La película de Katz explora sin ir demasiado profundo, lazos familiares en reconstrucción
Lo bueno es que Francella, aquí revalida sus laureles de actor dramático lejos de los tips que le conocemos y que dejó atrás en El Secreto de sus ojos. Lo muy bueno es que Rita Cortese brilla como siempre porque se pone la piel del personaje y aquí está muy bien. Arturo Puig y Mercedes Morán, hacen uso de ese oficio que les conocemos y salen victoriosos porque siempre, siempre es un placer verlos.
Los Marziano está lejos del costumbrismo al que apelan muchas producciones argentinas al hablar de la familia, y cuyo ícono máximo es Esperando la Carroza pero también de comparaciones con films extranjeros (Los excéntricos Tenenbaum) que exhiben mejor lo que es el corte, la diferencia, el tajo que se produce en la desunión y los caminos paralelos que toman dos vidas nacidas de un mismo vientre.
Juan (Franchella) sufre una enfermedad que lo priva del reconocimiento de las letras y por ende de la posibilidad de leer. Viaja a Buenos Aires y su hermana Delfina, papel en el que Cortese brilla, lo acoge y ayuda. Entre ella y Nena, interpretada por Mercedes Morán quién es la esposa de Luis (Arturo Puig) tramarán un encuentro entre esos hermanos separados hace tiempo.
Si bien Katz trabaja sin traicionar nunca su estética cuya cámara capta y trabaja el pequeño detalle, aquí con otra producción y más inversión no se traiciona pero algo del orden de las imágenes que tienden a hacer hincapié en el mundo ostentoso del country en el que vive Luis obsesionado por los pozos del campo de golf, tal vez incline la balanza a mostrar las miserias de ese mundo paradojicamente rico. De Juan y de Delfina sabemos poco y nada. ¿Será que la metáfora reside justamente en no mostrar la carencia porque está ahí?
Hay planos cortos en los que la cámara se detiene sin que luego guarden relación evidente con el nudo de la cuestión y el encuentro de esos hermanos que se producirá en algún momento previo acuerdo entre las mujeres (¿cuándo no?) sobre cuáles son los temas que jamás se tocarán en la mesa.
Íntima y si pretensión de más, Los Marziano exhibe uno de los tantos hiatos en los que caen los vínculos familiares. Sin respuestas que tranquilicen pero sin resolver demasiado aquello que se exhibe, la sensación que el espectador se lleva es la de un voyeur que espió por una ventana y tal vez, al pestañar se perdió algún detalle de esa gran suma de pequeños guiños que la directora nos quiso mostrar. En fin, una película buena que se deja ver y que en definitiva contribuye a la industria que todos deseamos sea grande cualquier día de estos porque ideas en Argentina no faltan.