De vuelta, con todo
Hacía mucho tiempo que los Muppets no aparecían por la gran pantalla. Es cierto, tampoco habían desaparecido del todo, pero apenas si se los alcanzaba a ver en algún programa de televisión, alguna aparición por internet o una no demasiado nueva película para televisión, que invariablemente no estaba a la altura de la propia tradición de los Muppets. Ahora Disney decidió relanzarlos, hacer que exploten en las carteleras para atraer nuevas generaciones de admiradores potenciales. Pero todo el marketing no tendría sentido sin una buena película por detrás.
Los Muppets, esa especie de refundación del mito Muppet (que incluso recurre a la historia de la formación del grupo a través de un auto, como se había visto en su primera película), respira amor, respira cierta nostalgia, respira un aire inocente que hoy en día resulta casi retro. La marca de Jason Segel está por todas partes.
Quienes hayan seguido la carrera de este actor fundamental de la comedia americana contemporánea no pueden sorprenderse del todo al verlo rodeado de títeres. Hace algunos años protagonizó una película (que también coescribió) cuyo punto cúlmine (en narración y en desarrollo de los personajes) se daba con una representación teatral de Drácula en versión musical hecha con Muppets. Era Forgetting Sarah Marshall. Ahora el mismo equipo se juntó para escribir el guión de Los Muppets y Jason vuelve a protagonizarla, esta vez junto a Amy Adams. El elenco no podía ser mejor.
El argumento de Los Muppets (como había pasado, por otra parte, en buena parte de sus películas anteriores) es apenas una excusa: un magnate del petróleo quiere comprar los antiguos Muppet Studios, hoy abandonados, para destruirlos y buscar petróleo. Para evitarlo, los Muppets deben reunirse. Cada punto de la trama es simple y unidireccional: el malo es el malo, su excusa para querer destruir a los Muppets es absurda. Pero la película juega siempre con eso, como juega con todo. Hasta el nombre de los protagonistas humanos es un juego: Gary (Segel) está de novio con Mary (Adams), la cual se quiere casar (en inglés "marry"). Todo entra en el espiral multicolor de caos, diversión y liberación que son los Muppets.
Sin embargo, y a pesar de la gran cantidad de chistes metalingüísticos (chistes sobre cómo esto que estamos viendo es una película y responde a códigos propios), los Muppets conservan el centro de inocencia que siempre tuvieron: lo importante son los amigos, lo importante es el amor, todo puede ser sencillo y feliz, todo puede ser mágico. Forma parte de la ética del espectáculo que son los Muppets y en buena medida el aire nostálgico y el riesgo que implica esta apuesta que es volver a lanzar a los Muppets tienen que ver con una duda: ¿podrán volver a ser relevantes los Muppets en un mundo que parece haberse vuelto más cínico y estridente? Los propios personajes se lo preguntan. La ficción da su respuesta, a tono con los Muppets, la taquilla dará la suya.
Pero mientras tanto, no podemos dejar de sentir la felicidad que nos abre esta nueva y maravillosa película Muppet, este mundo mágico, musical y lleno de colores. El aire hippie de Henson sigue vivo, sigue resistiendo y gracias a Jason Segel ofrece una de sus excursiones más vivas por la pantalla. La felicidad es un número musical coreográfico bailado por las calles de Smalltown, el amor es los ojos de Amy Adams, la amistad es la rana Kermit (aka "René"), la maduración es un dúo entre un Muppet y un hombre. Todo, todo parece entrar en el caleidoscopio que son los Muppets. Solo podemos disfrutarlo.