A fines del siglo XIX, una sociedad secreta encabezada por nombres de la talla de Carlos Pellegrini, Miguel Cané, Lucio Mansilla y José C. Paz, se propuso copiar la arquitectura de París en Buenos Aires, según el mito disparador de Los corroboradores, esta exquisita y disparatada opera prima de Luis Bernárdez. La película juega con el ensayo histórico, el documental y el thriller mientras reflexiona sobre el proyecto de país de la Generación del 80.
Un par de curiosidades de la película aparecen de entrada con su protagonista, una periodista francesa llamada Suzanne que llega al país para investigar la sociedad secreta que decidió construir copias de edificios franceses en la ciudad. A Suzanne jamás se le ve el rostro a lo largo de los 70 minutos de Los corroboradores y buena parte de la película, tan porteña como el colectivo, está narrada en francés, más allá de las entrevistas que ella conduce en busca de datos sobre la logia con distintas personalidades y especialistas (el sociólogo Carlos Altamirano, el arqueólogo Daniel Schávelzon, el crítico cultural Rafael Cippolini, el arquitecto Fabio Grementieri y el historiador Gabriel Di Meglio).
Bernárdez aprovecha a Suzanne como una forastera que se sumerge en el mundo la elite porteña de antaño y guía al espectador en un recorrido que llama la atención por el suculento material de archivo y la belleza con la que el cineasta consigue retratar la más afrancesada arquitectura de la ciudad. La conspiranoia se apodera de Suzanne, que termina obsesionada con Los corroboradores al punto de ser despedida del diario por negarse a abandonar Buenos Aires hasta no resolver este rompecabezas con faltante de piezas.
Tras narrar la caída de la utopía de Los Corroboradores en los años '30 y la pérdida de documentación sobre la logia tras el incendio del Jockey Club en el 53, la película prefiere centrarse en la desaparición del informante de la periodista y se transforma en un thriller con mucho menos vuelo que esa premisa iniciática que comparaba con precisión quirúrgica edificios a ambos lados del Atlántico y proponía viajes turísticos a "puntos afrancesados" del conurbano como Longchamps, Liniers o Boulogne. Los corroboradores es una divertida reflexión sobre la identidad porteña y una crítica a su cultura aspiracional, que proponer redescubrir la arquitectura e idiosincrasia de "la París del Plata".