Un joven en búsqueda de la identidad
Candidata al Oscar, trata sobre el amor entre Elio y Oliver, en un pueblo en el norte de Italia.
¿Cómo no sublimar el primer amor? ¿Y si además es un amor de verano? Luca Guadagnino viaja hacia la temporada estival de 1983 para narrar esa experiencia iniciática de Elio, prodigioso adolescente que pasa junto a sus padres las vacaciones en una hermosa casona del norte de Italia. El cineasta italiano construye una nostálgica y muy afectada película de crecimiento sobre esos días veraniegos de descubrimiento del joven de 17, interpretado con maestría por Timothée Chalamet (nominado al Oscar por el filme, que también es candidato en canción original, guión adaptado y película).
Llámame por tu nombre comienza cuando Elio ve cómo su padre recibe a un ex alumno suyo, Oliver, que recién terminó su carrera universitaria y va a pasar el verano en la casona como parte de una pasantía. Elio enseguida se refiere a él como “el usurpador”, pero la relación entre el adolescente y el pasante veinteañero comienza a crecer durante esas seis semanas que pasan juntos, por más que sea notorio que tienen personalidades opuestas o, tal vez, complementarias. La química entre ellos dos es tan notoria como progresiva y se agiganta a medida de que Elio deja de sentirse incómodo por la presencia de Oliver en la habitación contigua.
El adolescente está atravesando un momento de grandes cambios y no tiene muy claro cómo lidiar con sus hormonas. En busca de su identidad, el adolescente no puede evitar sentirse atraído por chicas, hombres... ¡y algún durazno! Es notoria la fluidez con la que Elio pasa de preocuparse por el debut sexual con Marzia, una vecinita devenida novia, a los irrefrenables encuentros furtivos con Oliver. En parte es gracias a la elocuencia de James Ivory, que ya tenía experiencia a la hora de llevar adelante romances a la italiana entre personas del mismo sexo (Un amor en Florencia) y que aquí se encargó de adaptar la novela de André Aciman, pero sobre todo es por la eficacia en los detalles de Guadagnino, que parece otorgarle cuerpo y alma a Llámame por tu nombre.
El cineasta le presta tanta atención a las cuestiones físicas, al estilizar al máximo todo cuerpo y objeto en plano, como a las sentimentales, en la notable idealización de un amorío, todo mientras la piel del espectador sensible se eriza al ritmo de Love My Way, omnipresente himno ochentoso de los Psychedelic Furs sobre la liberación amorosa. Y para potenciar las emociones, un escueto monólogo final del papá de Elio le otorga otro significado a la historia y se hace cargo de esa tormentosa oscuridad que Guadagnino había dejado siempre fuera de plano.