Duro de Matar 328
La secuela del filme de 2013 Ataque a la Casa Blanca llega con los mismos protagonistas y una nueva amenaza terrorista. Como 24 pero en hora y media
Ya a esta altura de la historia, cada vez que se estrena un filme en el que un agente británico o estadounidense se enfrenta solo (o con aliados ocasionales) a cientos de terroristas que sólo quieren destruir el (primer) mundo, hay una única manera verlo: despojarse de toda ideología.
Ocurre que, a pesar de ser parte de un género que ya está sobreexplotado, siempre surgen nuevos directores capaces de encontrarle una vuelta y captar la atención del espectador con tiroteos plagados de balas y explosiones y cámaras ubicadas en medio de la acción. Y siempre hay público para este tipo de películas como hay votantes para Trump, claro está.
Y nunca mejor utilizado el título para ejemplificar el filme que esta semana captó nuestra atención el hecho de que sigue al pie de la letra los preceptos creados por Duro de Matar, esa genial película que casi casi creó el género del "ejército de un solo hombre" junto con Rambo y otros filmes de Stallone y Schwarzenegger en los ´80. En este caso nos enfrentamos a la secuela de Ataque a la Casa Blanca (Olympus Has Fallen, 2013), una película de Antoine Fuqua –quizá uno de las peores de su gran carrera- que salió casi pegado a uno idéntico de Roland Emmerich llamado El Ataque (White House Down, 2013), lo que ocasionó que ambos pasen sin pena ni gloria por las salas locales.
Sin embargo, la taquilla mundial no le dio la espalda a esta película que terminó convirtiéndose en la más exitosa de la distribuidora Film District con sólo 160 millones recaudados, y lo demás llegó con el correr del tiempo.
Lo cierto es que el agente Mike Banning (otra vez Gerard Butler) se verá envuelto en un ataque a gran escala en la capital británica en el cual no sólo será una víctima su protegido, el presidente de los EE.UU. Benjamin Asher (Aaron Eckhart) sino también los líderes del llamado primer mundo.
Lo original es que en esta ocasión, y a pesar de que usan los mismos métodos del ISIS, los malos no son terroristas de alguna nación del medio oriente sino traficantes de armas que buscan vengar un bombardeo que sufrieron en una fiesta familiar en el que, al parecer, sólo murió una de los integrantes del clan. Sin embargo, estos tipos organizan lenta y premeditadamente una masacre que tiñe de sangre la ciudad y por eso Banning deberá llevarse lo más lejos posible a Asher con tal de que no se salgan con la suya al cien por cien.
Lo que en un principio puede resultar en un "¡uh! ¡otra vez sopa (de terroristas)!" se puede traducir en un filme entretenido en el que los malos son malísimos y los "buenos" no responden a preguntas incómodas y liquidan a todos cuantos se interponen entre ellos y la puerta de salida de Londres sin justificarse en lo más mínimo.
Eso sí, la cámara del director sueco-iraní Babak Najafi (hasta en esto se cubrieron los productores, "la dirige un iraní") se mueve impecablemente y en ocasiones da la impresión de que esta secuela es superior a la original aunque la originalidad esté en rojo fiscal. Entre tiroteos varios, hay momentos en los que parece que Najafi se pudiera colgar de las paredes como el Hombre Araña para sacar unas escenas cargadísimas de adrenalina y suspenso.
Por eso, y a riesgo de repetición, Londres Bajo Fuego se puede ver quitándose de la mente el tema de Estados Unidos y el terrorismo, retrotrayéndose a las viejas películas como Fuerza Delta de Chuck Norris aunque con los efectos y el presupuesto de la actualidad.