Logan

Crítica de Hernán Khatchadourian - Diario Popular

La tercera es la vencida

Tras nueve películas, Hugh Jackman se despide del personaje que lo lanzó a la fama, y lo hace por la puerta grande, con un festival de violencia "bien organizado"

Nada menos que tres películas le llevó a Hugh Jackman encontrar el punto exacto para interpretar a Wolverine, uno de los personajes más famosos de Marvel Comics, como él quería. Y ahora resulta que este tercer acto es el último.

El mutante de las garras (y el esqueleto) de adamantium apareció primero en la trilogía inicial de X-Men (2000-2006) y la respuesta del público fue tan positiva hacia la interpretación del casi desconocido Jackman , tipo afable si los hay en el mundillo hollywoodense, que éste decidió invertir sus ahorros y emprender una carrera “solista” en el cine, que comenzó en 2009 y termina ahora, en 2017, con otra genial trilogía de X-Men en el medio.

Son, pues, nueve (¡9!) películas en las que el australiano le sacó el jugo al personaje (a veces incluso con un simple cameo) siempre limitado por el mayor temor de cualquier productor de Hollywood: que su película supere la calificación de “para mayores de 13”.

Pero en el medio, Jackman tuvo la suerte de que se estrenara Deadpool, otra de las criaturas de Marvel con Ryan Reynolds en el doble papel de protagonista y productor y de que muchos mayores de 16 años fueran a verla. De esta manera, 20th Century Fox se dio cuenta de que hay público adolescente y adulto ávido de películas de superhéroes con toques subidos de tono.

Se podría decir que 800 millones de billetes verdes le dieron la razón a Reynolds, y por eso Jackman decidió “madurar” a Wolverine. De esta manera, la versión que llega este jueves a los cines de la Argentina no sólo muestra al mutante notablemente más viejo sino que le da una hija.

La historia transcurre en el año 2029, en un futuro apocalíptico para los mutantes, en el que la raza se encuentra casi extinta.

Logan (Jackman) cuida de un profesor Charles Xavier (Patrick Stewart) nonagenario que, a raíz de una enfermedad degenerativa, ha perdido el control de sus poderes. Para evitarle el sufrimiento, y que éste ocasione un catástrofe, Logan trabaja como conductor de limosinas con el fin de pagar las drogas ilegales que lo mantienen “calmado” y para ahorrar el dinero necesario para comprarse un barco con el cual alejarse de un mundo demasiado hostil.

Pero en sus vidas se cruza una niña que muy pronto revela tener poderes (y garras) muy similares a los de Wolverine y entabla una relación telepática con Xavier.

Pero la jovencita no llega sola y por eso los (ex) X-Men deberán ayudarla a cruzar los EE.UU. para llevarla a un lugar seguro en la frontera con Canadá.

Este es el argumento de este nuevo film de James Mangold, que ya se hizo cargo del personaje hace cuatro años con Wolverine Inmortal (The Wolverine) y que adapta muy parcialmente una de las historias más celebradas de los últimos tiempos: Old Man Logan (el viejo Logan).

No obstante, a raíz de un problema de derechos (en Fox no pueden contar con todos los personajes de Marvel que aparecen en la historieta), los guionistas han debido conformarse con algunos de los personajes de la galería de X-Men y por eso han transformado la historia hasta convertirla en una suerte de Little Miss Sunshine ultraviolenta.

El resultado, lejos de lo que podría esperarse, resulta ser muy bueno ya que la aventura se convierte en una road movie en la que todo (y eso significa TODO) puede pasar en cada parada de la ruta.

La violencia desplegada en el film supera todo lo visto hasta el momento sobre el personaje (salvo en sus comics para adolescente y adultos, claro está) y lo ubica en una dimensión más cercana a la realidad que a la de las viñetas. Charcos de sangre y miembros varios vuelan por la pantalla al ritmo de las garras del mutante y compiten en momentos con el nivel sanguinoliento de la recordada Kill Bill, por ejemplificarlo de alguna manera.

La puesta en escena es impecable y le hace justicia a un cineasta como Mangold, que había sido muy criticado en la versión anterior, pero que acá se repone de la manera en la que se esperaba de él.

La actuación de Jackman es superior a todo lo visto hasta ahora: su personaje está acabado y lo sabe; y por eso el personaje arrastra su cuerpo durante toda la película de una manera por demás creíble, como ya lo hizo en Los Miserables pero sin cantar. Sin embargo, la sensación que predomina es la de melancolía por verlo encarar esta última aventura y por eso es casi imposible quitar la vista de la pantalla aún en algunas escenas en las que el ritmo del film decae y la trama se estira innecesariamente.

Patrick Stewart, vuelve a acompañar a su amigo Jackman como en las dos anteriores ocasiones, y le “hace la gamba” componiendo a un profesor Xavier en el crepúsculo de su vida, con el que mantiene picantes y sarcásticos diálogos que hacen referencia a lo vivido en todos estos años de aventuras y a otras inéditas que, se supone, llegarán al cine en algún otro momento con otro actor encarnando a ambos personajes.

La revelación viene de la mano de Dafne Keen, la niña que compone a la habilidosa X-23 y que busca humanizar al personaje con el que protagoniza momentos de gran intensidad emocional, y paralelamente que demuestra una inusitada habilidad para desplegar la violencia de manera más cruda que su “progenitor”.

Sobra decir que todo lo referente a los efectos especiales es un campo en el que no hay mucho que decir salvo que continúan mejorando con cada entrega.

Logan es mucho más que el cierre de la historia de este personaje, es como un partido de despedida para un actor que ha logrado no sólo entrar con este personaje en el corazón del público a lo largo de 17 años sino erigirse como el pilar del grupo y homenajear al mismo tiempo a este superhéroe con tantos fanáticos alrededor del mundo.