Dentro de los exponentes del cine de terror argentino, los hermanos Luciano y Nicolás Onetti de destacaron por su estética formal y su conocimiento en profundidad del género. Sonno Profondo (2013) y Francesca (2015) funcionan como estupendos homenajes al giallo. Los Olvidados (2017) es su apuesta más ambiciosa, tanto por sus recursos como por la incursión en otros derroteros.
Un grupo de cineastas viaja a Villa Epecuén, un pueblo que quedó abandonado y en ruinas debido a una inundación ocurrida en 1985. La idea es filmar un documental sobre una muchacha (Victoria Maurette) que de niña sobrevivió a la tragedia que casi borró del mapa a su gente. Pronto descubrirán que allí ah algo más que árboles pelados, escombros y devastación en general: son acechados por unos individuos con máscaras de cráneos de animales e intenciones de puro sadismo.
La película jamás oculta su sabor a El Loco de la Motosierra (The Texas Chainsaw Massacre, 1974) y La Colina de los Ojos Malditos (The Hills Have Eyes, 1977). Hay un grupo de víctimas a merced de un clan de asesinos desquiciados, en un paraje alejado de la civilización. Los códigos de aquellas obras maestras son respetados a rajatabla, y con respeto, dejando en claro que los directores conocen y aman lo que están contando. No es la primera vez que se realizan film así en Argentina: el español Adrián García Bogliano supo dirigir largometrajes como Habitaciones para Turistas (2004), y Nicolás Amelio-Ortíz debutó con El Bosque de los Sometidos (2012). Los Olvidados cuenta con un poco más de presupuesto, actores conocidos (Victorio D´Alessandro, Damián Dreizik, Gustavo Garzón, Mirtha Busnelli), y una locación a la que los Onetti saben sacarle el jugo: Epecuén existe y sus restos son tan reales que perturban.
Los Olvidados no representa ninguna innovación dentro del género, pero sus valores formales, su clima inconfortable (gran trabajo de fotografía y arte) y los momentos de horror extremo la vuelven una experiencia indispensable y aterradora, para entendidos y para quienes estén dispuestos a tiritar frente a la pantalla. Además, demuestra que en Argentina se puede hacer terror al nivel de los Estados Unidos, Asia y Europa, y que estas producciones contribuyen a que se consoliden a nivel industrial.