Otro paso hacia la muerte del cine
En los últimos años, cada vez hay más films que excluyen al cine como expresión artística y solo se hacen películas obtusas formalmente y escasas de contenido con el único fin de recaudar dinero. Hollywood y obras nefastas como Actividad Paranormal de Oren Peli o El Último Maestro del Aire de M. Night Shyamalan contribuyeron a esto. Los Juegos del Hambre de Gary Ross es, lamentablemente, una más que justifica esta causa.
Este nuevo film, que esta basado en el best seller de Suzanne Collins, transcurre en un futuro post apocalíptico en dónde el mundo se ha dividido en doce distritos y por una ridícula tradición, cada uno de estos debe enviar dos adolescente mediante un sorteo para participar en un programa de televisión, un reality show para el que se crea un universo imaginario dónde todos estos niños se tendrán que matar entre sí hasta que quede uno. La protagonista de esta historia es Katniss (Jennifer Lawrence), proveniente de la última circunscripción, quién se ofrece como voluntaria para salvar a su hermana menor, la cual era la elegida.
Los Juegos del Hambre es el tercer film de Ross, tras una obra como Amor a Colores, la cual presentaba algunos tópicos interesantes visualmente como el juego entre el color y el blanco y negro, pero que resultaba un poco tediosa narrativamente. Luego realizó la convencional Alma de Héroes, una película totalmente plana y excesivamente sentimental. La cuestión es, que a pesar de todo, sus primeros trabajos son correctos, pero con éste último construye algo totalmente opuesto a lo que podría ser un cine de autor o con fines que no sean meramente comerciales.
Con el paso del tiempo se fue perdiendo la magia en lo que son los films fantásticos o de ciencia ficción: los geniales efectos visuales o una dirección artística artesanal y sumamente creativa están siendo reemplazados por la novedosa tecnología digital que hace que este tipo de películas pierda ese hermoso espectro por el que se caracterizaban para ser una especie de video juego o clip musical. Por ejemplo al ver 2001: Una Odisea del Espacio de Stanley Kubrick o Naves Misteriosas de Douglas Trumbull se produce un impacto visual inminente, en cambio con Los Juegos del Hambre todo resulta convencional e inverosímil al género en sí.
Pero, a pesar de su abstinencia formal, lo más detestable del film de Ross es su contenido. No se puede decir que la película sea lenta o aburrida, aunque sí muy predecible y por sobre todas las cosas ridícula ideológica y moralmente. Por más que los hechos transcurran en un futuro en crisis o alejado de una civilización como las que conocemos, es nefasta la idea de una realización de un programa televisivo en dónde unos adolescentes se maten entre sí, a pesar de que, como plantea la obra, la televisión se encuentra destruyendo la sociedad, pero esta moraleja es congeniada con el desarrollo más cursi que se haya visto en mucho tiempo.
Los Juegos del Hambre se erige entre Big Brother y una especie de mitología de supervivencia dentro de un video juego, y lo que podría ser una interesante oposición visual entre el cine y la televisión es dejada de lado. En muy pocas escenas se manifiesta que los personajes están siendo detectados por las cámaras, en tanto que la imagen aparenta ser la misma ya sea para dentro o fuera de la pantalla y lo que podría haber sido una interesante apreciación estética ni siquiera es tenida en cuenta, obviamente por el tema de que este tipo de films solo optan por el (mal) show y nunca por el arte.
Patética, convencional y fuera de toda norma artística, ideológica y cinematográfica, Los Juegos del Hambre resulta ser una de las peores películas de los últimos tiempos, y seguramente la más nefasta luego de El Último Maestro del Aire, para dejar la triste premisa de que Hollywood cada vez produce peores films, aunque por suerte, de vez en cuando hay excepciones a la regla, sino el fin del cine ya estaría decretado.