De la propiedad y otros yeites
Los Dueños es una muestra de como se puede hacer una película con un arraigo regional sin caer en barreras de incomprensión o alusiones muy cerradas. La historia se desarrolla en un marco campestre de Tucumán y sin embargo cualquier público puede entender lo que sucede, porque está narrado desde el lenguaje más universal: el humano. De hecho, la película recibió la Mención Especial en la Semain de la Critique este año en Cannes, lo que confirma esto último.
En el filme se cuenta la forma en que una familia de cuidadores ocupa la casa en la que trabajan cuando sus dueños no están. Dos hermanas y sus respectivos maridos viven allí en períodos determinados, sin saber que el personal de mantenimiento disfruta sus comodidades en el tiempo que se ausentan. El pintoresco trío conformado por padre, madre e hijo, duerme en las camas, nada en la piscina, utiliza la tv pantalla plana para ver dvd’s truchos y toma el vino de la familia. Y con esta simpleza en la trama, acompañada por una serie de gags muy efectivos y una brillante actuación por parte de todo el reparto, el trasfondo se torna complejo e invita a repensar ciertas cuestiones que hoy todavía están muy ligadas en la sociedad. ¿Quiénes son los dueños de ese objeto en pugna? ¿Mediante qué medios? ¿Y en realidad son dueños de qué? ¿Una casa, un territorio o un derecho? Clase baja contra clase alta, un choque muy elemental, pero tratado con mucha alturavy sin escapar a la discusión a conciencia sobre propiedad privada y relaciones de poder. Esta película no puede dejar indiferente al espectador.
Lo más notable es la puesta en escena, y el logro mayor es haber hecho que los espacios donde la acción se torna siempre compleja y tensa sea dentro de la casa en cuestión, y no en los alrededores. Incluso hay una escena en que el patrón arregla algo (que no diremos para no arruinarles la trama) con los peones, y lo hacen en un galpón, lejos de la casa, como queriendo evitar ese lugar. Los directores dijeron que esto nace de una idea inicial de que esta sea una obra de teatro:
“Queríamos que sea en el campo. Iba a ser bastante difícil porque queríamos convocar a la gente del centro, subirla a un vehículo y llevarlos allá. Incluso la idea era que una vez allí puedan ellos ir de una casa a la otra, al galpón, los corrales, y así sucesivamente,” cuenta Agustín Toscano. “Cuando se transformó en película todo se volvió mucho más realizable.” Por suerte esa decisión se tomó, sino no se habría hecho la proyección por el 23 de junio y no habríamos podido dar comienzo a ese largo debate que seguramente dará lugar tras su estreno en las salas comerciales.