Tarantino, como buen cinéfilo, tiene sus raíces en lo que más le gusta ver. Pase lo que pase, él vuelve a los personajes del spaghetti western donde el exceso de violencia, de sexo y de las perversiones, le permite hacer los personajes que tanto le atraen. Es su lienzo en blanco y sabe cómo pintarlo de carmín.
Hateful eight es la reunión que se provoca gracias a una tormenta helada que no permite que John Ruth (Kurt Russel) lleve a Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh) a que sea juzgada y cobrar su recompensa. Como el número es importante, empieza a volverse un poco paranoico sobre quién puede querer traicionarlo. Y estar varados en una posada en plena tormenta no ayuda mucho.
Como Tarantino nos tiene acostumbrados, hay una serie de constantes que se mantienen en este film también tiene sus características letras amarillas y la historia está dividida en capítulos. Los actores son una galería de sus actores previos, con lo cual hay cierto sabor a collage de su propia obra y todos con sus complejas historias y monólogos que nos hacen una idea de estructura episódica. Tanto es así, que en determinado momento ya no aparece la leyenda del nuevo capítulo, sino que directamente el mismo Quentin nos relata lo que sucede. Cosa que también tiene sentido si pensamos que siempre tiene un cameo en sus films.
La película cuenta con algunos elementos remarcables. Para empezar, su fotografía. El manejo de la luz dura recortando siluetas heladas y el vapor que se recorta contra los sombreros, es realmente impecable. El manejo de cámara con planos cenitales, picados, contra picados, esos techos y ese encuadre wellsiano que maneja tan bien hacen que tenga un poder visual inmenso.
Si bien es extensa (3 horas y no todas "necesarias"), el guión tiene un lindo punto de giro que la reanima aun cuando pensás que está liquidada y les diría que es cuando más divertida se pone. Pero sobre todo está muy bien defendida por los actores. Jennifer Jason Leigh es más grande que la vida. Así, sucia, golpeada, un poco border, es de lo más hipnótico en el film. Michael Madsen en su mejor forma, con esa mirada de ojos entrecerrados que es su sello.
Tim Roth no puede fallarte nunca, ni hablar de Bruce Dern que es una fuerza de la naturaleza. Pero no puedo dejar de adorar a Demián Bichir, es realmente querible, divertido, carismático. Sin dudas de las mejores actuaciones en una película que para mí es de una galería de personajes y profesionales defendiéndolos como pocos.
La música de Ennio Morricone termina de completar la escena para hacer de este un hermoso homenaje más al spaghetti western. A lo mejor sin la frescura que tuvo Django, pero con toda la mala leche del genio del autor, termina teniendo vuelo propio. Probablemente de las películas que volvés a revisar más por el personaje que por la historia.