Sí, señores, todo tiene un final. Todo termina, todo concluye, y eso es algo de lo que no escapan ni siquiera los mutantes ni los superhéroes de ficción. Sin embargo, hay diferentes formas de decir adiós. Y a los muchachos de Marvel y compañía no se les ocurrió mejor idea que despedir al personaje de Wolverine, uno de lo más queridos por los fanáticos dentro del mundo de los cómics, con una película extraordinaria y brutal que sin dudas ostenta ser la mejor de la trilogía.
En Logan, la tercera y última entrega en solitario del antihéroe dueño de las garras de adamantium, la historia transcurre en un futuro cercano, 2029 para ser más precisos, en un mundo en el que los mutantes se encuentran diezmados y casi al borde de la extinción. En ese contexto, Logan (Hugh Jackman) es una sombra del que supo ser: avejentado, alcohólico, rengo y con estado físico deplorable, el mutante pasa sus días como chofer de limusina y cuidando de un enfermo e irreconocible Charles Xavier (Patrick Stewart). La trama se altera cuando entra en escena Laura (Dafne Keen), una niña mutante con algunos poderes similares a los de Logan, a la que ambos deberán proteger.
Lejos, pero muy lejos de las entregas anteriores como X-Men Origins: Wolverine (2009) y The Wolverine (2013), Logan rompe con la tradición robótica y cuadrada de las típicas películas de superhéroes para adolescentes de los últimos tiempos. No por nada, James Mangold, director del film, advirtió en un tuit: “Es oficial. Por favor tomen en cuenta que Logan ha recibido la clasificación R por violencia, lenguaje fuerte y brutal y por desnudez breve”.
Y es cierto. Logan es un film maduro, atípico, repleto de escenas de violencia y brutalidad explícita con la que Mangold buscó alejarse de los productos más comerciales del Universo Marvel. Es una road movie, con claros guiños al género Western, en la que se dejan ver matices dramáticos, tristes y melancólicos, pero con una dinámica impecable.
En esta ocasión, no hay trajes relucientes ni diálogos trillados al estilo de Iron Man, Avengers o Deadpool. En una lectura un poco egoísta y celosa -por parte de todos los que siguen hace años la historia-, Logan no se presenta como un film para los nuevos fanáticos, sino para aquellos que crecieron junto al personaje.
Si bien en toda la franquicia de X-Men varios actores han interpretaron a un mismo personaje: Patrick Stewart – James McAvoy (Charles Xavier), Ian McKellen – Michael Fassbender (Magneto), entre otros, uno solo se hizo cargo del papel de Wolverine. Desde que se calzó las garras, las pastillas y el pelo para arriba, Hugh Jackman hizo del mutante solitario y de mal carácter un personaje completamente suyo. En su última aparición, el enfoque dramático del film permitió que Jackman construyera un Logan más humano, real y violento que busca cerrar todas las cicatrices de una vida de inmortalidad y sufrimiento.
El trabajo de Patrick Stewart y Dafne Keen son, también, dos de los puntos más destacables dentro de la película. En el primer caso, el británico se pone por última vez en la piel de Charles Xavier e interpreta de una manera soberbia a un nonagenario con serios problemas de salud, pero que todavía cuenta con una brillante sabiduría y algunas cartas por jugar. Y, de igual modo, la joven actriz se destaca con una excelente performance, mucho más si se tiene en cuenta que en gran parte de la película la transita sin emitir una sola palabra. Pura gestualidad y talento.
Uno de aspectos más flojos – aunque no alteran el buen andar de la película- quizás sea, como en la gran mayoría de las historias de superhéroes, los villanos. El personaje Donald Pierce (Boyd Holbrook) deambula dubitativo por todo el film. Nunca se termina de entender cuál es su verdadero objetivo ni el tamaño de su poder. A medida que pasa el tiempo se desinfla hasta parecer solamente un miembro más del grupo de los malos. Un antagonista muy flojo para la talla de un mutante como Wolverine.
“Le he dado todo de mí a este papel, me siento muy orgulloso de cada entrega que he hecho, pero en Logan he dado más. Atrás queda el duro Wolverine, dejen paso al difícil Logan”, declaró Hugh Jackman en una entrevista antes del estreno de la última película en la que se pondrá en la piel del legendario mutante. Y es verdad. Es difícil de asimilar y comprender, pero el tiempo pasa, todo termina, y es mejor despedirse por la puerta grande. Después de 17 años, y un romance eterno con los fanáticos y seguidores, el actor le dice adiós al papel que lo hizo mundialmente conocido – quizá en la mejor actuación de toda su carrera, por todo lo que implica- dejando con su trabajo en Logan unos zapatos y unas garras demasiado grandes para llenar.