La relatividad del bien y el mal.
Paolo Genovese consiguió destacarse hasta hace no mucho tiempo con una comedia ingeniosa como Perfectos desconocidos, que logró su remake en cine y teatro aquí en la cartelera porteña. En el marco de la 5ª Semana de Cine Italiano, el director decide estrenar este nuevo drama con toques de thriller psicológico que le sienta muy bien en todo sentido.
La historia tiene como protagonista a un hombre del que poco y nada se sabe, su única actividad es sentarse en la última mesa de un modesto restaurante llamado “The Place” y hablar con desconocidos. Todos los que deciden acercarse a él, lo hacen con el objetivo de que les conceda sus deseos más profundos; a cambio de ello, este hombre les asignará tareas complicadas y crueles que pondrán a prueba su moral, su ética y hasta su fe.
El director ya había demostrado anteriormente que tiene una gran habilidad para manejar los microclimas. Aquí toda la trama transcurre dentro de un restaurante, el afuera se ve solo de manera parcial, y las acciones de los personajes son las que llevan adelante la narración, sin caer en obviedades ni sobreactuaciones. Todos son unos simples nómadas en busca de una salvación, algo que los ayude, y el protagonista misterioso que ni siquiera nombre tiene, parece ser el haz de luz que los dirige hacia el futuro. Lograr que el espectador empatice y a la vez se indigne con cada uno de los personajes, es algo que muy pocos guionistas y directores pueden hacer. Las historias, al principio, parecen simples, pero conforme la trama avanza, da un giro inesperado que deja perplejo a más de uno.
Es interesante cómo Genovese interpela al público instalando ideas que parecen incuestionables, pero a fin de cuentas caen en la más mundana relatividad. Cada tarea que el protagonista le asigna a sus consultantes es una pequeña muestra de cómo las creencias y prejuicios de una sociedad se sostienen en base a cimientos que cualquiera podría derrumbar si se tiene la astucia (o maldad) suficiente. La película no se estanca en un mismo lugar, arremete con todo impulso de una sola vez, exponiendo seres humanos en su más absoluta fragilidad, sin dar tiempo a encariñarse con ninguno ni de conocer más que lo que se muestra.
Es posible que algunas actuaciones parezcan acartonadas, incluso el final puede desconcertar un poco, pero al ser un guion tan sólido y sin fisuras, la potencia narrativa es la que lleva al film hacia buen puerto, escalando como una de las mejores propuestas del cine italiano de los últimos años.