PERDIDOS EN LAS NUBES
Es difícil hablar de una película de Almodóvar, porque este director siempre esconde detalles en su cine que lo convierten en un genio. Sin embargo, tiene sus altibajos, pocos, pero altibajos al fin. Los Amantes Pasajeros es sin dudas uno de ellos, quizás una de sus peores películas, sino la peor.
Después de una década en donde tuvo una etapa oscura en su propuesta, coronada con la interesantísima La Piel Que Habito (2011) y la poética Los Abrazos Rotos (2009), pareciera ser que este emblemático realizador decidió volver a sus orígenes, para encontrarse con el Pedro más zafado y salido de los esquemas. Respeta el tono de aquellos filmes como Laberinto de Pasiones (1982) y La Ley del Deseo (1987), pero el resultado parece fallido porque hay todo un trayecto recorrido que hace que esta vuelta al comienzo no sea agradable, ni siquiera como una propuesta auto celebratoria.
Tal y como le pasa al avión de la película, Almodóvar llega a un punto en que no sabe dónde parar porque perdió uno de sus trenes de aterrizaje, entonces se pone a dar vueltas y vueltas en busca de un lugar de seguridad donde acertar un gag que haga efectivo el intento de hacer un producto como este. ¿Es una metáfora de su propio cine adrede o es una infeliz casualidad? Difícil saberlo con este genio.
Lo que sí sabemos es que semejante reparto para una película tan sosa es una pasada total, y hacia la mitad de la trama, cuando se quiere bajar un cambio a todo ese desparpajo de comedia berreta, todo se vuelve una orgía de mal gusto y minutos de sobra en lo que sucede. Pareciera que tanto a director como a actores ya no les sienta bien ese tono. Sin embargo, los únicos que salen airosos son Javier Cámara, Raúl Arévalo y Carlos Areces, el trío de azafatos que le pone picante a la ensalada de gags fallidos. Los tres tienen una escena de lujo, que a pesar de lo floja que es la película, vale el precio de la entrada: un musical, con I’m so excited de The Pointer Sisters, con un baile muy divertido y sincronizado. Es como si Almodóvar siempre hubiera querido filmar esa escena, y Los Amantes Pasajeros es solo una excusa para hacerla. Probablemente todos estemos de acuerdo en que es lo mejor de la película, sino lo único bueno que tiene.
El resto, un montón de chistes malos que se pasan de la raya, con personajes muy caricaturizados y hasta obvios. Comparo cada gag con el momento en que uno está ayudando a alguien a estacionar en un lugar ajustado; lo vas guiando, avisándole hasta donde parar, y cuando le decís “listo”, el conductor (Almodóvar) sigue, no le importa nada, y no sólo toca el auto de atrás, sino que lo choca, lo estrella contra los que están estacionados más atrás, y uno queda agarrándose la cabeza por lo que acaba de ver. Si a eso agregamos el final malísimo, para que todos salgan contentos, ya es hasta para enojarse con este grosso. ¡Te hubieras jugado un poco más ahí, Pedro! ¡Das para muchísimo más!