Las villas de Argentina son cárceles a cielo abierto, de muros transparentes, donde se vive bajo una rigurosa vigilancia y omnipresente hostilidad de las fuerzas de seguridad, al igual que en las otras prisiones.
Un basural de cicatrices, que se conforma con la piedad de los turistas. Miles de jóvenes arriban al mundo con una marca en la frente. Muy pocos sobreviven al carnaval de la mano dura. Entre ser policías, pibes chorros o albañiles, casi se agota la oferta de proyectos para su vida. ¿Cómo se hace para derrotar a ese destino?