Aproximación a la violencia misógina
El sueco Stieg Larsson (1954- 2004), autor de la llamada “trilogía Millennium”, trasladó gran parte de sus obsesiones a su escasa obra literaria. En una entrevista su viuda comentó que a los 14 años presenció impasible cómo sus amigos violaban a una chica. Cuando días después se acercó a la joven para disculparse por no haber hecho nada, ella lo rechazó y desde entonces el feminismo se convirtió en una de sus constantes ideológicas. Periodista y militante trotskista, en la década del 90 fue uno de los creadores de la “Fundación Expo”, dedicada al estudio de las tendencias sociales de extrema derecha, y director de la revista del mismo nombre. Sin apoyo los proyectos pronto fracasaron y por su cuenta comenzó a escribir varios libros de investigación sobre las conexiones entre los grupos nazis locales y el establishment político- financiero, convirtiéndose en un verdadero experto en el tema.
Aunque le sobraban amenazas de muerte por parte de las huestes neo- fascistas, falleció a los 50 años de un infarto. Como la ley de su país le exigía dejar asentada su residencia, nunca pudo casarse con su pareja Eva Gabrielsson ya que hacerlo hubiese significado exponerla a posibles ataques. Su fama arribó póstuma a través de una serie de novelas que escribía durante las noches como diversión: la primera de ellas se conoce en castellano como Los hombres que no amaban a las mujeres, las siguientes son La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. No pudo verlas transformadas en best sellers mundiales porque murió al poco tiempo de entregar el tercer episodio a un amigo editor. Ahora nos llega la versión cinematográfica del comienzo de esta exitosísima saga orientada al policial negro de cuño posmoderno.
Los responsables de la adaptación varían según el caso: en esta oportunidad son los guionistas Rasmus Heisterberg y Nikolaj Arcel y el realizador Niels Arden Oplev, para los otros dos volúmenes fueron Jonas Frykberg y Daniel Alfredson respectivamente (los tres eslabones ya han sido estrenados en Suecia durante el 2009 con algunos meses de diferencia uno del otro). La historia de Los hombres que no amaban a las mujeres (Män som hatar kvinnor, 2009) está dividida en dos partes. En la primera se presenta en paralelo a los dos protagonistas principales, el reportero en crisis de la revista Millennium Mikael Blomkvist (Michael Nyqvist) y la joven dark e investigadora freelance Lisbeth Salander (Noomi Rapace). Él acaba de perder un juicio contra el todopoderoso industrial Hans-Erik Wennerström y ella sufre de abusos sexuales a manos de su nuevo tutor legal Nils Bjurman.
Llegando la segunda mitad ambos se conocen y trabajan en conjunto para resolver el caso que Blomkvist se ve obligado a aceptar para garantizar el buen pasar de los suyos durante los seis meses de prisión que le esperan fruto de la sentencia. Precisamente Henrik Vanger (Sven-Bertil Taube), el anciano líder de un consorcio de empresas controladas por una oscura dinastía familiar, lo contrata para hallar al asesino de su sobrina Harriet (Ewa Fröling), desaparecida cuatro décadas atrás. La adolescente nunca más fue vista luego de una reunión en la isla propiedad del clan Vanger, una cofradía singular en la que cada miembro es sospechoso o por lo menos “partícipe necesario”... El film administra con sabiduría el suspenso a la vez que ofrece un desarrollo de personajes muy interesante, combinando rasgos sutiles con elementos manifiestos de una imprevista dureza existencial.
Podemos afirmar que el eje está puesto tanto en la resolución del crimen como en la extraña relación que mantienen Blomkvist y Salander. En la construcción del maravilloso verosímil juegan un papel central las actuaciones del elenco y la sobriedad del guión, alejado por suerte de sermones ridículos y frases altisonantes. Los personajes atrapan desde el inicio y los hechos hablan por sí solos sin necesidad de mayores aclaraciones. Oplev impone un ritmo narrativo cargado de distendida frialdad, le da un tratamiento hardcore a algunos tópicos siempre candentes y no teme llevar el misterio ideado por Larsson hacia regiones bastante más densas que lo que suele ser habitual en el género. A fuerza de un estilo pulcro que se abre camino en un contexto de envilecimiento social, la película constituye una aproximación nada complaciente a la violencia misógina y los brotes racistas escandinavos.