Mi enclave doméstico.
Desde fines del siglo XX hemos sido testigos de un resurgimiento de las épicas fastuosas del Hollywood más industrial, aquel que pone al artificio predigerido por sobre cualquier tipo de renovación estética y/ o de contenido. Hoy se confunden las hipotéticas diferencias entre los envases formales y poco importa si nos venden el rótulo “superhéroes”, “fantasía de aventuras” o “mitologías aggiornadas”, ya que la homogeneidad y el medio pelo son los únicos patrones realmente dominantes. Por supuesto que tal sistema orientado a la previsibilidad comercial y las respuestas condicionadas de consumo no se sostendría sin la complicidad de un público dócil y una crítica que se siente identificada con estos productos.
Resultaba imposible predecir que el regreso de Sylvester Stallone y sus acólitos, esos colegas que debieron jubilarse ante la falta de trabajo o contentarse con la “clase B”, traería aparejado un mínimo repliegue del mainstream en el “nicho acción” y la posibilidad de un retorno de aquella testosterona fascistoide que la supremacía de los CGI condenó al olvido. Los nuevos eslabones de las franquicias de Rocky y Rambo, sumados a proyectos paralelos como Los Indestructibles (The Expendables), permitieron la aparición de una alternativa retro y de derecha a un panorama cinematográfico por demás limitado, casi siempre carente de la osadía necesaria para jugarse ideológicamente y asumir verdaderos riesgos narrativos.
En esta ocasión Sly cede el rol protagónico a Jason Statham pero no sin antes controlar la producción y el guión: Línea de Fuego (Homefront, 2013) combina el thriller de “agentes retirados”, todo un leitmotiv de las décadas de los 80 y 90, y el drama de “conflictos entre vecinos”, un recurso un poco más atemporal y maleable. Statham interpreta a un policía encubierto que se aparta de su profesión luego de que una operación derivase en la muerte del vástago del líder de una banda de motociclistas narcos. Ya instalado en el pueblito cándido de turno, una disputa escolar entre su hija y el hijo de un lugareño desencadenará la violencia que todos anhelamos y la vuelta de ese virulento pasado que pretendió enterrar.
La eficacia con la que el director Gary Fleder lleva adelante la historia es sorprendente y uno hasta puede imaginarse al amigo Sylvester reventando cráneos si tuviese unos años menos a cuestas. Statham se acopla sutilmente al registro del opus y recibe ayuda de secundarios de peso como James Franco y Winona Ryder, quienes balancean con sordidez el castillo de naipes que el personaje central tanto desea proteger. Como era de esperar, la defensa del enclave doméstico y un hábitat entre engañoso y hostil constituyen los ejes de un film coherente que compensa la falta de originalidad con un gran trabajo de fotografía, una dosificación rigurosa del suspenso y numerosas peleas muy bien coreografiadas…