Los olvidados: La balada de los incautos.
“Sin lágrimas, por favor. Es un desperdicio de buen sufrimiento”.
The Hellbound Heart – Clive Barker
Luciano y Nicolás Onetti, dejan por un momento su amado giallo para internarse en los oscuros desmanes del sanguinario slasher en este film que también se permite recorrer parte de la historia, un ensayo que aúna macabramente a unos malditos locos con hechos acaecidos no hace tanto en tierras bonaerenses y que solo dejó atrás los blanqueados huesos de unas ruinas.
Villa Epecuén
El escenario elegido, lejos de ser al azar es el olvido mismo, no solo por su condición de ruinas, sino, porque es un hueso blanco abandonado en medio de las tierras bonaerenses. En 1985 la provincia de Buenos Aires pasaba por una de las peores inundaciones de su historia. Cuatro millones y medio de hectáreas habían quedado anegadas por un desborde del Río Salado. El terraplén que contenía la laguna lindante al pueblo, de alto contenido salitroso, cedió y los excedentes inundaron el pueblo, que tuvo que ser evacuado. El trabajo de evacuación duró 15 días y no hubo ninguna fatalidad. Epecuén se fue cubriendo de agua lenta y paulatinamente y sus casi 1.500 residentes estables perdieron todo. Dos años después llegó a su pico máximo de inundación; las ruinas quedaron bajo el agua durante dos décadas. Hasta que el retroceso, descubrió ese inmenso cementerio. Negligencia, corrupción, un gigantesco desastre que ahora vuelve a ser el escenario de una historia siniestra.
Estas ruinas se convirtieron en un paseo turístico que viajeros y fotógrafos frecuentan hasta el día de hoy, un enclave perfecto para el macabro relato que los hermanos Onetti encaran en “Los Olvidados”. Porque de esa manera comienza la odisea; un grupo de jóvenes parte a las ruinas de Epecuén para filmar un documental sobre los fatídicos acontecimientos. Lo que ellos ignoran es que allí habitan, en medio de la desolación, una extraña familia, cuyos apetitos destructivos son insaciables.
Retomando las viejas formulas del género, recrean en tierras argentinas el cuento del asesino del camino, como bien lo hiciera The Texas Chain Saw Massacre (1974) y porqué no House of 1000 Corpses (2003) del irredento Rob Zombie. Y si nombramos en particular estos films es porque sobre todo hablan de la desvirtuada revancha; de asesinos perdidos en un aquelarre de sangre, que alguna vez supo tener un sesgo vindicativo que llevar a cabo. Y así en parte lo plantean en este film; esos provincianos olvidados y desechados por la sociedad por sus actos impíos y porque de alguna manera les recuerdan sus instintos más primitivos.
Con una excelente factura técnica en la que destacan la fotografía de Facundo Nuble (Corazón Muerto – 2015) con esos extensos paramos de agua y desérticos despojos. La utilización de los edificios, como el emblemático “Matadero” retorciendo su significado, trastocando aún más la lamentable realidad del abandono y el olvido. Es también la resuelta composición que los hermanos han diseñado en esa cámara que no descansa, utilizando los planos como parte de la narración. El sostenido homenaje a las películas de la década de los setentas, ciertas composiciones que lo acercan al western, el cine exploitation y el consabido gore. Eso y un elenco entregado a los divertimentos del género, cumpliendo con los clásicos roles; la victima, el galán, la hueca y el introvertido, el loco y el deforme. Más allá de todo esto, lo interesante es ver esos paisajes familiares teñidos de un terror que siempre supusimos lejano.
En estos años en que el cine de género realmente está teniendo una oportunidad en las pampas australes, es un interesante ensayo, que puede todavía nos resulte algo manido en sus tópicos y giros, pero que no pierde el norte, sosteniéndose con soltura en las premisas que establece este tipo de films.