Escrita y dirigida por Mateo Bendesky, Los miembros de la familia es un pequeño drama sobre dos hermanos distanciados que se reúnen en un pueblo costero con el fin de despedir a su madre.
Gilda y Lucas viajan a un pueblo de la costa en pleno invierno, es decir, a un lugar casi desolado y frío. Entran a una casa ahora clausurada donde supo vivir su madre y que ni siquiera tiene un baño para ofrecerles. No importa, la idea es que sea una estadía muy breve. Llegan a ese lugar para arrojar al mar los restos de su madre fallecida en circunstancias aún poco claras para el espectador pero que se presienten complicadas. No obstante no son sus cenizas lo que tienen para esparcir sino su brazo ortopédico.
Los miembros de la familia deambula entre el humor y el drama pero apostando siempre a la melancolía. De repente, ese viaje que sólo iba a ser de un día se alarga a causa de un imprevisto paro de transporte nacional. Esperando poder volver al día siguiente, cada uno de estos dos hermanos que hoy apenas se conocen intentan pasar el tiempo que les queda. Ella buscando un poco de sentido en libros o cartas de tarot que no logran brindar ninguna respuesta clara. Él, obsesionado con ejercicios corporales, conociendo gente y explorando una parte quizás desconocida suya con otro joven del lugar.
A la larga, son dos hermanos en medio de esa transición entre la niñez y la adultez que parecen escapar de algo o de alguien. ¿De qué? De la vida, probablemente, o de relaciones fallidas y expectativas truncadas. Y ese pueblo balneario les sirve como un marco, a veces deprimente y otras casi surrealista, para explorar y explorarse.
El film que escribe y dirige Mateo Bendesky opta mayormente por el punto de vista del hermano masculino. Este muchacho que duda de que el famoso novio de su hermana (quien estuvo un tiempo internada en un centro de rehabilitación) exista, que se escapa de ella para salir a deambular solo.
Además de los buenos protagónicos de Laila Maltz y Tomás Wicz (quienes se desenvuelven con una gran química entre ellos), la película cuenta con pequeñas pero imprescindibles participaciones de los actores Sergio Boris y Edgardo Castro.
La fotografía aprovecha los escenarios de este lugar que podría ser cualquiera y a la vez no es ninguno, con sus cielos grises, su mar tempestuoso y sus playas vacías.