La hazaña de una familia en el desastre natural del 2004 en Tailandia es narrada con una estética realista que impregna de dramatismo la pantalla y revive los días del Tsunami.
Por Andrea Migliani
El español Juan Antonio Bayona cuya presentación oficial fue El orfanato que rompió todos los récords del cine de su país, regresa con este potente film cuyo anclaje está en la narración de los sucesos de diciembre de 2004 que asolaron hasta la destrucción a muchos de los países arrasados por el tsunami.
Una familia se dispone a pasar unas bellas vacaciones de Tailandia, se los ve distendidos, realizando las actividades recreativas que cualquier familia feliz, un matrimonio y sus tres niños, llevarían a cabo en un paraíso oceánico. Pero, cierta calma, cierta inquietud de la naturaleza, ciertos planos de un mar que parece de ensueño anuncian la catástrofe que sin apelar más que a una gran factura técnica desatan el terror.
La ola gigante los sorprende y separa. Todo lo arrolla la naturaleza descontrolada que se abre paso por las playas, calles y los encuentra en la piscina del hotel. Es muy interesante que Bayona no haga la típica ni recurra a imágenes de archivo mostrando ese muro enorme que fue la ola gigante en Tailandia sino que unos toques de inquietud arrolle a la historia misma cuando el agua arrolla todo. De este modo, la familia no se separará por problemas irreconciliables sino que será separada por una fuerza superior devastadora que los excede.
Divididos y aterrorizados lograrán contagiarnos ese terror de estar solo y buscar, de aferrarse a lo que sea para sobrevivir y para que no naufraguen también las posibilidades de la esperanza. Si el terror se concibe como lo monstruoso y desconocido y el escape que hace un sujeto de él, Bayona construye el terror de Lo imposible, con una narración sólida que apela a los travelling out para mostrar como separados están solos aunque la madre, en un gran trabajo de Naomi Watts se queda sola y luego se reúne con su hijo mayor y Ewan Mcgregor con los dos menores. Las imágenes de la desesperación, la soledad y la solidaridad que pueden salir a flote (Watts es médica y puede ayudar cuando se recomponga) comprometen al espectador que no puede no involucrarse en el miedo y también en el dolor. Imposible no pensarse así mismo en semejante infierno en el que todos hablan una lengua distinta, buscando a un ser amado sin comprender aún qué fue lo que todo lo superó.
A la excelente actuación de Naomi Watts se suma la de Tom Holland como su hijo mayor, que debe sobreponerse a su propia incipiente adolescencia para sortear el pánico y poder encontrar a su madre.
Evitando todos los golpes bajos en los que se podría haber caído teniendo cristalizado el suceso del 2004 en nuestras memorias y con el abundante material audiovisual que existe, Bayona construye su propio tsunami con una cámara que está siempre al servicio de la narración que da a la postre lo que fuimos a buscar: una historia. No se trata de un melodrama, ni de una mera película del cine catástrofe, no, es terror en el más llano sentido de la palabra porque el monstruo aquí primero es la naturaleza y luego la soledad.
Buena factura técnica, buena musicalización, excelente edición y montaje hacen de Lo imposible, un film para ver lejos de la costa.