La colectivización del parque.
Las estrategias comerciales desde las cuales se captan a los amantes del cine de animación, sean niños o adultos, son un tanto diferentes según consideremos el norte productor o el sur consumidor. Si dejamos de lado las furiosas campañas de promoción y la parafernalia habitual con las que se ensalzan los productos en cuestión para centrarnos exclusivamente en las obras en sí, bien podemos afirmar que mientras que en Estados Unidos se resaltan las características intrínsecas del convite y las estrellas que brindaron sus voces, aquí en Latinoamérica muchas veces las distribuidoras pecan de ingenuas al ponderar sólo el primer ítem y conformarse con doblajes lastimosos que enajenan de inmediato al público adulto.
Así las cosas, para los padres ir a ver una película animada con sus hijos puede llegar a ser un martirio, ya no sólo por la mediocridad de las voces mexicanas de turno sino también por una merma en la calidad de las propuestas (conviene olvidar aquellos intentos de “doblaje argentino” porque representaban el calvario de siempre aunque elevado al cubo). Uno como espectador quiere creer que visionar el film en su versión original mejora la experiencia cinematográfica y definitivamente es así, el problema contemporáneo con realizaciones como Locos por las Nueces (The Nut Job, 2014) es que ni siquiera bajo estas condiciones funcionan a nivel formal como es debido y/ o escapan a una medianía estándar.
Quizás lo más desalentador del opus del canadiense Peter Lepeniotis, una adaptación de un corto propio de 2005 intitulado Surly Squirrel, es que pretende retomar lejanamente la estructura de Casta de Malditos (The Killing, 1956), del inmenso Stanley Kubrick. El guión del director y Lorne Cameron presenta dos robos en paralelo: el de una banda de humanos que utilizan un local de venta de nueces como fachada para ingresar a un banco mediante un túnel, y el de un grupo de animales del parque/ plaza de enfrente que desean llevarse el jugoso botín de la tienda. Un desarrollo caótico y repetitivo conspira contra la fluidez de la trama, la que a su vez está determinada por personajes estereotipados y recursos vetustos.
Por supuesto que en el núcleo del relato tenemos un antihéroe solitario y egoísta, una ardilla llamada Surly (Will Arnett), que es expulsado de la comunidad -en suma- por no aceptar la colectivización alimenticia dominante. Se agradece el desempeño de actores como Liam Neeson, Stephen Lang, Brendan Fraser, Katherine Heigl y el mismo Arnett, pero lo cierto es que tampoco hacen milagros para con una historia símil “caper film” que pedía a gritos sutileza narrativa y un protagonista un poco más querible, acorde con el público infantil al que se quiere llegar. Como suele ocurrir, hoy son los personajes secundarios los que aportan los momentos más hilarantes del devenir a partir de intervenciones bufonescas…