Refritaje ingenioso
Es el año 2044. Al parecer las brechas sociales se han ensanchado (¡aún más!), y la pobreza y la delincuencia campean en una urbe sucia y descuidada. Los yuppies salen a la calle armados con escopetas para cuidar sus lujosos autos y motos voladoras de los vagabundos y las prostitutas que deambulan; si la tecnología ha avanzado, sólo puede notarse por algunos artículos de lujo –que ni siquiera andan muy bien-, y por las nuevas drogas sintéticas. Una buena parte de la población ha adquirido habilidades de telequinesis por mutaciones genéticas generalizadas, pero de momento son muy débiles y sólo parecen servir para trucos baratos -hacer levitar monedas o encendedores sobre las manos-. Años después, serán desarrollados los viajes en el tiempo, lo que lleva a que el protagonista (Joseph Gordon-Levitt) y sus congéneres reciban “encargos” por parte de agentes del futuro, con el objeto de que eliminen a personas enviadas a su época, y que despachen sus cadáveres sin dejar rastros. Para el protagonista es un trabajo sencillo e impersonal, recibe el “paquete” humano, -debidamente envuelto y encapuchado- le coloca una bala en la cabeza sin siquiera escrutarlo, e incinera el cuerpo en un lugar específico. Pero el problema surge cuando una de las personas que mandan para que asesine es él mismo luego de treinta años. Así es que el protagonista entra en el primer “loop” (bucle) -hay varios, algunos hasta metafóricos- lo que le da significado al título.
Es sencillo rastrear las influencias artísticas de las que se nutre esta película, porque están todas muy cerca, a la vuelta de la esquina. Se puede decir a grandes rasgos que hay mucho de Terminator, de 12 monos, de Niños del hombre y que el filme se alterna entre varios géneros: la ciencia ficción cyberpunk -entre Philip K. Dick y William Gibson-, el thriller sobrenatural a lo Stephen King, el western.
Si bien la introducción a la temática y los primeros giros son contundentes y están planteados con una estética sórdida y atractiva, la película se estanca sobre la mitad, perdiéndose de vista al personaje de Willis, dando cuentas de anécdotas pasadas de algún personaje, y presentando a otros sin demasiada cadencia narrativa. Quizá lo mejor del planteo esté en el enfrentamiento entre el protagonista y su "yo" futuro, y que sea dificil la identificación plena con alguno de ellos. Por fuera de esto, hay alguna incoherencia elemental -¿por qué los agentes del futuro exigen que los sicarios se maten a si mismos, cuando podrían pedírselo a otros y evitar problemas?- y cierto esquematismo general en el trazado de personajes que resta puntos de verosimilitud, impidiendo pensar en situaciones mundanas cercanas. En el desenlace, una escena final cierra todos los conflictos, ata los cabos y rompe los bucles. Pero también queda esa sensación tan propia de los enlatados hollywoodenses de que terminada la película queda resuelto el acertijo, el pasatiempo, y que ya no queda mucho más en lo que pensar. Una pena.