Coreografías de la hermandad
Primero habrá que sacarse los rótulos, dejar paso a la posibilidad de que esos rostros y esas formas de mirar la comedia familiar se desplacen un poco hacia el territorio del desconcierto. Para eso están los pozos y los hermanos. Luis Marziano (Arturo Puig) vive en un country con cancha de golf y alguien está agujereándola para que se caigan los jugadores. Una especie macabra de las escondidas, donde la sorpresa es quedarse durante horas hundido dos metros dentro de la tierra.
La estrategia de Ana Katz, directora y coguionista de Los Marziano junto a su hermano Daniel, es similar a la de un juego de incógnitas que no intentará alumbrar demasiado. En esa ocultación está el encanto y alrededor de los objetos y las situaciones ubica lo que realmente le interesa mostrar: sus personajes, sus dos mujeres y dos varones, invocados por la insatisfacción en un momento de fragilidad inexplicable.
Juan Marziano (Guillermo Francella) tiene una enfermedad neurológica extraña que le impide leer. Ve las letras, las reconoce, pero no puede formar palabras. Su hermana Delfina (Rita Cortese), la mujer del medio y del intermedio, se hace cargo de buscar la cura con bastante más interés que el propio Juan. Lo aloja en su casa, le da plata, un celular que él no sabe usar, ropa y cuatro comidas. Ella está sola, va a clases de danza, enseña física en un secundario y la soledad se le nota en la manera en que levanta del platito la taza de café.
Juan se preocupa bastante más por digitalizar los casetes de su programa de radio de hace 15 años. Padre separado y ausente, anda perdido en la ciudad con su mochila. Quiere acercarse a Luciana, su hija adolescente a la que ve casi nunca y la impotencia lo pone violento aunque no se dé cuenta. Además de no poder leer, hay cosas que tampoco puede ver, y tampoco se da cuenta.
Luis rastrea los pozos, no quiere seguir ayudando a su hermano y medio al pasar nos enteramos de que ya le debe miles de dólares por un viaje a Chile, por una tintorería, la moto, otros intentos. Están lejos, los dos, enojados o encaprichados en el desencuentro. Delfina y Nena (Mercedes Morán), esposa de Luis, imaginan una partitura para la reconciliación. El cumpleaños de Luciana es una excusa y se lo van a festejar en lo del tío Luis. La espiral de las mujeres parece que va a acercarlos. Ana Katz nada más los muestra moverse y mirarlos es conmovedor.