, de una púber contra su abuelo materno, de una adolescente contra su padre. Vassallo exploró distintos niveles de visibilidad. Total para los trabajadores filmados en reuniones de trabajo, en el call center, en traslados oficiales, en las inmediaciones de Tribunales, en un hospital, en el hogar donde ocurrió el ataque reportado. Metonímico para las víctimas: la cámara nunca enfoca sus rostros; en cambio se concentra en manos, bocas, espaldas. Indirecto para los abusos denunciados, que provocan tensión en los rostros de los profesionales y crispación en labios, dedos, hombros de las agredidas. Mientras sorteaba adversidades, la documentalista supo evitar dos grandes peligros narrativos: el pantano de la promoción institucional y la pendiente del morbo. Desde la perspectiva de los trabajadores, señaló las limitaciones presupuestarias y logísticas de un programa maltratado, en especial por el gobierno macrista. A partir de una aproximación respetuosa, protegió a las mujeres asistidas de la habitual revictimización mediática. Por otra parte, la realizadora prescindió del testimonio de especialistas. Su largometraje privilegia la praxis en detrimento de la teoría. Línea 137 se estrena justo cuando la prensa informa sobre la proliferación de agresiones intrafamiliares por el encierro obligatorio. Cuesta poco imaginar el estrés de los protagonistas del film en este contexto agravado; he aquí otra virtud de una obra consecuente con la lucha que nuestro Estado y (parte de) nuestra sociedad inició hace década y media contra la prepotencia patriarcal. El compromiso político se vuelve explícito al final de la película de 82 minutos. Se trata de un cierre lógico para los espectadores que tenemos presentes el tesón todo terreno –e imbatible– de Vassallo y la sólida trayectoria de Dillon como periodista e impulsora del movimiento Ni Una Menos. ——————————————– * Línea 137 se emitirá el jueves 16 y el sábado 18 de abril a las 20 por CINE.AR TV. También estará disponible en CINE.AR Play: gratis entre el viernes 17 y el viernes 24 del mismo mes, y para alquilar a partir de jueves 30. Al término de la emisión televisiva programada para el sábado 18, Vassallo y Dillon conversarán con público vía Instagram.
Topografía de la violencia El segundo documental de Lucía Vassallo (directora de La cárcel del fin del mundo, 2013), guionado por Marta Dillon, debía presentarse en el BAFICI 2020 antes de estrenarse en las salas nacionales. Por la situación actual ese debut fue cancelado, pero por suerte, esta película necesaria se estrena igual en Cine.AR y en Cine.AR TV. El segundo documental de Lucía Vassallo (directora de La cárcel del fin del mundo, 2013), guionado por Marta Dillon, debía presentarse en el BAFICI 2020 antes de estrenarse en las salas nacionales. Por la situación actual ese debut fue cancelado, pero por suerte, esta película necesaria se estrena igual en Cine.AR y en Cine.AR TV.
No son muchos. En verdad que no. Hay solamente 240 profesionales que, distribuidos apenas en cinco ciudades de todo el país, atienden a las víctimas de agresión y violencia familiar mediante la línea telefónica 137. Reciben las llamadas y van a los lugares del riesgo. Cada 30 hora se produce un femicidio, y el accionar de los trabajadores de la Línea 137 se vuelve tan necesario como peligroso. La película va y viene con cada caso. Y los relatos y las situaciones son desgarradores. Adultos que encubren a abusadores de menores, por miedo o para que un familiar no termine en la cárcel. Gente que no acepta el botón de pánico, más por pánico a la reacción del hombre agresor que vive con ellos. Madres que quieren sacar a sus hijos de la vivienda tomada en la que viven con el padre golpeador. El filme muestra cómo se habla, se llega al lugar y se intenta resolver cada caso de la mejor manera posible, llamando a las fuerzas de seguridad llegada la necesidad. No es una película testimonial en el sentido de que no hay entrevistados. No hay hombres y mujeres hablando a cámara, sino que ésta se entromete en su vida, en su trabajo social. No son solamente violencia de género, aunque sean la mayoría. Así como hay abuelos que abusan de sus nietas, hay también abuelos que se sienten maltratados por sus hijos. Es un filme que duele ver, pero que es ineludible para develar, si hiciera falta, la despreciable violencia que sufren mujeres y niños en nuestro país.
LA PALABRA, ESA QUE PUEDE AMARRAR O LIBERAR Las aristas de la violencia familiar son amplias y comprenden problemáticas muy delicadas a trabajar. Línea 137 propone un acercamiento a los conflictos que llegan a través de las llamadas a este número. El trato en esas circunstancias, la prudencia para pensar estrategias rápidas pero no impulsivas y las palabras de contención parecen ser algunas de las herramientas con las que cuentan o deberían tener estos centros de atención. Con el resguardo de las víctimas, buscando no mostrar sus rostros y deformando su voz, Línea 137 provee una mirada a la problemática de la violencia familiar, aunque la mayoría de los casos que se ven son de violencia de género. Se le da la voz a las víctimas, pero no desde la observación de sus propias experiencias sino desde el acontecer en transcurso. Observamos, entonces, el momento en el que las víctimas llaman para pedir ayuda o bien están siendo acompañadas para poder dejar sus hogares sin sufrir nuevas agresiones. Nos acercamos así también a las limitaciones del programa. Las dificultades no solo aparecen por el conflicto en sí, sino que están atravesadas por sujetos, ideas, preconceptos y el presupuesto que se le designa a esta área. En varias ocasiones se muestra cómo se llevan a cabo reuniones en las que se juntan todos los trabajadores que están dentro de esta línea para poder discutir cómo se ha acompañado el pedido de ayuda de algunas de las víctimas. Aparecen ahí algunas de las falencias que el sistema tiene. Por otro lado, vemos el trabajo de los profesionales acompañando a las personas y la complejidad que requiere esa tarea. La escucha de las víctimas y el respeto de su decisión son las que imperan. En las palabras de las víctimas se observa cómo muchas llegan a creer que son inferiores y apuntan a sus debilidades para justificar a su agresor. La mayoría de los denunciantes que aparecen (salvo un anciano que llama por agresiones que realiza su hijo) son mujeres, algunas de ellas han pasado varios tipos de violencia antes de acudir por ayuda. Las vivencias que narran, a veces ellas, otras entre el personal, parecen estar por encima de lo que se podría imaginar. Dar a conocer algunas de las situaciones que llegan a estas instituciones es mostrar una mínima parte de lo que acontece. Y es visualizar también cuánto queda por transformar. Como recurso para el acompañamiento, los profesionales usan la palabra, que parece una de las grandes herramientas de transformación. Se les discute a las víctimas muchos conceptos instalados, de los discursos que se repiten y que promueven ciertas prácticas abusivas que, por supuesto, no están solo en ellas sino que se suelen perpetuarse en la sociedad en su conjunto.
Luego de su primer documental realizado en 2013 («La Cárcel del Fin del Mundo»), Lucía Vassallo vuelve a este género para traernos «Línea 137», una de esas películas crudas pero necesarias. «Línea 137» se centra en diversos trabajadores que forman parte del programa «Las Víctimas contra Las Violencias», un servicio gratuito que interviene en conflictos de violencia sexual o intrafamiliar en algunos lugares del país. En este caso, se centran en dos equipos de Ciudad de Buenos Aires y Chaco para contar la vida de algunas víctimas que, como tantas otras, luchan por sus derechos y por tener una vida mejor. Con el guion y la investigación de Marta Dillon, periodista, escritora y guionista, Vassallo nos ofrece un documental observacional que, sin su intervención, retrata la violencia machista en distintos ámbitos: mujeres que deben escaparse de golpes, abuelos que denuncian a sus hijos o nietos por malos tratos y chicos que quedan en el medio de una relación abusiva. Todo esto está contado a través de la labor de distintos equipos de personas, integrados por asistentes sociales y psicólogos, en su mayoría mujeres, que trabajan día a día para que las víctimas no se sientan solas y puedan salir de las relaciones violentas con aquellos hombres que las atormentan. Mediante preguntas sobre lo sucedido, los tratos y los vínculos familiares, y el acompañamiento para hacer una denuncia o mudarse a un nuevo hogar, vamos pasando de persona en persona, para demostrar la cantidad de casos que existen en nuestro país. No son solo un número que aparece en los medios, que señalan que cada 23 horas muere una mujer, sino que la directora busca traducirlo en casos concretos: mujeres con historias detrás, con sueños y miedos. En el film se toman todo tipo de recaudos, principalmente para preservar a las víctimas. La directora tomó la decisión de no mostrarlas, haciendo foco en otra persona que aparece también en el plano o poniendo una placa negra para que solo se escuche su voz y su crudo relato. La música de Juana Molina ayuda a crear este ambiente opresivo y constantemente tensionante donde todos están en peligro: las víctimas y aquellos que las acompañan y las contienen. El documental busca por un lado visibilizar esta problemática, mostrando uno tras otro los llamados que recibe este programa, pero también realizar una especie de homenaje a aquellas personas que se preocupan por los demás y los ayudan a salir adelante. Uno de esos retratos fuertes pero tan necesarios para la sociedad de estos tiempos.
Funciona en CABA y otras cuatro ciudades un servicio de ayuda a viejos maltratados por sus propios hijos o nietos, mujeres golpeadas o basureadas por sus maridos, y criaturas abusadas por los mayores. El servicio se llama Las Víctimas contra las Violencias, y esta película muestra las rutinas agobiantes de su escaso personal, mayormente femenino, que atiende las llamadas de auxilio, contiene a las personas afectadas y las orienta para alejarse del victimario e iniciar una denuncia en Tribunales. Se plantean así diversas situaciones debidamente ilustrativas. Sin embargo, el conjunto no alcanza la fuerza dramática que merecía. Lo afecta una narración irregular, donde se impone la bajada de línea por sobre la visión misma de los hechos. Dirección, Lucía Vasallo, autora de una elogiable historia del penal de Ushuaia. Guión, Marta Dillon. Música, inquietante, Juana Molina.
La problemática de la violencia de género está desde hace tiempo en el centro de la agenda pública, pero todavía las políticas oficiales en el área son limitadas en su alcance en parte del país. Línea 137 pone el foco en varias de esas experiencias de intervención y contención de las víctimas en la ciudad de Buenos Aires y distintas zonas de Chaco y Misiones. Ads by La atenta cámara de Lucía Vassallo sigue el día a día (y noche a noche) de las brigadas de psicólogas y asistentas sociales (en su mayoría mujeres) que se ocupan de recibir las denuncias y pedidos de ayuda en la línea gratuita a la que alude el título y luego, en colaboración con la policía y la Justicia, tratan de impedir los excesos y abusos de la violencia machista. Con sensibilidad -y además para no exponer a las denunciantes- las voces de las mujeres se escuchan distorsionadas y sus rostros están casi siempre en el fuera de campo. El efecto, de todas formas, es sobrecogedor, sobre todo por la crudeza de los casos. En ese sentido, no se entiende bien por qué la directora decidió usar en muchos (demasiados) pasajes efectos de sonido truculentos con la idea de potenciar de forma artificial una intensidad emocional que las imágenes ya habían conseguido. Más allá de esa y algunas otras decisiones artísticas que puedan discutirse, Línea 137 no deja de ser un registro valioso y contundente en su incuestionable capacidad para visibilizar uno de los principales males sociales.
“Línea 137” de Lucía Vasallo. Crítica. La violencia de género en primera persona. El jueves 16 por CineAr se estrena el documental de Lucía Vasallo, con guión de Marta Dillon, una de las fundadoras del colectivo “Ni Una Menos” que refleja la labor diaria de los trabajadores de la Línea 137 para denunciar casos de violencia de género. Por Bruno Calabrese. Una mujer muere cada 23 horas en Argentina. Es el epílogo de situaciones cotidianas naturalizadas, que las víctimas muchas veces se resisten a denunciar pero que también son negadas por los victimarios. Para mostrar esas realidades y combatir la violencia machista, “Línea 137” acompaña a un grupo de asistentes sociales y psicólogos que asisten, socorren y acompañan a distintas mujeres que sufren casos de violencia de género, sexual y familiar. La cámara sigue el trabajo cotidiano del programa “Las Víctimas contra Las Violencias”, un servicio que mediante la línea gratuita 137 interviene directamente en conflictos de violencia de género y familiar y frente a denuncias de violencia sexual en el ámbito de CABA, Chaco (Resistencia), y Misiones (Posadas, Garupá, El dorado y Oberá). Pero no solo son mujeres y niños las víctimas de esa violencia machista, también veremos casos de personas mayores sometidos por sus hijos. Por eso la “Línea 137” constituye una política pública efectiva para evitar la revictimización y promover el acceso a la justicia de las personas víctimas de violencias y malos tratos. En las reuniones veremos como organizan su tarea y debaten estrategias para hacer frente a trabas que se les presentan a diario para poder solucionar los problemas de las víctimas, como las mal llamadas fundaciones pro-vida que tratan de impedir la Interrupción Voluntaria del Embarazo de una menor víctima de un abuso intrafamiliar. Mostrando el doble hecho de violencia a la que la niña será sometida, la familiar y la institucional. Lucía Vasallo hace una selección inteligente de casos de violencia en distintas clases sociales. “Línea 137” sirve como herramienta de concientización y aprendizaje. Más que un documental es un levantamiento, un pedido para que más mujeres se animen a denunciar la violencia machista y evitar nuevos femicidios. Así como también es un reclamo paquete el Estado amplíe un sistema de ayuda a las víctimas en todos los sectores del país. Puntaje: 80/100.
Nuevas maneras de visibilizar La línea 137 es la vía telefónica oficial para contactarse con la oficina de violencia familiar, programa de dependencia estatal que se encarga de acompañar y apoyar a las víctimas de violencia doméstica acudiendo a los domicilios. Funciona en sólo cinco ciudades del país por los altos costos y la falta de recursos y voluntad política. La diferencia con la línea 144 es que ésta última atiende llamados telefónicos, mientras que la 137 traslada al domicilio equipos de asistencia que acompañan a las víctimas en todo el proceso de denuncia, ya sea civil o penal. - Publicidad - El documental dirigido por Lucía Vassallo (La cárcel del fin del mundo), que parte de un guión e investigación de Marta Dillon (reconocida periodista y activista feminista), recorre de una manera más fragmentada que lineal una variada pluralidad de casos de violencia de género doméstica, que se inician con llamados desesperados a la línea 137. La cineasta elabora una mirada aguda centralizada en la gravedad de las situaciones que atraviesan a diario las/os operadoras/es, asistentes, trabajadoras/es sociales y psicólogas/os vinculados a la línea de asistencia. Expone una realidad urgente y actual (recrudecida hoy por el contexto pandémico de encierro doméstico obligatorio) que da cuenta de las fuertes deficiencias e irregularidades ante la gran cantidad de casos de violencia y la constante falta de respuestas e intervenciones por parte del Estado, y del sistema judicial y burocrático, tanto provincial como federal. El documental se plantea desentrañar los conflictos personales de las víctimas, a través de la perspectiva de los/as asistentes de la línea 137, exponiendo y evidenciando muchos estereotipos, inclusive en las propias declaraciones de las afectadas: algunos ligados al falso ideal tóxico del amor romántico, y otros simplemente al eterno miedo impuesto y constituido como norma en las estructuras patriarcales predominantes. En la película se despliega, entonces, una focalización predominante en la perspectiva de los/as asistentes y trabajadores sociales. Se trata de una focalización interna variable (en más de un personaje), íntima, del ritmo cotidiano de sus vidas, que se torna desgastante y abrumador debido a los desgarradores relatos que afrontan a diario. La energía de este ritmo de vida nace, y sostiene la esperanza, gracias a la poderosa voluntad de ayudar a la víctima. El punto de vista que se establece en los/as protagonistas es desmesuradamente invasivo y privativo porque el documental procura transmitir la urgencia y visceralidad de su mensaje, de la temática beligerante que está abordando: algo urgente de ser visibilizado. Por más que suene a imágenes repetidas, en virtud de los avances que ha tenido en los últimos años la movilización feminista, resulta imprescindible que el mensaje sea excesivamente contundente. En esta transposición del punto de vista hacia las operadoras y trabajadoras sociales de la línea de apoyo, se vislumbra uno de los posibles propósitos de las realizadoras: despersonalizar en cierta forma a las víctimas de los casos trabajados, para humanizar y reflejar el vínculo real entre ellas y los/as trabajadores/as de la línea 137 (que suele ser omitido en los demás medios). Lo cierto es que la postura se sostiene, y la desazón se transmite de igual manera; lo que se distorsiona y modifica es la perspectiva, y por lo tanto el clima, los desequilibrios, las fluctuaciones: no se trata de un documental con ritmo televisivo donde las personas implicadas declaran directamente lo acontecido. Lo que se evidencia, en cambio, es dicha humanización en el vínculo afectivo entre los/as trabajadores y la víctima en cuestión: los cruentos relatos de las violentadas pierden ese sensacionalismo apabullante y aparatoso del que se nutre el medio televisivo (aunque muchas veces necesario para mostrar este tipo de situaciones), para correrse hacia el lado humano del/la que escucha, del/la que atiende, que luego ofrece soluciones. No se revictimiza a las mujeres damnificadas, sino que va al meollo del asunto. Ahí yace el compromiso político del documental, ubicado del otro lado, resignificando esos relatos y haciendo uso de más de un silencio aletargado, propio de quien escucha para luego realizar una devolución cooperativa para con las víctimas. Reconocemos, como espectadores, otra manera de empatizar con ellas, sin ver sus rostros pero oyendo sus voces y atendiendo a la mirada atenta, apoderada y sensible de las trabajadoras de la línea de asistencia. Otra estrategia de estilo que efectúa el audiovisual, es la de generar una creciente sensación de confusión general, de sobreinformación y saturación expositiva de diferentes casos de violencia, para así evidenciar la dimensión extrema y alarmante de la realidad que se está exponiendo. Lo hiperbólico de la cantidad no suena, en este caso, exacerbado: los datos son reales, la estrategia estilística del documental sentencia una verdad a través de estos matices de ritmo vertiginoso. En menos de quince minutos, la película abre el juego a tres casos distintos, con historias personales y profundas del mismo nivel de complejidad; dando cuenta del nivel de alarma que se vive permanentemente, a cada día, a cada hora. El documental lo expone esclareciendo y generando confusión a la vez, de manera deliberada, desde su forma. En síntesis, estamos ante un suceso audiovisual que ratifica que el cine (en formato documental en este caso) funciona como vía de información y medio de comunicación y visibilización. A la vez, representa un modo de transmitir conocimiento. En este caso, se trata de una irrevocable realidad actual de alerta permanente, enfocado en la violencia que asalta día a día a miles de mujeres y disidencias de género en el país, a través de relatos conmocionantes. Por último, hay que rescatar un aspecto narrativo-estético no menor: en la película también hay risas. Hacia el final, hay risas que sobreviven y que permanecen, entre los/as compañeros/as de la línea 137, e incluso entre las víctimas cuando sostienen conversaciones con ellos/as. No se trata de risas de indiferencia, sino risas cargadas de esperanza y sentimiento, que resisten al pesar inexorable, y se retroalimentan entre sí, porque al final también se trata de eso. Son risas que no dejan solas a las víctimas ni a los/as trabajadores que prestan su auxilio. Son risas que apuntan a un optimismo común, porque prometen renacer. Risas de unión y de compasión, de fervor y fecundidad de nuevas esperanzas. Risas que se dirigen a un futuro incierto pero posible, donde al final se gana la batalla. Porque, a través de la risa, también se batalla (y se gana) contra la violencia impúdicamente instituida. Línea 137 estrena este jueves 16 de abril en la web Cine.Ar y en Cine.Ar TV.
Se estrena comercialmente el jueves 16 de abril en Cine.Ar TV (jueves 16 de abril a las 20 / sábado 18 de abril a las 20) y en la plataforma Cine.Ar (desde viernes 17 al 24 de abril de manera gratuita y a partir del 30 de abril en alquiler). “En Argentina cada 23 horas muere una mujer víctima de femicidio. La línea 137 es el único servicio del Estado que interviene en situaciones de violencia machista en curso”. Los datos se imprimen en la pantalla y funcionan con la urgencia de una denuncia que no puede esperar. Darle visibilidad a la problemática y a quienes asisten a las víctimas, es el objetivo de Línea 137, segundo documental de Lucía Vassallo (La cárcel del fin del mundo, 2013), con guion e investigación de la periodista y activista, Marta Dillon y con música de Juana Molina. La película pone el foco en la ardua tarea de quienes trabajan, a través de la línea de acompañamiento a las víctimas de violencia familiar y sexual 137, que forma parte del programa Las Víctimas contra Las Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Fue creado en 2006 por la psicóloga y asistente social Eva Giberti, quien participa en una de las escenas, y actualmente lo coordina. El Programa atiende las 24 horas, los 365 días del año, y actúa en la Ciudad de Buenos Aires, Misiones (Posadas, Eldorado y Oberá) y Chaco (Resistencia). El documental, que se ajusta de modo formal al cine directo o al documental de observación, lleva la cámara ante situaciones de tensión dando testimonio de esos lugares o instancias límites y doloras que, de otra manera, no podríamos formar parte como testigos crudos de los hechos. Vassallo, sin ningún tipo de intervención, sigue de cerca el trabajo del equipo de los psicólogos, y asistentes sociales que se desplazan en un móvil policial no identificable, junto con personal policial de civil, para auxiliar a las distintas mujeres que atraviesan casos de violencia de género, sexual y familiar. El registro revela el procedimiento ante los casos y los distintos protocolos a seguir. Se inicia desde la llamada de emergencia, la contención telefónica, el recorrido hasta el lugar, el diálogo con la víctima, de quien se preserva su identidad física, radicar la denuncia, asistirla a un hospital, gestionar el ingreso a un refugio, y solicitar medidas de protección a la justicia, entre otras acciones. Rodada en Resistencia (Chaco) y en la Ciudad de Buenos Aires, los diferentes casos que llegan a la línea 137 se exponen de manera intercalada, a fin de contextualizar los lugares, el ambiente, las carencias y las distintas situaciones de vulnerabilidad que revisten las mujeres. El documental no sólo presta su servicio de registro testimonial sino que también logra ampliar su carácter denunciante en relación a las carencias presupuestarias del programa, la burocracia con la que lidian ante el poder judicial, la falta de más profesionales (hasta el momento sólo hay 240 que se ocupan), así como la falta de expansión de más programas a lo largo del territorio nacional. La película fue declarada de interés por el INCAA, ganó el apoyo del programa Mecenazgo y tuvo su estreno mundial en el 41° Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, dentro de la sección Mujeres ante la cámara. Línea 137 logra reflejar con mucho respeto la alarmante situación que atraviesa la sociedad en relación a la violencia machista y al poder dominante del patriarcado, como de dimensionar el gran esfuerzo del equipo de profesionales que resguardan la vida de tantas víctimas. LINEA 137 Línea 137. Argentina, 2020. Dirección: Lucía Vassallo. Guion e investigación: Marta Dillon. Testimonios: Liliana Parlatto, Adrián Stefanelli, Marcela Gómez, Macarena Toribio, Eva Giberti . Fotografía: Fernando Marticorena. Montaje: Martín Blousson. Música: Juana Molina. Duración: 82 minutos.
Atención y (sobre todo) acompañamiento. “Atención a víctimas de violencia familiar- Línea 137. Cualquier persona que sea víctima o tenga conocimiento de una situación de violencia familiar dentro del ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires puede comunicarse las 24 horas los 365 días del año de manera gratuita a la línea 137.” Línea 137 es un documental que busca visibilizar la violencia machista desde el ángulo o la mirada de los asistentes sociales, psicólogos, y enfermeros que acompañan a las víctimas de violencia de género, sexual, o familiar. Estamos frente a una de esas películas que sumerge al espectador en un espiral de preguntas, en este caso con respecto a la violencia machista, en búsqueda de generar un punto de encuentro, de reflexión como sociedad. Una película que cargada de relatos honestos y lejos de la necesidad de generar ficción, deja en visto como el abordaje con respecto a la violencia de género, se encuentra sosegado por cuestiones de opinión, de moral, y sobre todo: institucional. Dirigida por Lucía Vasallo y guionada por la investigadora Marta Dillon (impulsora del movimiento “Ni una Menos”), Línea 137 es un film con el único propósito de dar a conocer con más profundidad el accionar y el compromiso total de estos empleados estatales que socorren hasta las últimas instancias a las víctimas de violencia. Un film que además de estar muy bien construido tanto narrativa como sonoramente, evita inteligentemente la promoción institucional y sobre todo las cuotas de morbo, las cuales suelen funcionar como un recurso banal y por lo tanto, innecesario. Línea 137 se erige como una de esas películas que son necesarias, que acercan, y dan a conocer la ayuda necesaria para todas aquellas mujeres que la necesitan. A raíz de la cuarentena y los resguardos por el COVID-19, su estreno será el jueves 16 y el sábado 18 de abril a las 20:00 hrs por CINE.AR TV. También estará disponible en CINE.AR Play: gratis entre el viernes 17 y el viernes 24 del mismo mes, y para alquilar a partir de jueves 30. Una cita altamente recomendada.
Lucía Vasallo pone en evidencia con un valiente documental de observación, pero también de acción, los mecanismos patriarcales de violencia y cómo un grupo de personas asisten y acompañan a las víctimas que se contactan al número que da nombre a la película y que inexplicablemente está en sólo algunas provincias del país. La cámara nos mete de lleno en ese universo, en las tensas situaciones que se dan para poder asistir a las víctimas, pero también, puertas adentro, en las reuniones, en las exposiciones, en cada acto que el grupo punto de partida para visibilizar su labor. Sin caer en subrayados y con un inteligente montaje que dinamiza la narración, esta propuesta trasciende la pantalla y se muestra como una oportunidad concreta de evidenciar aquello que otros intentan ocultar y que luego forma parte de una siniestra y sangrienta estadística. Sólo el año pasado hubo 237 femicidios y ese número no deja de crecer.
Hay una sensación encontrada al analizar “LINEA 137”, el trabajo documental de Lucía Vassallo que sobre guion de Marta Dillon, se presenta en la plataforma www.cine.ar/play y en Cinear TV, bajo esta nueva modalidad de estrenos, sin cargo durante esta primera semana. Por un lado el documental puede construirse como un espacio de reflexión, de planteos, de dejar fluir algunas de las hipótesis que se pretenden poner a prueba para que a partir de ese diálogo que se da entre el director, los testimonios y el público, puedan surgir algunas de las conclusiones o de las respuestas que se buscan. En otros casos, el documental oficia de medio para visibilizar una realidad que suele pasar desapercibida para muchos y cumple con el objetivo de poner en pantalla y prestar la voz a aquellos que no cuentan con esa posibilidad. Es así como surgen interesantes trabajos de temas tan disímiles como los que produjo el colectivo trans “Mocha” “Reina de Corazones” o “Madam Baterflai”, ”Fotosíntesis” de Diego Fidalgo respecto de los agrotóxicos o “Niña Mamá” de Andrea Testa, sobre el embarazo infantil y temas colaterales. El trabajo de Lucía Vassallo se alinea justamente con todos ellos en el fin social que cumple, al llevar al cine, una realidad que nos atraviesa como es el caso de la violencia de género, la violencia doméstica y los casos de abuso, entre tantos otros temas que se producen en el seno familiar. En esta ocasión, se muestra a través de los diversos casos que componen el collage del que se nutre “LINEA 137” para reflejar el accionar de las psicólogas y trabajadoras sociales que trabajan en esta línea gratuita que apunta a la atención de casos de violencia familiar, en sus múltiples formas. El guion a cargo de una escritora, periodista y militante, incansable luchadora y referente en estos temas como es Marta Dillon, trastoca el punto de vista desde el que generalmente se cuentan estas historias, sin dejar de estar presentes cada una de las víctimas pero poniendo el énfasis en la labor de los profesionales que componen esta línea de ayuda, que interviene, incluso presencialmente en algunos casos, mediante equipos móviles con los que se cuentan en algunas localidad del país. Entretejiendo diversas historias en forma de capítulos, podremos ver el accionar concreto de los trabajadores de la línea para dar ayuda y protección a las víctimas y a su grupo familiar, su conexión para realizar un trabajo interdisciplinario, vinculado además con la policía y los juzgados; que tiene como objetivo brindar ayuda respetando enteramente los deseos y la voluntad de cada una de las víctimas frente a la disyuntiva de tener que denunciar una situación compleja y animarse a dar ese corte tan drástico como necesario. El objetivo de la cámara no es exponer a las víctimas sino intencionalmente protegerlas, y, en ese mismo sentido, acompañar la contención de las trabajadoras que brindan ayuda. Vassallo se escurre por las historias, fundamentalmente por medio de los trabajadores e, indirectamente, llegamos a las historias que son la base y el objetivo del trabajo que se hace justamente en la Línea 137. Lo que siempre se plantea frente a este tipo de documentales es poder repensar el público al que van dirigidos. Si bien actualmente la modalidad de estreno en la plataforma cine.ar permite una visualización más masiva, en principio este tipo suelen estrenarse en el Cine Gaumont y difícilmente lleguen al destinatario final al que parecen estar dirigidos: que alguien que es víctima de violencia familiar –que si bien no es específicamente excluyente de los sectores más carenciados y marginados de la sociedad, son precisamente los que necesitan ayuda para poder salir de una situación de violencia con un techo y comida, sobre todo en los casos en los que hay menores involucrados- pueda ver reflejado su caso y de este modo, al registrar el procedimiento y la forma en que estos profesionales brindan la ayuda pueda, animarse a extender su mano, pedir ayuda y encontrar ese empuje necesario para lograr un cambio. Sabemos que la violencia de género, y en particular, la violencia que se produce en forma intrafamiliar, tiene como característica fundamental no sólo su cronicidad sino que la mayoría de los hechos que suceden, carecen de testigos. Con lo cual, la loable tarea de “LINEA 137” -el equipo fundado en 2006 por la Dra. Eva Giberti, pionera y a la vanguardia de todos estos movimientos de ayuda social-, es la de poder romper con ese círculo vicioso que anida en el seno de cada hogar, dar ayuda y comenzar a abrir una puerta por la que poder salir del encierro violento y la asfixia. Volviendo a la idea original, justamente esa sensación encontrada es que por el estilo narrativo y por la distribución que este tipo de productos tiene en nuestro país, difícilmente llegue a despertar conciencia en las verdaderas víctimas y por su registro televisivo, bien podría pensarse en un producto para que sea apropiado por la TVPública para poder lograr una masividad que, de otra forma, es imposible. Queda siempre abierta la dicotomía, cuando uno intenta reseñar este estilo de producciones, si hay que dejar de lado las múltiples imperfecciones que tiene como material cinematográfico (secuencias demasiado fragmentarias que impiden profundizar algunos casos, pensar que el espectador cuenta con cierto andamiaje para pensar el tema y dar por sobreentendida cierta información que no se expone, confundir la mera observación con una narrativa propia del género), para celebrar que pueda acentuarse la mirada en ciertas temáticas urgentes y vitales… o si también podemos pensar en combinar ambas cosas: el arte del cine y el contenido social. POR QUE SI: «El objetivo de la cámara no es exponer a las víctimas sino intencionalmente protegerlas»
En Argentina cada 23 horas muere una mujer víctima de femicidio. Este documental retrata la vida de 4 asistentes sociales, psicólogos y psicólogas que deciden estar disponibles las 24 horas del día, los 365 días del año para asistir, socorrer y acompañar mujeres que sufren casos de violencia de género, sexual y familiar. Documental argentino dirigido por la cineasta Lucía Vassallo, con guion e investigación a cargo de Marta Dillon, periodista, escritora, guionista y activista argentina. Su foco principal está puesto en el trabajo habitual de les empleades del programa “Las Víctimas contra las Violencias.” Este servicio se ofrece mediante la línea gratuita 137 para poder asistir a los llamados por conflictos de violencia machista, sexual e intrafamiliar. Y si bien esta problemática atraviesa a todo el país, actualmente, dicho programa sólo opera en CABA, Chaco (Resistencia), y Misiones (Posadas, Garupá, El Dorado y Oberá). En este film, el equipe, que lleva adelante el documental, acompaña íntimamente a un grupo de asistentes sociales, psicólogas y psicólogos comprometides con la causa y que prestan sus servicios auxiliando y conteniendo a las personas que sufren violencia de género, denotando que dicha violencia no distingue clases ni edades. En este registro, Lucia Vasallo no revictimiza a las mujeres, preservando la identidad de las mismas en cada caso que visibilizan. De esta manera, logra con su mirada poner en primer plano la problemática que nos atraviesa como sociedad, sin la necesidad de exponer a las denunciantes ni caer en golpes bajos, dándoles su lugar en esta historia haciendo uso de la sororidad. El planteamiento, desde la realización, es de registro observacional en el que, a simple vista, entendemos que acompañan, de manera silenciosa, la gran labor humanitaria de les empleades del programa de la línea 137. Sin embargo, evidencian al dispositivo mediante el cual podremos atravesar los casos por los diferentes puntos de vista de cada personaje y, a su vez, logra que vayamos habitando miradas de miedos y vergüenzas en cada encuadre. Pues ahí es donde Lucia Vasallo consigue darnos cine. Ella nos posiciona a observar como denunciantes. Sentimos el encierro, el miedo, esquivamos miradas, nos miramos las manos, nos ocultamos, tratamos de confiar en desconocidos que nos ofrecen herramientas que pueda que quizás no sean las suficientes, nos resguardamos fuera de casa, en los no lugares, autos, patrullas, veredas, bares, oficinas, hospitales… y escuchamos lo que podemos, como podemos, con interferencias, murmullos, voces elevadas, ausencias, silencios… muchos silencios… silencios fríos construidos por una sociedad patriarcal… silencios que nos sepultan… y de repente ellxs, los rostros de les trabajadores de la línea 137, quienes buscan herramientas de donde sea para contenernos y darnos alguna sensación de seguridad, quienes nos escuchan, quienes nos miran… poniendo su persona toda en cada llamado… sin embargo, da la sensación de que no alcanza. Esta precariedad de los organismos del Estado en relación a la enorme ausencia numérica de personal calificado, en función de respuesta a la emergencia que nos interpela todos los días, es gravemente preocupante, dejando también en evidencia, dentro del documental, a empleades también indefenses: como la psicóloga que acude a ayudar a les abueles víctimas de un hijo y nieta agresores, a la cual se la puede observar abrumada e intimidada por familiares de les denunciantes, no logrando poder asistirles en función de encontrarse, ella misma, dentro de un sistema que tampoco puede brindarle una contención, ni mucho menos seguridad para con su persona, y, de esta manera, no consigue del todo ofrecer la ayuda necesaria a las víctimas. Escena realmente frustrante. Fiel a su registro de “lo real”, el documental termina con un enorme sabor amargo, conocido por muchas de nosotras, en donde deja en claro que el Estado aún no logra garantizar la protección de la víctima que denuncia. Sin embargo, logra evitar la revictimización y pueda que quizás consiga que más mujeres se animen a denunciar la violencia machista y así poder evitar futuros femicidios. En el marco de las medidas que tomó el INCAA para estrenar cine local frente a la cuarentena, Línea 137 se podrá ver este jueves y sábado a las 20 por Cine.Ar TV, al tiempo que se exhibirá online de manera gratuita desde este viernes y hasta el 24 de abril en la plataforma Cine.Ar Play y desde el jueves 30 de abril quedará en la plataforma, en alquiler, pagando el precio de una entrada de Espacios INCAA de sólo 30 pesos. El documental Línea 137 acompaña la enorme labor de asistentes sociales, psicólogos y psicólogas del programa Las Víctimas contra las Violencias, mientras visibiliza la dificultad burocrática, psicológica y social que afrontan las personas (niñes, adolescentes y adultes) víctimas de violencia de género para poder implementar una denuncia en Argentina.
Si creemos que sabemos algo acerca de cómo opera en los hechos la violencia de género y la violencia intrafamiliar, este acercamiento al trabajo de los asistentes sociales y psicólogos que trabajan en la línea 137 nos demuestra que sólo vemos las punta del iceberg...
Línea 137, dirigido por Lucía Vassallo, busca visibilizar la alarmante situación que atraviesa la sociedad en relación a la violencia machista. El film cuenta el trabajo cotidiano del programa Las Víctimas contra Las Violencias, un servicio que mediante la línea gratuita 137 interviene directamente en conflictos de violencia de género y familiar y frente a denuncias de violencia sexual en el ámbito de CABA, Chaco (Resistencia), y Misiones (Posadas, Garupá, El dorado y Oberá). El equipo de realización del documental acompañó a un grupo de asistentes sociales y psicólogos que asisten, socorren y acompañan a distintas mujeres que sufren casos de violencia de género, sexual y familiar. No necesitaba la película nada más que seguir a sus personajes para que su discurso fuera contundente y definitivo. Lo que logra con los testimonios está muy por encima de las denuncias dichas desde un ámbito cuidado o artículos en los diarios. Se puede entender mejor lo que pasa a través del trabajo extraordinario de estos asistentes que se enfrentan a una violencia palpable y todavía presente en nuestra sociedad. La difusión de este trabajo debería ser mayor que la de este documental, porque su mensaje es valioso. En lo estético la película busca un cine verdad sin intervención y es perfecto que lo haga. Lamentablemente cae en el error de agregar una banda de sonido para generar climas a algo que no necesita ningún subrayado. Es un misterio porque lo hace ya que el discurso y la búsqueda estética son claras. Cierra también con un mensaje de batalla puntual que le quita potencia a la evidencia de toda la película. El trabajo real y permanente de esta gente reducido a una consigna. En una marcha las consignas pueden servir, en una película que muestra un trabajo tan serio, tienden a bajarle la fuerza. Aun así, nunca está demás un documental que muestre esta gravísima problemática que nos rodea.
NO SOLO MATAN LOS HOMBRES Línea 137 es un documental en un sentido casi extremo de la palabra partiendo de una dificultad que podría hacer tambalear cualquier proyecto: no poder mostrar a sus protagonistas, todas ellas víctimas de violencia de género. En su crítica negativa a la experimental La dama del lago (Lady in the Lake, 1946), en donde el director Robert Montgomery toma la novela homónima de Raymond Chandler para realizar un policial negro casi exclusivamente en subjetiva, François Truffaut trataba de explicar por qué no funcionaba la película. Su explicación se resumía en que para identificarnos con el protagonista no necesitamos ver lo que ve sino que necesitamos ver su rostro, la mayor cantidad de tiempo posible, algo que, acotaba, había realizado en Los 400 golpes (1959). Esta dificultad de producción se torna rápidamente en desafío de guion y dirección. Seguramente esa restricción era contemplada desde la misma investigación para realizar el documental, a cargo de la periodista-activista feminista Marta Dillon. Cabían dos actitudes para enfrentarse a tamaña dificultad: 1. Intentar que ese hándicap se note lo menos posible de forma que el filme siga funcionando a pesar de eso. 2. Utilizar esta, a priori, limitación para hacerla forma y extremar los recursos del documental. Afortunadamente la directora Lucía Vasallo optó por la segunda. No solo no podemos ver a las protagonistas sino que, incluso de las personas que sí podemos ver (los trabajadores de la línea de asistencia) y reconocer a lo largo de filme, tampoco llegamos a “conocerlas” en el sentido en que lo haríamos en un documental convencional. No hay entrevistas a ellos de ningún tipo y mucho menos cabezas parlantes. No le hablan al espectador ni a la directora. La cámara, entonces, se vuelve un testigo casi clandestino, invisible pero no en la forma del cine clásico de Hollywood sino que simplemente parece estar allí, pasando lo más desapercibida posible. De esta manera la narración no es clara, decimonónicamente hablando, asistimos a retazos de la historia. Esa falta de omnisciencia nos sitúa no en el lugar de la víctima sino en el de testigo. Debemos creerle a la protagonista porque no tenemos más prueba que su palabra. Ni siquiera se nos permite ver las secuelas físicas de algunas de las violencias a las que fueron sometidas. Todo nos es vedado, como nos es vedada en la vida diaria la realidad de esas mujeres en sus domicilios privados donde conviven con su victimario. La ausencia de rostros es utilizada como Bresson la utilizó en Un condenado a muerte se escapa (Un condamné à mort s’est échappé ou Le vent souffle où il veut, 1956), como retrato de una represión y una violencia que está en el sistema, que no debemos ponerle un rostro específico pues lo que mata (aquí) es el patriarcado como cultura y organización socio-económica, no solo los individuos; estos son culpables, sí, pero son intercambiables. Muertos estos perros no muere la rabia. Cuando digo que el filme es en extremo documental lo hago porque su relato no tiene un comienzo y un fin delimitados por las reglas del relato clásico. Sino que es un recorte hecho, solo en apariencia, en cualquier lugar; como una instantánea tomada en la calle en cualquier momento azaroso. El último caso, donde se describe una violencia machista con trágicos antecedentes familiares, como historias que se repiten de generación en generación, nos deja tambaleando en el aire, intranquilos, temerosos. No hay clausura, no hay cierre, no hay vuelta al orden porque la historia de la violencia patriarcal tiene inicios tan remotos que es imposible fecharlos y no parece tener fin. Entonces, esa decisión de la directora y la guionista termina de establecer la forma y el discurso: la violencia sigue y se perpetúa sin que los culpables tengan su castigo, sin que las víctimas puedan ser defendidas. Por Martín Miguel Pereira
Vemos y escuchamos a diario en las noticias los casos de femicidios que ocurren en nuestro país, día tras día. Una historia que se repite, porque no se llega a terminar de contar una, que sucede otra similar. La problemática es muy vigente y desde hace unos pocos años, el Estado Nacional ha tomado cartas en el asunto para intentar solucionar un tema cuya raíz es profundamente cultural instalada en el ser humano desde hace siglos y es el machismo asociado al patriarcado. Se lo ha analizado desde distintos puntos de vista y las opiniones concuerdan en eso. Este documental aborda la temática bien desde adentro, de las entrañas mismas del dolor, la angustia y la desesperación de las mujeres que sufren la violencia de género. La línea 137 es el número telefónico para denunciar estos hechos. No sólo es un número de teléfono, sino que también son recintos especializados y dedicados exclusivamente a ellas y sus hijos. En esos lugares hay varios equipos interdisciplinarios que trabajan durante todo el día para ayudar a las víctimas. Hacia allí Lucía Vassallo llevó sus cámaras y registró todo, absolutamente. Sin interferir, ni cuestionar, como si fuese un testigo que observa todo y lo guarda en la memoria. La directora sólo filmó a los equipos pertenecientes al Estado, cuyas sedes están en la Ciudad de Buenos Aires y de Resistencia, Chaco. Hay otras, muy pocas, también en otras provincias. La tarea de ellos es brindar consejos, ayuda, protección y contención psicológica a las víctimas. En todos los casos la directora procuró ocultar los rostros de las denunciantes protegiendo sus identidades Ellas, cansadas de los maltratos a que las someten sus parejas y otros familiares, se animan a hablar y denunciarlos. Ya no tienen vergüenza. Juntan el valor necesario y cuentan el calvario que viven, siempre con un nudo en la garganta y llorando. Así es el problema, lo mismo que la película, dura, seca, cruda, como un golpe sin anestesia, en el que no hay medias tintas. La intención de la directora es que su realización duela también. Sin filtros. Por eso, para ahondar el dramatismo, se escuchan en varios pasajes ruidos incidentales y una canción compuesta por Juana Molina. La mayoría de las personas que trabajan en estos establecimientos son mujeres, generalmente asistentes sociales y psicólogas. En todos los de todos los medios y personal para aceptarlas de inmediato y, por otro casos hacen lo que pueden, porque hay tantas denuncias que no disponen lado, el sistema judicial no funciona como corresponde, lo cual en nuestro país no es una novedad. Tomando como referencia la frase del final de una de las mujeres, que sufre al igual que las otras de violencia doméstica, maltrato físico y psicológico, amenazas diarias, etc., y luego de haber visto y oído tantos dolorosos testimonios, habría que hacerse una pregunta profunda, alejada de toda índole política, religiosa y cultural: ¿Alcanza sólo con esto?
Solo abandonas tu hogar Cuando tu hogar no te permite quedarte. Nadie deja su hogar A menos que su hogar le persiga, Fuego bajo los pies, Sangre hirviendo en el vientre. Jamás pensaste en hacer algo así, Hasta que sentiste el hierro ardiente Amenazar tu cuello. Warsan Shire La línea 137 atiende a víctimas de violencia familiar las 24 horas, los 365 días del año, de manera gratuita. Como parte del programa creado por Eva Giberti en 2006, la línea depende del Ministerio de Justicia de la Nación y abarca a cuatro ciudades de Argentina: Posadas, El Dorado (Misiones), Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Resistencia (Chaco); a diferencia de la 144 que funciona en todas las provincias y depende del Consejo Nacional de las Mujeres.
Un valioso documental sobre una realidad terrible que se agigantes ahora en tiempos de cuarentena. El título alude a la línea gratuita de ayuda del estado, del programa Victimas contra la violencia, que tiene un equipo que interviene directamente en conflictos de violencia machista, sexual e intrafamiliar que funciona en la ciudad de Buenos Aires, en Resistencia (Chaco), y en Misiones en las localidades de Posadas, Garupé, El Dorado y Oberá) En el film dirigido por Lucia Vasallo, las cámaras acompañan a un grupo de asistentes sociales y psicólogos que socorren y acompañan a distintas mujeres que sufren violencia de género, abusos y durísimos y peligrosos conflicto familiares. La realizadora tomo como decisión ética y estética, no mostrar nunca el rostro de las denunciantes, pero sus voces fuera de campo, su espalda, una parte de su cuerpo dan cuenta de la angustia que las invade, la confusión frente al vendaval de violencia, las vergüenzas y valentías. La investigación y en guión de Marta Dillon ordenan y potencian esos testimonios donde los profesionales intervinientes son tan valientes y únicos. Nada se disimula, ni la burocracia, ni los errores y los aciertos. Un trabajo valioso y revelador.