Una catástrofe inconcebible
Lo imposible sucedió. Fue hace nueve años, cuando un terremoto en el océano Índico dio origen al tsunami masivo que dejó un saldo de más de 250.000 muertos en catorce países. El español Juan Antonio Bayona lo recrea a partir de la historia real de una familia de turistas europeos en Tailandia (padre, madre y tres hijos varones) que lograron sobrevivir a la terrible y traumática experiencia. Es cine catástrofe y de algún modo también cine de horror que pone a prueba la indudable maestría técnica del realizador -la larga secuencia que describe el fenómeno es de un meticuloso y estremecedor realismo- y también su habilidad narrativa cuando llega la hora de exponer cómo los personajes que habían sido dispersados por los efectos de la gigantesca ola luchan para salvar su vida, para saber qué ha sido de sus seres queridos y dar con su paradero en medio de un desolador panorama de devastación y muerte.
El horror proviene tanto de esa separación y de esa incertidumbre como de la complicadísima situación en que se encuentran y el daño físico que han sufrido, aunque la fortuna quiso que por un lado la madre y el hijo mayor, arrastrados por las aguas, fueran a quedar en una misma zona de lodo y pudieran intentar la búsqueda de alguna ayuda y que los dos chicos más pequeños y el padre permanecieran entre los restos del arrasado resort en el que la familia estaba pasando sus vacaciones.
Que el milagroso caso haya sido muy comentado en la época del tsunami y que el hábil guión de Sergio G. Sánchez esté basado precisamente en el relato de la protagonista, una médica recientemente retirada del ejercicio de su profesión, no impide que el desarrollo de la historia contenga algunos aportes extra para añadir algún suspenso, favorecer el impacto emotivo o introducir estratégicas intervenciones del azar, como en los casuales desencuentros de la escena del hospital donde la madre está internada. Pero hay que reconocer que Bayona es un manipulador diestro, pero no enfático ni deshonesto. Si le cabe algún reproche, en todo caso, no es porque el film se dedique especialmente a los personajes europeos y casi todos los tailandeses que intervienen lo hagan en función de las necesidades de los turistas, sino que a pesar de haber sido los nativos los principales damnificados por la catástrofe casi no se los incluya en un segundo plano.
De todos modos, hay que tener en cuenta que el film sólo se propone recrear un caso extremo de supervivencia; no tiene otra intención que reconstruir la tragedia del tsunami (espectacularmente, por cierto) y contar la historia de esta familia (española en la realidad; en la ficción de imprecisa nacionalidad), sin ningún afán metafórico o alegórico. Un proyecto ambicioso por la complejidad de su realización, magníficamente interpretado por Naomi Watts, Ewan McGregor y el joven Tom Holland, pero bastante sencillo en su propuesta narrativa y en su exaltación de los sentimientos familiares y del sentido de solidaridad.