Juntos son dinamita…
Indudablemente si hay algo que le falta al Hollywood contemporáneo de estereotipos inofensivos y relativismo a toda prueba, no así a las industrias cinematográficas periféricas, es aquella “súper acción” recargada que caracterizó a la década del 80 y a buena parte de la del 90. Esa violencia gratuita de rasgos gore y tendencia fascistoide fue dejando paso a nivel mainstream a otro tipo de “intensidad dramática”, en buena medida una reformulación paulatina y destilada de la anterior aunque ahora volcada hacia la parafernalia tecnológica, la obsesión con las tomas objetivas irreales, la estructura paradigmática del thriller de espionaje y una edición por momentos caótica que gusta de correr a la velocidad de la luz.
Desde ya que la marginalidad en el contexto actual de figuras de antaño como Sylvester Stallone no es precisamente un secreto, no obstante nadie podía sospechar que esa camarilla de desplazados formaría algo así como un “sindicato de actores olvidados” para construir una celebración -entre jocosa y desproporcionada- de aquellas producciones que los llevaron a la fama 30 años atrás. Así las cosas, Los Indestructibles (The Expendables, 2010) fue un proyecto valioso de espíritu retro que supo abrirse camino entre tantos films llenos de estrellitas carilindas que dejan de lado la testosterona y la furia asesina en pos de satisfacer al público infantil, los adolescentes, las mujeres y los señores de corazón blando.
La secuela de aquel éxito de taquilla reúne nuevamente a un elenco de infaltables absolutos de las “masacres en continuado” que incluye a Stallone, Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundgren, Randy Couture y Terry Crews (hasta nos topamos con una mayor participación de Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger). La historia, por su parte, parece ratificar con ironía este “estado del arte”: todo gira alrededor de un operativo de venganza destinado a ajusticiar a Vilain, personificado por Jean-Claude Van Damme, luego de que el susodicho le clavara un cuchillo en el pecho con una patada voladora a la más reciente incorporación del pelotón de mercenarios, un jovencito con un amor francés y muchos sueños a futuro.
Si bien se extraña a Mickey Rourke y definitivamente la ausencia de novedades le juega en contra al opus de Simon West porque deja al descubierto la endeblez de un guión plagado de diálogos bobos e incoherencias varias, a decir verdad el encanto de Los Indestructibles 2 (The Expendables 2, 2012) reside en esa misma violencia hueca y el simple placer de ver a estos ídolos avejentados matar a militares aún más maquiavélicos que los estadounidenses. Con un hilarante cameo de Chuck Norris y un MacGuffin circunstancial centrado en unas toneladas de plutonio de la ex URSS, la película entretiene dignamente pero podría haber sido muchísimo mejor con una trama más pulida y escenas de acción más sanguinarias…